4. Volver al tiempo al que perteneces.

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En otra entrada de mi famosísima— y sí, sí lo es, aunque nadie la lea, es famosísima —guía del viajero del tiempo, les vengo con otro consejo:

Vuelvan a su tiempo y no hagan el idiota en el pasado.

Antes de seguir quiero aclarar que yo eso no lo había pensado, así que no le digan hipócrita a la pobre Pansy del pasado, ella era imbécil— aún la del futuro lo es un poco, hay que admitirlo —e inmadura.

No les voy a mentir diciendo estupideces como «El pasado está sobrevalorado, vive tu vida» y sí, eso fue una indirecta para ti Cedric Diggory— por si no saben, es un idiota que pide al Ministerio que destruyan los giratiempos —, no seas imbécil, el pasado es genial. El pasado es maravilloso, ver todas esas cosas viejas y conocer gente que en tu tiempo ya están más arrugados que una pasa— esto no cuenta para Hermione Granger, esa mujer pareciera que no envejeciera —, además de que puedes hacer idioteces sabiendo que esa gente en su vida te volverá a ver— en realidad sí, pero no pensarán que eres la misma persona que vieron hace años —. Pero creo que ya lo dije antes, el tiempo en sí es peligroso, jugar con él solo termina con malos finales, y créanme, se los confirmo.

Después de otra noche incómoda y horrible en aquella mugrosa habitación del Caldero Chorreante, llegó el día en el cual volvería a Hogwarts... o iría por primera vez, aún me confundo un poco sobre cómo se usan los verbos en estos casos, en los que hay un lío entre el pasado, presente e inmediato futuro.

No tuve que llevar mucho, solo tenía una pequeña maleta, que tenía más que suficiente— en especial gracias a mi hechizo ilegal de extensión indetectable, sorry not sorry Ministerio de Magia —, llevaba al menos dos pares de uniformes; unas cuantas pijamas que había comprado a las prisas el día anterior; mis productos de higiene personal— sí, quizás había sido un gasto innecesario considerando que en todos los baños de Hogwarts hay productos de higiene, pero créanme, esa porquería dejaba mi cabello horroroso —; unos buenos pares de zapatos y calcetines; y por último, y no menos importante— en realidad sí —, los útiles escolares, los cuales también había comprado a las prisas el día anterior, junto a mis zapatos y calcetines.

Tomé mi maleta y salí a las prisas del mugroso lugar, dejándole una pequeña propina a Tom, que el lugar sea un asco no significa que su atención haya sido mala. La lluvia de Londres me sorprendió a mitad de camino a la estación, pero seguí caminando de todas formas, estaba en otro tiempo, un poco de lluvia no era nada. Y por si alguno se lo pregunta, no, no consideré volver, sabía que si volvía tenía que ser justo en el momento en el que había viajado, lo que me dejaría en el despacho de mi padre con el giratiempo y alguien, probablemente él, en la puerta, dispuesto a darme un castigo generoso por haberlo desobedecido; además, aún no había visto a Hermione Granger, y por si no recuerdan, ese era mi objetivo.

Llegué a King's Cross completamente empapada y temblando de pies a cabeza, ignoré el sonido de mis dientes chocando entre sí por el temblor de mi cuerpo, y me apresuré a llegar al andén 9, de ahí encontré la pared entre ese y el andén 10, y una vez ahí, me dispuse a correr hacia la pared, con la esperanza de pasarla o de romperme la cabeza, desafortunadamente fue la primera opción, llegué ilesa a la estación, y me apresuré en subirme a mí y a mi equipaje al tren, que ya estaba preparado para comenzar a andar.

Anduve por el pasillo del vagón al que había entrado, y me adentré al primer compartimiento vacío que encontré, dejé mi equipaje en el piso y me apresuré a secarme con un hechizo que mi madre me había enseñado hacía un tiempo. El calor me invadió junto al alivio y la satisfacción cuando dejé de temblar de frío. Puse mis pies sobre mi equipaje y miré por la ventana, encontrándome con varios padres o abuelos o tíos o lo que sea, despidiéndose de sus familiares que irían al castillo. La vista me entristeció un poco, siempre lo hacía, en el pasado o en el futuro, de todas formas, mis padres nunca habían ido a despedirse, no importaba la línea temporal.

La guía del viajero en el tiempo, por Pansy ParkinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora