Hambre de salvajes

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Llego y cierro la puerta de un tirón. ¡Qué hambre!

Bruce se comió mi desayuno, de nuevo, y me perdí el almuerzo escolar por estar terminando un proyecto que ni siquiera tuve que entregar hoy. ¡Menudo día!

Suelto la mochila en el sofá y corro hacia la cocina. Estoy que podría comerme un elefante asado. Aunque podrían meterme preso. Pero por poder... podría.

En fin, abro el refrigerador y...

—¡¿Qué demonios?!

Al parecer, hubo un asalto y solo fue a la nevera. Me aventuro hacia los estantes esperando tener más suerte y... ¡una caja de cereal!

—¡¡Ah!! —grito cuando la sacudo y sale una cucaracha.

Justo cuando voy a aplastarla con mi zapato, vuela. ¡¡La maldita está volando!!

Corro por mi vida hasta mi habitación y cierro la puerta con seguro.

—¡¿Dónde hay comida?! —suelto frustrado, agarrándome de los cabellos.

Seguro Bruce acabó con todo lo comestible. Como esta mañana cuando agarró mi sándwich. Aunque... un momento, ¡el sándwich!

Mamá hizo dos sandwiches extra esta mañana y yo tomé uno después de que mi hermano robara el mío. Recuerdo que estaba a punto de comerlo cuando él volvió a aparecer, así que lo eché en un recipiente con tapa y luego lo escondí; para que nadie —especialmente él— pudiera tomarlo. Solo tengo que ir a donde lo puse y...

—¡Olvidé donde lo puse!

Mi mente está en blanco. Demonios, soy más idiota que Bruce.

Después de minuciosamente buscar por: mi habitación, el baño, la sala (previamente verificando si eran "sitios libres de cucarachas"); no encuentro nada.

Nunca iría a la habitación de mis padres a esconder nada. Y eso solo deja un lugar más: la jungla. O mejor conocida como: la habitación de mi hermano.

Qué brillante mi cerebro. Ciertamente, el propio Bruce no buscaría ni organizaría nada en su hábitat. Pero, que yo lo haga, es una locura. ¡Temo entrar y pisar un animal muerto!

Con pasos sigilosos, voy y abro lentamente su cuarto. Asomo la cabeza. No hay moros en la costa. Pero huele a pies sudorosos.

Dejo la puerta abierta —con la intención de que se ventile— y comienzo a examinar el terreno con la vista.

Hay un montón de ropa encima de la cama, probablemente sucia. Voy a revisar el clóset y un balón cae, pegándome en la cabeza. ¡Genial!

Repaso las gavetas con rapidez. ¡Dios! Solo hay que ver lo que ese cerdo guarda. Hay calzones con manchas sospechosas; demasiadas revistas plaboy para mi gusto; ¡incluso una tanga! Pero lo que encabeza esta lista de anomalías es el pedazo de pizza que encuentro en el último cajón. ¡Asqueroso! Me alejo de esa cómoda de porquerías y estoy a punto de marcharme cuando... ¡recuerdo!

Me agacho rápidamente con gran sonrisa. ¡Al fin! Estiro mi brazo y agarro el recipiente de debajo de la cama. ¡Lo he encontrado!

—¡Luci!

Me caigo de trasero del susto que me llevo.

—¡¿Perdiste la llave?! —suelto, alterado por la repentina aparición de mi hermano a través de la ventana. ¿Qué demonios es esto? ¿Dawson's Creek?

—Algo así —responde simplemente y se me acerca.

Su actitud me deja sin palabras.

—Luci, ¿qué traes ahí? —Noto que su dedo está apuntando a mi sándwich. Lo escondo detrás de mí.

Microrrelatos y otros textos de una adolescente en cuarentenaWhere stories live. Discover now