2: Los demonios de Anita - La visita

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Me encontraba sentada al frente de mi ventana mirando al cielo, a los árboles, buscando que la naturaleza me reconforte; pero mi rostro expresaba tristeza. Solo podía observar de lejos todo lo que antes me hacía sentir más viva: tocar las plantas, sentir el calor del sol quemando mi piel etc. Eran días en los que el mundo se había paralizado un ochenta por ciento, días en los que aquellos que decían valorar la vida y la libertad al igual que yo, debían ser los más conscientes con el deber de cumplir las medidas de protección determinadas por el gobierno. Para poder disfrutar de "todo" pasando la época de pandemia que azotaba al mundo.

Entonces a esta pequeña revolucionaria le quedaba permanecer en casa y alejarme de todas esas actividades que antes me reconfortaban. En este encierro y soledad estaba yo y mis demonios, a los cuales pondremos al descubierto en este capítulo.

Lo contaré en tercera persona:

El primero era uno que la hacía poner histérica, buscar el perfeccionismo cuando ella creía que era necesario, acelerar sus tiempos, sobre exigirse, a este se le conocía como "estrés". En realidad es el demonio que más la ha perseguido día tras día desde que Ana decidió combatir con su rebeldía interna. La pequeña olvido que este ya le había traído problemas de salud, uno de ellos la gastritis, pero el más grave sin duda alguna, eran las lesiones cutáneas, para ser más específicos Acné. Pero ni aun así, pudo parar la imposición de este demonio, Anita opto por auto medicarse para combatir de manera externa sus lesiones en el rostro y decidió seguir durmiendo al lado de aquel demonio que no necesitaba en su cama, pero ella se aferraba a él como si no tuviera otra opción de compañía.

Diez días después llego la visita de uno que hace mucho tiempo no merodeaba los pensamientos de Anita, toco la puerta de su estabilidad de cartón y amenazaba con tener mucha furia. Así que temerosa decidió dejarlo entrar, este hizo que Anita se centre en todo lo negativo que estaba ocurriendo en el mundo, que vuelva a rechazarse por su aspecto físico y que solo focalice su pensamiento en ello. Paranoia estaba feliz, disfrutando que la pequeña se acostara tarde a dormir, se levantara de 2 a 3 veces en la madrugada, tenga una que otra pesadilla, se despertara muy temprano sin lograr volver a dormir, observando como recurría a los medicamentos como pastillas para descansar por las noches. Hace mucho tiempo no lo hacía. Ana era fuerte, sabía que era una recaída, pero lo que no sabía era ¿Por cuánto tiempo más?

Ya eran 2 demonios contra una sola Ana, sin embargo aún faltaba hacerse presente el más agresivo de todos, el más egoísta. Aparentemente era tarde en la vida de la pequeña, ella había atravesado diferentes etapas para disque superarlo y no pensó que tendría que volver a decidir si era bienvenido o no una vez más aquel demonio, y en esta ocasión Anita estaba perdiendo la facultad de decisión, así que fueron estrés y paranoia los que recibieron a depresión con los brazos abiertos. Este conocía más a la pequeña que cualquiera de los demonios ya mencionados, siempre convivía con ella como una sombra, sabía que Anita podía fingir y hasta creer por momentos superarlo y evitarlo. Así que decidido dejar de ser sombra una vez más, pedir la bienvenida a los otros y atacarla rápido, no esperar más.

Pasaron dos días en los cuales no podía concentrase en su trabajo, las ganas de llorar la invadían porque pensaba en todo lo negativo que estaba ocurriendo y en que había valido una mierda todo sus estudios, proyectos; si el mundo se estaba "viniendo abajo" por una pandemia. Empezó a quitarle el sentido a su vida, en tan solo dos días, pero lo que más la atormentaba era verse al espejo, sus lesiones cutáneas habían aumentado, el dolor en su piel hacia que recuerde a cada momento que estaba atravesando por una transformación una vez más, y debido a que paranoia estaba en casa no podía dejar de pensar todo el día en eso: en que se convertiría en un monstruo, que la empezarían a rechazar. Se arrodillaba más de una vez haciendo técnicas de respiración, y en otras ocasiones jalándose los pelos. Mirando las cuatro paredes de su habitación, estaba perdiendo el Ámbar.

La opción para ya no sentir todo ello era sencilla, dejar de existir. Esa era la mejor arma de depresión y estaba decidido a atacarla rápido porque la tenía acorralada con ayuda de los dos otros. Pero este demonio olvido algo, él siempre había sido la misma sombra, Ana ya no era la misma niña de 14 años, ni de 16 que se autolesionaba, ella había atravesado y buscado muchas salidas de él. Mientras que este siempre volvía con los mismos cuentos, ella conocía esos cuentos y alternativas. Lo más importante, tenía la experiencia de que podía salir de eso y dejarlo ahí como una sombra, menos poderosa que ella.

Solo necesitaba de silencio y de realidad, en grandes cantidades. El egoísta de Depresión la cegaba, no le permitía ver que había gente muriendo de hambre por la pandemia, como gente muriendo por la infección del virus (covid - 19), entre otras cosas fatalidades. Ella no estaba en ninguna de esas situaciones, ni nadie de su familia. Tenía que ver "lo peor de los demás" aunque muchas veces hacer eso es secundario para cualquier persona con depresión, cada quien vive su realidad.

Pero Ana tenía que reconocer que al final de todo lo que ocurriera, de donde sea que se encontraría, con quien fuese que este, siempre en la soledad estaría ella misma, y no podía seguir ocultando sus miedos ni a sus demonios. Los vacíos que lleno con actividades fueras de casa, eran los mejores para ella, los ama y los extraña. Pero era momento de convivir con sigo misma y sus demonios. Algo más importante, ella era la madre de todos ellos, hay varios que ni se han mencionado en este capítulo, pero que Ana reconoció hasta aquí con cuanto alimenta a cada uno de ellos, porque lo necesario no era desaparecerlos y mucho menos desaparecerse, sino, aprender a vivir con ellos, y para que vivan había que alimentarlos, pero solo con lo necesario, así las fieras no crecen demasiado y pueden vivir bajo su dominio.

Después de esto recién pudo ver las oportunidades que aun tenia de demostrase así misma lo capaz que era en llevar proyectos, y de muchas cosas, dicho sea de paso tenía que esforzarse en el trabajo para poder seguir manteniéndolo.

Estoy más que segura que después de estas visitas tan desagradables y a su vez necesarias, Anita iba a poder encaminarse y no perder el ámbar en su mundo interno y menos aún en el externo.

Pero, ¿Por cuanto tiempo más?...

Abril 2020
(Texto escrito en el día 46 de cuarentena por Ana Lucia).

Los pensamientos de Anita y María LuisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora