13. Berkhoff

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El ambiente en esta habitación es sofocante, el frío se encaja a mi piel a través de cada poro y avanza desde la punta de mis pies hasta mi nuca.

Quiero moverme, cerrar mis ojos para intentar huir de lo que está ocurriendo...es imposible, estoy atascada en este cuerpo que ha dejado de obedecerme y se ha convertido en una gélida prisión de la que no veo una forma de escapar.

El tiempo se ha convertido en un concepto estúpido, un sinsentido que, mientras yazco en el sucio piso de esta habitación, comienza a parecerme de lo más ridículo. ¿Cómo es que antes solía pensar tanto en ello? Mis días y noches marcadas por el tiempo que tenía o no libre, por las horas que dedicaba a tareas estúpidas en lugar de disfrutarlas con...ella.

Repentinamente, estoy en todos lados y puedo verlo, oírlo y sentirlo todo. Estaba equivocada, no es que mi cuerpo haya dejado de obedecerme...es que mi cuerpo ya no existe, ha dejado de ser algo humano desde hace mucho, mucho tiempo.

Ahora soy esta cosa...esta estructura de madera antigua, podrida en las partes más profundas y también renovada en las partes más concurridas.

Me he convertido en el hogar de alguien ¿no es cierto? Una y otra vez he llegado a esta conclusión y, aun así, tiendo a olvidarlo y volver a este ciclo de desesperación en el que no sé cómo mover mi supuesto "cuerpo"

Mi conciencia se desplaza por cada habitación, por cada rincón de este lugar al que esta familia y sus sirvientes llaman hogar. Y mientras más avanzo, mientras más observo cada detalle de toda una familia y vidas enteras ante mí, la rabia crece y crece, las ramas de este odio que me corroe se adhieren a cada recoveco de esta casa, de mi nuevo yo.

Hoy hay algo diferente...un aroma, una presencia especial. La curiosidad de saber de qué se trata se vuelve prácticamente una urgencia, sé que debo averiguarlo antes de que mi conciencia (o lo poco que queda de ella) se destruya en mil pedazos y dolorosamente a la mañana siguiente, vuelva a reconstruirse pieza por pieza.

La hija de Berkhoff acaba de despertar bruscamente...estoy segura que la chiquilla es quien más puede sentir mi presencia.

Con el cabello dorado echo una maraña y los pies descalzos, la niña corre fuera de su habitación, jadeante y sudorosa. Puedo escuchar su corazón latir con fuerza contra su pecho y no lo puedo negar...encuentro satisfacción al ver lo asustados que pueden llegar a ponerse con tan solo una repentina briza gélida o un murmullo de mi voz.

La presencia ha comenzado a hacerse más fuerte y si me concentro lo suficiente, puedo sentir en qué parte de la casa o los terrenos está. Luego de un rato, logro ubicarla...primero escucho y siento una ligera pisada sobre la tierra en el acceso a la mansión, el casi imperceptible sonido hace eco en mí y casi percibo lo que solía sentir cuando tenía un cuerpo de carne y hueso: escalofríos recorriéndome por completo.

Hay otra presencia que acompaña a la primera, no obstante, no es tan especial y notoria, simplemente está.

Cuando entran de lleno al lugar, finalmente puedo verlos. Se trata de una mujer rubia, puedo sentir que de ella proviene aquella fuerte sensación que pude percibir y, por el contrario, su acompañante —un hombre alto con el cabello oscuro— es de quien emanaba aquella presencia tan común.

La ira me corroe, sé que Berkhoff planea algo y tan solo de imaginarlo quiero destrozarlo todo. Que no quede ni un solo rastro de los Berkhoff y cualquier ser que se asocie a ellos.

El Hombre en el Paso de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora