El Hereje Negro

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Diccionario ravkano:

-Moya soverennyi: mi señora.

-Sankta: santa.

-Otkazat'sya: abandonados, aquellos que no son Grisha.

Una vez dentro del esquife, Irina pudo ver a Alina con los pies atados al suelo, aunque solo aquellos que se acercaran mucho a ella lo verían

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Una vez dentro del esquife, Irina pudo ver a Alina con los pies atados al suelo, aunque solo aquellos que se acercaran mucho a ella lo verían.

Irina caminó todo lo que pudo a ella antes de que Iván la detuviera.

-Moya soverennyi, por favor -pidió señalando al lugar donde Aleksander se había puesto, todo para que ella fuera a su lado.

Irina envió a Alina una mirada de disculpa antes de ponerse junto a su esposo. Detrás de ella, escuchó como los dignatarios de otros países estaban entrando.

Aquello la dio tiempo suficiente para revisar el esquife. No tenía tantos dibujos del águila doble, símbolo de Ravka, sino que había un número más grande de eclipses.

Se centró en la Invocadora del Sol.

Con cierta rabia, Irina comprendió que cuando Aleksander dijo a Alina que nunca más volvería a vestir una prenda negra, lo decía en serio. La Invocadora del Sol debería haber llevado un asombroso kefta que reflejara su poder y estatus. En cambio, Alina llevaba su típico kefta azul con bordados dorados.

Parecía bastante común para ser una Sankta.

Una vez todos subieron al esquife, Zoya inconvocó al viento y los envió hacia delante. En menos de un minuto se habían adentrado en la Sombra.

Irina muy pocas veces había estado en su interior. Tan solo si era necesario moverse para ir a otras localizaciones, como Os Kervo o Kerch. Sino, intentaban rodearla. Aunque no se sabía qué camino era más complicado.

Sin embargo, una cosa estaba clara, la sensación de temor y desconfianza siempre la seguían al hacer estos viajes. Una sensación extraña porque desde que tiene memoria, ella había estado protegida en las sombras. Allí no.

-¿Los percibes? -cuestionó Aleksander mirando a Iván, que mantenía las manos frente a él.

-Aún no hay latidos, señor -informó el Mortificador.

Pero la ansiedad comenzaba a recorrer el esquife. La gente estaba nerviosa. Mucho más cuando el sonido de los volcra se hizo más cercano.

-Ya vienen -susurró Alina atemorizada.

-Sí -reconoció Aleksander sin darle más importancia.

Alina miró a Irina en busca de respuestas, pero esta no tenía ninguna. Ni ella misma sabía en qué estaba pensando aquel hombre. Las siluetas de los volcra aparecieron sobrevolando sus cabezas. Irina observó a los otkazat'sya que había tras ellos. Sus rostros eran de puro terror.

-Haz algo -pidió a Aleksander.

Este se giró para mirarla, pero no hizo nada más. Desesperada por todas sus negativas, Alina comenzó a convocar su poder. El general lo notó al instante.

-No -negó con un agarre duro en su hombro-. Recuerda quién manda -dijo con vehemencia antes de usar el poder de Alina. Un túnel de luz se abrió paso entre las sombras, protegiendolos de los volcra. Alina casi se cayó por el poder que había usado en un momento-. Ahora tu poder es mío.

Alina lo miró con horror, deseando que aquello fuera una pesadilla. Se giró para buscar apoyo en Irina, pero esta se había acercado silenciosa a una de las esquinas del esquife.

La Invocadora de sombras observó las antiguas ruinas del santuario en el que un día los Grisha se ocultaron. Allí había sucedido todo, donde casi muere, donde casi fueron capturados, donde Aleksander creó la Sombra.

Una mano se apoyó en la de ella. Al girarse, se encontró con la mirada de su esposo. Era una llena de seguridad y con un objetivo claro.

Secó sus lágrimas silenciosas con la mano libre.

