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Mi corazón casi estaba en mi mano junto al anillo, los nervios eran más intensos que aquella vez cuando le dije que seamos novios. Mi amada llevó sus manos a su rostro  y sus ojos se humedecieron. Su respuesta fue un rotundo Sí. Nos dimos un abrazo y concluimos con un tierno  beso aquella velada. Nos quedamos otro poco ahí, recostados mirando al cielo, tomados de la mano. Luego tomamos todas las cosas y nos dirigimos de vuelta al pueblo para ir a descansar. 

Quién lo diría, el pobre bufón del pueblo más olvidado de toda la región no solo  había disfrutado el mejor año de su vida en compañía de su dulce amada,  sino también estaba a punto de casarse con ella.

 Sin duda, hay muchas cosas que el dinero no puede igualar, el amor es una de ellas. Agradezco haber sido el pobre más rico de todos, el amor de la chica del vestido olivo es invaluable y a pesar de aquello lo pude conseguir sin haber gastado una sola moneda de oro. Tenía el tesoro más valioso de todos. 

 El viaje de regreso a casa fue un poco silencioso pero cuando llegamos a la casa de los Khattab ya había anochecido y pasamos la noche hablando sobre la boda, los cambios en la casa, los hijos que tendríamos. Surgieron planes  que  nunca habíamos  pensado hasta aquel día. Teníamos una vida entera para llevarlos a cabo. Ese era nuestro sueño. 

Desde aquel día, ella fue poco a poco mudándose a la casa donde vivía y empezamos a convivir  juntos. Cada mañana desayunábamos y  cuidabamos de las ovejas y las cabras.  Cuando el sol estaba en lo alto íbamos al mercado a comprar las verduras que nos hacían falta, el resto lo recolectábamos del huerto que estaba detrás de la casa. Luego del almuerzo quitábamos un poco el polvo de las librerías del Señor Amir. Cada cierto tiempo llevábamos un par de libros y nos sentábamos a leer bajo la sombra de algún árbol de olivos  por un par de horas, antes de salir a realizar el espectáculo diario. Esa era nuestra rutina día con día, la mayoría del tiempo era así, en ocasiones  dejaba de lado mi presentación y  prefería ir a comprar algo de mermelada y pan  o en ciertas ocasiones  un pequeño vino y nos íbamos a recostar en las colinas del este para conversar lo que nuestro corazón expresaba, los planes de la boda o únicamente para disfrutar de la compañía del otro mientras veíamos como el sol se ocultaba en el horizonte. Siempre llevaba conmigo el laúd y me la pasaba cantando a mi futura esposa, era mi pequeño público pero el más importante de todos. Admito que me  encantaba  su forma de bailar al ritmo de cada caótica melodía. El danzar de sus manos al son de cada nota me enamoraba.  Me cautivaba ver como sus pupilas se iluminaban luego de escuchar cada canción. Si me preguntaran  a mí  qué significa el amor, sin dudarlo, respondería que es ver feliz a la otra persona, sobre todo si es junto a ti.  No cabe duda, amar y ser amado, es de las cosas más bellas de esta vida.  Es de aquellas cosas que nunca iré a olvidar. 

Continuamos durante varias semanas así, reuniendo con cada atardecer una moneda más para la boda, llegamos a vender alguna que otra oveja para reunir algo extra. Aquello nos llenaba de alegría; imaginar llevar una vida juntos como esposos, con nuestros hijos. Nos hacía bastante  ilusión pensar aquello. De tanto en tanto también volví a trabajar para varios pueblerinos, cada moneda nos ayudaba y nos acercaba más a nuestro sueño. 

EL IMPRUDENTE BUFÓN Y LA EXTRAVAGANTE PRINCESA Where stories live. Discover now