Lo normal no es para nuestra familia

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27 años

— Hyung, la corbata.

— Sólo es un detalle.

— La corbata, Sung Hoon —masculle entre dientes, bajito para que nadie oyera más que él. Se la terminó por acomodar de todas formas y me fulminó con la mirada. En esos momentos, ni su más amenazadora cara podría asustarme, los nervios eran más grandes.

— ¿La pareja Park? —oímos de pronto, al final del pasillo. Una mujer de cabello gris y totalmente recogido, hasta el punto de estirarle la cara, nos indicó que pasáramos al despacho de la directora.

Sung Hoon se colocó de pie primero, y extendió su mano para que hiciera lo mismo. La diferencia, es que mis rodillas temblaban de una manera que nunca antes había visto, y las nauseas que sentía me impedían mover un sólo músculo.

— Sunoo, es hora —susurró Sung Hoon, con la mirada brillante y emocionada. Sostuve su mano, lo hice por él y por mí, por ambos y por nuestro futuro. En cuanto la toqué, el comienzo a acariciar mis dedos con los suyos. Hace tiempo que no hacía eso, y su roce me tranquilizó lo suficiente para caminar hasta el final del pasillo.

Entramos, y la misma mujer nos esperaba detrás del escritorio. Ella decidiría todo, era nuestra última esperanza.

— ¿Sung Hoon y Sunoo, Park? —asentimos—. Tomen asiento, por favor.

Nos sentamos, y de inmediato, la mujer clavó su dura e impenetrable mirada en nosotros.

— Sung Hoon profesor en una escuela pública... Sunoo... mesero —me mordí el labio, dicho así, nuestra vida parecía carecer de muchas cosas, cuando en realidad, era que no nos faltabas nada gracias a mis padres, aunque claro, faltaba la guinda del pastel y está mujer era quién nos daría si podríamos comer o no— ¿Se sienten preparados para ser padres?

Sung Hoon tragó saliva y con la voz ronca, pero segura, dijo:

— Desde hace más de un año —la directora nos miró con suspicacia y sonrió de medio lado. Era extraño para un rostro como el suyo. Comenzó a revisar unos papeles, leyó otras cosas, y finalmente cerró la carpeta en la cual se encontraba todo el informe que nos hicieron durante un año para verificar si seríamos buenos padres o no.

— Bueno, todo luce en orden, los papeles están al día y han hecho todos los trámites... ¿Quieren ver a su hija ahora?

Solté un grito ahogado de la emoción, Sung Hoon tuvo que sostenerme para no caer desmayado de la silla.

— ¿A-a-ahora? —murmuré, casi sin creerlo.

— ¿A eso han venido, no? Vamos, les presentaré a Park Jisoo —me prometí no llorar, y no lo hice. Pero no pude ocultar toda la emoción que sentía de saber que en unos minutos vería a mi hija.

Mi hija.

Cruzamos todo el hogar de protección de menores. Habíamos acordado con Sung Hoon, adoptar a quién más lo necesitase. En sí, todos los niños de los orfanatos se merecían lo mejor, pero el hogar de protección de menores apareció de la nada, como si supiera de nuestros planes.

Nunca vimos a la niña, aunque especificamos que queríamos a una. No nos importaban sus rasgos, su etnia, de donde procedía, porque todo eso no importaba, ya que lo único que queríamos, era darle amor.

Entramos a un cuarto de techo alto, mohoso y amarillo. Era deprimente, a diferencia del resto del hogar, que desbordaba colores.

— ¿Qué hay aquí? —me atreví a preguntar.

— Aquí duermen los más pequeños —me respondió la directora. Me sentí mal de inmediato, y quise llevarme a casa a todos los niños que dormían en sus cunas—. Pero es temporal, es que están pintando sus habitaciones y el olor a pintura fresca es muy fuerte para ellos —eso me tranquilizó. Pero sólo un poco

Marry me (Sungsun) - AdaptaciónWhere stories live. Discover now