34-Carson

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¿Sirena?

Decir algo que era mejor callar










Al amanecer comenzamos a arreglarnos junto con KIMKA que viene a socorrerme gracias a Calen, con mi maquillaje. Le agradezco por las ropas que hace días me compró y digo que no tenía tiempo para ir a su dormitorio en persona. Con todo, lo cierto es que prefiero no toparme con ella si Calen no está presente. Sin embargo, horas después ansío la presencia de KIMKA porque temo a la proximidad de Calen.

Yo que me veo al espejo detrás del tocador noto su tacto a palma abierta en mi espalda. Que baja hasta halagar mis caderas con el toque de sus manos. De manera que cierro mis ojos para sentirlo mientras inhalo por mi nariz.

— Estás bellísima, Sirena.

Trago y absorbo el gusto a menta que desprenden sus palabras.

— ¿Sirena? ¿Ahora me llamarás así? –río al verle a través del espejo.

— ¿Te molesta?

Curiosea inclinándose junto a mí que engarroto los dedos de mis manos para responder.

— No me respondas con una pregunta...–repongo– pero no. Creo que no...

— Pues sí. Te llamaré así: Sirena.

Dicho esto me da un beso en un cachete. El cual, asienta la distancia entre los dos.

— ¿Ya estamos listos?

— Yo creo que sí. ¿Tienes regalos para ellos? –rastreo– Porque yo...no

— Tranquila, tengo y el regalo es de los dos, novia.

— Falsa.

— Ya lo sé. Camina.

Y al pasar por delante suyo me azota el culo. Volteo viéndole anonadada.

— Yo creo que eso es muy real –comenta.

— Mira –punteo– no te mato porque quiero ir a Estambul.

El viaje lo hacemos en un avión privado propiedad de Sberna, cosa que deduzco. Calen no me da explicaciones la verdad. Él se dedica a oír música con sus brazos cruzados y ojos cerrados. Me ignora en todo el vuelo y acabo durmiéndome. Luego, al despertar, el corazón parece como si hubiese aprendido a tocar bongó mientras viajamos en una limusina que deja entrever el paisaje de la Estambul nocturna.

— Yohj ve más despacio –pide Calen–, vamos bien de tiempo

Esto, al divisar sonriente mi rostro expresivo: de ranchera que ha salido de su entorno rupestre. Calen no solo queda saciado al sentir que vamos lento. No. Él me aparta de mi sitio para sentarme sobre él. Lo cual merita a que vea por la ventanilla mucho mejor, sin notar al instante lo fuera de lugar que está la postura. Con todo, ahí permanezco entre señalamientos mientras las luces se me reflejan en el rostro.

Calen besa uno de mis hombros por detrás.

Por tanto volteo para atestiguar que sonríe complacido de verme feliz. Entonces lo comprendo a cabalidad.

— Aceptaste la invitación por mí ¿cierto?

Creo que como los demás pedestales, Calen tampoco habría venido si estuviera solo.

— Solo por ti, Sirena.

Enfatiza para alcanzar mi cachete. De manera que al aceptar ese beso, me alejo. Tomo asiento a su lado con la distancia prudencial y creo que a él le pasa por la mente lo que a mí. En consecuencia, no habla más hasta llegar a la boda. O no; ni eso. Calen no me ha hablado en todo el tiempo de la ceremonia. Me pasea de un lado para otro, mientras saluda, habla, da apretones de manos y me presenta él. Yo sonrío a punta de gesto forzado.

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