Capítulo 2

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Voy caminando por una calle desierta de noche. Y lo noto.

Todo va cambiar de un momento a otro.

Siento el estallido por la sangre que corre en mis venas antes si quiera de notar aquella presencia a mis espaldas. Echo un rápido vistazo hacia atrás, y creo ver algo entre las sombras. Aminoro el paso.

La calle esta tan silenciosa que lo único que logro escuchar son los latidos acelerados del corazón. Debo mantener la calma. Y debo estar a salvo de inmediato. Afino los oídos, y creo percibir el sonido de algo al deslizarse. Muevo la cabeza para girarla y descubro con gran alivio el vacío. La ausencia de peligro. Muevo la cabeza al firme, ahora con mayor tranquilidad, cuando noto que algo toca mi brazo derecho. Es él. Ahí está. Un depredador a punto de atacar a su presa. Echo el brazo atrás e intento huir. Pero justo cuando mi cuerpo da una vuelta completa me veo bloqueada por otro enorme cuerpo. Estoy atrapada. Enredada cual mosca en una telaraña. Intento alejarme, pero me es imposible. Con torpeza doy un paso atrás impulsivamente, justo cuando noto que la mano del otro hombre me agarra el brazo izquierdo. Giro la cabeza para verle el rostro, pero ambos tienes la cara manchada de algo que la oscuridad no me permite vislumbrar. Ahora de cerca logro reconocer la pintura negra en sus caras. El olor se cuela por mis fosas nasales. Intento pensar rápido, cualquier cosa. Con mi rodilla golpeo en el costado al hombre que tengo enfrente. Suelta mi brazo derecho. Un segundo de vacilación de aquel hombre, algo tan simple como eso, me propició los segundos necesarios para darle con el talón al segundo hombre en alguna parte de su cuerpo. Lo oigo maldecir, cuando echo a correr por la calle.

Todo recto, y a la derecha, y estaría a salvo. Alcanzo la esquina. El corazón me va a mil, nunca me he sentido más viva que en este preciso instante. Pero entonces algo inesperado hace que todo se vaya al traste.

Giro a la derecha, cuando me doy de bruces con un tercer hombre. No tenía escapatoria. Algo que no puedo describir me recorre las venas, como una especie de cosquilleo que se va acrecentando. Un cosquilleo que parece propiciarme fuerza. Siento como si todo mi interior crujiera, como si todas las piezas estuvieran encajando. Todo se estaba reformando. Puedo sentir que algo dentro de mí está resurgiendo. La respiración se me acelera. Tengo la sensación de que voy a transformarme en algo, como en esas películas de hombres lobos.

El nuevo depredador en movimientos fuertes y rápidos me inmoviliza los brazos. Ajeno a todo lo que se estaba desencadenando en mi interior. Ajeno a aquello que estaba haciendo estallar.

-Inútiles, ¿Cómo se os ha podido escapar una estúpida e insignificante niña? –les grita escupiéndoles en la cara.

-No...nos pilló por sorpresa –Titubea uno de ellos.

No me habían visto capaz, y que caro les había salido ese error.

Mi cuerpo empieza a temblar. Me dan espasmos. No tengo control sobre él.

Cierro los ojos porque me molestan, como si hubiera entrado algo en ellos. Una punzada en la cabeza. Estoy cambiando, pero no siento miedo en absoluto. Entonces se me abren los ojos. Todo lo que veo a mi alrededor lo percibo de un modo diferente, con mayor resolución. Miro a los tres hombres con cara de asombro observándome atentamente. Echo un vistazo a mis brazos desnudos y no puedo creer lo que veo.

Por mis venas esta recorriendo algo de un color llamativo e intenso, una especie de morado o azul, que se ve a simple vista. El color era deslumbrante, hipnótico. Siento como si fuego circulara por mis venas, me abrasa la piel. Al parecer no soy la única que percibe aquel calor, pues el hombre que me sujetaba me suelta con un grito, como si algo le hubiera electrizado. Mi nariz no deja de expulsar aire. Tengo el corazón desembocado.

Echo a correr.

Me alejo de allí, y los dejo clavados en el sitio. Atónitos a lo que acaban de presenciar.

-¡Cogedla! Que no escape. –Grita el que parecía el líder de aquella banda.

Pero ya es tarde. Me siento como un pájaro que por primera vez alza el vuelo. Noto la brisa acariciarme el rostro. Noto como mis pies, más ligeros que antes, me alejan de allí a una velocidad que antes habría creído imposible. Recojo mis pelos para hacerme una cola, cuando toco mis orejas. Son enormes. Enormes y puntiagudas. Y debo reconocer que bajo todo aquel júbilo que sentía puedo sentir miedo ante toda aquella incertidumbre. A pesar de esa pequeña espina, no puedo evitar sonreír mientras dejo a aquellos hombre detrás incapaces de alcanzarme, junto a lo que había sido mi hogar durante tantos años.

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⏰ Son güncelleme: Jul 10, 2021 ⏰

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