Extraños

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Deslizaste tus manos sobre el vestido que usabas, eliminando las pequeñas arrugas que se formaron por estar sentada. Giraste tu cuerpo hacia el carro de tu abuelo, pues acababas de bajar de ahí. Inclinaste tu cuerpo dentro de la parte trasera del auto, la parte superior de ti siendo lo que entró. Estiraste tu brazo para alcanzar tu bolso. Una vez lo tenías en mano, lo trajiste hacía tu abdomen. Lo sostuviste firmemente. En un movimiento rápido sacaste tu cuerpo del carro y cerraste la puerta al salir por completo.

—¿Preparada para tu graduación?— preguntó tu abuelo, observándote con amor. Te ofreció su mano, buscando que entrelazaras la tuya con la de él. Te encogiste de hombros. Pusiste tu mano con lentitud sobre la de tu abuelo con delicadeza. Las yemas de tus dedos haciendo contacto con su palma. —Oh vamos, alégrate un poco. —alentó.

—Intentaré. —sonreíste débilmente. Comenzaron a caminar; su mano sosteniendo la tuya.

—Esa es mi nieta. —se alegró. Declinó su cabeza hacia el costado, haciendo un choque cariñoso de cabezas entre tú y él. Como él lo llamaría: "Colisión de cocos".

Habían pasado dos semanas desde tu ruptura con Megumi. Tal y como él prometió, no lo volviste a ver desde ese día.

No creíste que fuese a ser tan doloroso, pero simplemente lo subestimaste. El martirio apareció especialmente en los primeros días, ya que su ausencia te afectó bastante. De acariciarlo casi cada día, a ni siquiera verlo; estaba claro que te afectaría.

Megumi y tú se convirtieron en extraños.

Extraños que conocen los secretos del otro. Extraños con recuerdos del otro. Extraños que disfrutaron del sabor del otro.

Que extraños extraños son ustedes, ¿eh?

Y lo digo con todo el valor de la redundancia.

—Si quieres pásame tu bolsa, cariño. —tu abuelo sugirió. Ya habían llegado al salón del evento. Él estaba sentado en la parte que le tocó a tu familia, tu asiento a su lado. Era una mesa grande, así que otra familia compartiría ese lugar junto a ustedes. Originalmente, este estaba destinado para la familia Fushiguro, ya que ustedes lo pidieron así. Sin embargo, ahora estarían solos.

Él continuó. —¿Por qué no vas y nos consigues algo de beber? —dudó. Le entregaste tu bolso. Puso tu bolso sobre su regazo.

—Está bien. —asentiste. Te alejaste de la mesa con el objetivo de llegar a la zona de aperitivos.

Pasaste a las demás familias. La pista de baile también en el proceso. Llegaste a un sitio lleno de estudiantes como tú. Aunque, estos devoraban todo lo que tenían enfrente. Pues, la mesa de aperitivos estaba repleta de deliciosos manjares, y todos tenían el objetivo de probarlos.

Inconscientemente los juzgaste con la mirada. Para tus ojos, se veían como animales salvajes que acababan de cazar a una presa después de no haber comido por días. Al meterse los aperitivos a la boca, los chicos lo hacían con una desesperación alarmante. No les importaba manchar su ropa y cara con tal de disfrutar de esa manera.

Pero ya cada quién.

Alejaste tu vista de menuda escena y te dirigiste a las bebidas. Tomaste un vaso y vertiste ponche de frutas en este. Después agarraste un agua embotellada.

—¡Oh, Akiyama-san! ¡Hola, hola!— te saludó un compañero de tu salón.

—Hola, Yuko-kun. —respondiste sin mirarlo. Acomodaste la botella de agua entre tus brazos. En una de tus manos sostenías el vaso con ponche.

—Te ves muy linda, Akiyama-san. —deleitó. Sus mejillas estaban coloradas. Finalmente llevaste tus ojos a él.

—Gracias. Tú también te ves bien. —regresaste el cumplido. Retomaste el paso, de vuelta a tu mesa.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐧𝐢ñ𝐨𝐬 || Megumi FushiguroWhere stories live. Discover now