-Nunca más, Irina. Nunca más seremos asesinados. El mundo nos respetara -prometió.

Detrás de él, la mujer podía ver Novokribirsk. Antes de que el esquife saliera de la Sombra, se detuvieron. La gente se puso nerviosa una vez más.

-¿Por qué paramos? -cuestionó uno de los dignatarios.

-Una demostración más -habló el general negro acercándose de nuevo a la parte delantera-. Habéis visto lo que puede hacer la Invocadora del Sol. Ahora contemplad lo que puedo hacer yo con su poder -habló con fuerza girándose para enfrentar a la ciudad.

-No pienso hacer lo que pretendes -amenazó Alina, aunque dudaba ya si podía evitar que usara su poder.

-Tú ya has cumplido. Ahora me toca a mí.

Movió ambos brazos hacia delante, convocando sus sombras. Los bordes de la Sombra se movieron hacia delante, como un monstruo que amenazaba con devorar a todos. Los gritos de terror llegaron poco después. Daba igual cuanto corrieran los civiles. Todos fueron devorados por aquella negrura.

-¡No! -gritó Irina al ver todo eso.

Corrió hacia delante convocando sus propias sombras para controlar todo aquello. No pasó nada. Se miró las manos antes de mirar a Aleksander. Una mirada fue suficiente para ambos: solo él podía controlarlo.

-¿¡Pero qué has hecho!? -gritó Alina antes de extender su túnel de luz, dejando a la vista los desiertos muelles de Novokribirsk junto a unos pocos volcra que fueron quemados por la luz.

-No, de eso nada -ordenó Aleksander agarrando su muñeca y obligando a su poder a retraerse, cerrando ese túnel. Pero una nueva amenaza se cernio sobre el general.

Lo sintió incluso sin verlo. Irina convocó sus sombras y empujó a Aleksander lejos de Alina, golpeandolo contra la cubierta del esquife. Los dignatarios de los otros países se sorprendieron de esa actitud. Mikhaylova era la segunda al mando del ejército Grisha. No pensaban que iría contra su superior.

Irina fue a liberar a Alina cuando su corazón comenzó a latir a un ritmo más lento. Cayó de rodillas al suelo, apretando su mano en el pecho. Al mirar hacia arriba se encontró con la mirada de Iván. Por primera vez en sus muchos años de servicios, no parecía alegrarse de hacer tal cosa.

-Lo lamento, moya soverennyi -susurró, dejando que solo la escuchara ella.

Aleksander se había incorporado por fin, acercándose a Irina. La agarró en sus brazos.

-¿Por qué? -susurró suavemente.

Los ojos de Aleksander se volvieron más oscuros.

-Son traidores que intentaron matarte. Esto son las represalias.

Aquello no era el Aleksander que conocía desde que era niña. Aquel hombre era el temido Hereje Negro, aquel que había asesinado a miles de millones a causa de la Sombra. Irina pasó la mano por su mejilla. Aleksander se apoyó en ella, disfrutando de su calidez.

-Lo siento mucho -susurró Irina.

Siento mucho no haberte convertido en una mejor persona, fue lo que no dijo.

Aleksander cogió su mano y besó su palma. Luego volvió a levantarse dirigiéndose a los dignatarios.

-Hoy redibujaremos todos los mapas. Con el poder de la Invocadora del Sol a mis órdenes, yo controlo la Sombra y a sus monstruos. Puedo moverla a la frontera que desee, engullir cualquier puerto, consumir cualquier ciudad. Contad en vuestros países lo que habéis visto. Contadlo en Fjerda, decidlo en Shu Han. La guerra contra Ravka ha terminado. Todos los países se someterán a nosotros, ¿quién nos desafiará ahora?

Entonces, Mal lo desafió entrando en cubierta con una pistola.

Total Eclipse of the Heart [Shadow and Bone]Where stories live. Discover now