DOS

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Al momento de abrir los ojos, me invadió la sensación de familiaridad, ya sea el techo blanco o los doseles de la cama, todo parecía extrañamente conocido y reconfortante

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Al momento de abrir los ojos, me invadió la sensación de familiaridad, ya sea el techo blanco o los doseles de la cama, todo parecía extrañamente conocido y reconfortante.

Quizá estaba muerta y estos eran los jardines divinos de Drusila. Sonreí irónica ante este pensamiento, me habían acusado de usar la magia para fines malvados y al final me habían quemado viva en la hoguera.

El calor abrazador de las llamas aún persistía en mi memoria, el ardor, la desesperación, la asfixia y las lágrimas que se evaporaban apenas salir de mis ojos. Había tenido una muerte horrible y dolorosa, pero ahora tenía algo de paz.

Me removí incómoda en la cama mientras rememoraba los últimos momentos de mi vida, a comparación de entonces, el ambiente se me antojaba demasiado fresco.

Seguí mirando hacia el techo sin mucha impresión, de una forma u otra, todo había terminado; todos mis remordimientos se habían ido conmigo, demasiado claros en mi mente como para olvidarlos, incluso ahora que estaba muerta. No había podido vengar a mi hermano ni cumplir aquella promesa que había hecho.

¿Qué pasó conmigo?

¿Me convertí en cenizas? ¿Cuánto tiempo me dejaron arder? ¿Dejaron que el viento dispersara lo que quedó de mí? ¿O quizás alguien juntó todo y me tiraron a algún lugar desolado?

Cualquiera fuera la opción, estaba segura de que nadie se había ocupado de enterrarme como correspondía; los condenados no tenían ese privilegio y yo había muerto siendo una criminal que había atentado contra la familia real.

Me reí suavemente ante la idea y quise burlarme de todos, volver y decirles que, pese a todo, tenía mi lugar en los jardines de la diosa madre.

—¡Señorita! —Me sobresalté al escuchar una voz llamarme de repente. Giré la cabeza con rapidez hacia la dirección de donde provenía el sonido y amplié más los ojos, demasiado conmocionada como para disimular el sentimiento de sorpresa e incredulidad que se abría paso en mi pecho. La bonita cara de Margot, mi nodriza, apareció recubierta de lágrimas frente a mí.

Durante unos segundos no pude responder y la miré temiendo que en un pestañeo se desvaneciera. La mujer delante mío, no era la misma que recordaba de mi última vida. Esta mujer todavía era joven y bonita, mientras que la otra, ya entrada en los cuarenta, mostraba unas facciones recubiertas de cansancio.

—Na... na... —dije su nombre con lentitud, notando la dificultad para hablar y callé de inmediato al notar que esa voz que había salido de mi boca no era la que yo recordaba... estaba teñida de un infantil encanto.

—¡Oh! ¡Mi señorita por fin abrió los ojos! —La mujer lloraba mientras tomaba mis manos y a su vez me dejaba ver mis pequeñas extremidades.

Volví a pestañear y fruncí el ceño. La imagen representada y las abundantes lágrimas cayéndole por las mejillas no alcanzaron para despertarme del torbellino de pensamientos que se habían hecho camino en mi cabeza.

Fleur: Memorias del tiempo [DISPONIBLE EN AMAZON Y LIBRERIAS]Where stories live. Discover now