Al Ritmo De Tus Pasos

02| El chico de la radio

Since I Don't have you - Guns N' Roses

La clase de baile contemporáneo terminó media hora antes.

Mi siguiente clase no empezaba hasta después de la hora de comer y como aún quedaba un rato para que se abriera la cafetería decidí investigar un poco la academia. Antes de acercarme a la cafetería decidí dejar la mochila para no ir cargada, pero no me pareció tan buena idea cuando me encontré con un chico en las taquillas. Lo que me sorprendió es ver que estaba dándole golpes a una taquilla, exactamente, mi taquilla.

Fruncí el ceño sin comprender a que venía aquello y me acerqué a él con paso apresurado.

— ¿Pero qué haces? —le pregunté tocando su brazo.

El castaño fijó su mirada en mí y me dedicó una mirada confusa.

—Estoy intentando abrir mi taquilla, pero no creo que te importe, guapa.

—Pues me parece que si me importa, guapo. Porque le estas pegando a mi taquilla —me crucé de brazos indignada.

— ¿Tú taquilla? No, esta es mi taquilla. Es la 555 y aquí pone 556... —dejó la frase a medio camino—. Oh, mierda.

Dirigió su mirada a la que estaba a la izquierda y se acercó para meter su llave. Casualmente, se abrió.

—Sí. Oh, mierda —repetí.

—Bueno, todos nos podemos equivocar —se rascó la nuca.

No le di mucha más importancia y con su mirada puesta sobre mí, metí mis cosas y me marché de allí.

— ¡Espera! —oí que me llamaba—. Soy Aurel.

—Vale —murmuré bastante borde.

En general no solía ser borde con la gente, tan solo bastante distante. Aunque esta vez solo quería que me dejara tranquila. Tenía pinta de ser el típico chico popular de las películas. El rompecorazones del instituto que jugaba con la chica y le destrozaba el corazón. Yo era esa chica, pero me negaba a formar parte de ninguno de sus juegos

—Vale... Te invito al almuerzo —siguió.

—No, gracias.

—Pues a un refresco.

—Tengo agua —elevé mi botella que era lo único que había sacado.

—Chica sana, me gusta, pero tendrás que comer —murmuró—. Venga, no seas cabezota. Después de la escena de la taquilla es lo menos que puedo hacer. Lo siento.

—Acepto tus disculpas.

— ¿Entonces me dejas invitarte?

—He dicho que acepto tus disculpas no tu invitación —le miré—. ¿Tanto te molesta que te diga que no?

—Pues sí porque no lo entiendo.

—No suelo comer con desconocidos.

—No soy un desconocido porque te dije mi nombre —se puso delante de mí cortándome el paso y me dio un repaso—. Además podríamos llevarnos bien.

—Mira —suspiré—. Tu concepto de "llevarnos bien" sé por donde va y supongo que no estás acostumbrado a que te digan que no, pero no eres mi tipo ¿vale? Así que déjalo.

Aquello le desconcentró por completo. Miró a los lados asegurándose que nadie nos escuchaba y luego frunció el ceño acercándose un poco a mí.

— ¿Qué no soy tu tipo? —susurró.

—No.

— ¿Qué no soy tu tipo? ­­¿Y cuál es tu tipo si se puede saber?