Capítulo XXXVIII

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La luz del sol se cuela por la ventana, y no puedo seguir durmiendo, me levanto y me acerco a la ventana para darle una mirada al mar, es el último día de nuestra escapada, lo que significa que ya es tiempo de volver a la realidad. Saco de la maleta la ropa que me pondré y camino al baño veo que el teléfono de Emiliano está vibrando, mostrando en el identificador el nombre de Patricia, resoplo molesta y sin darme cuenta ya tengo el teléfono en mis manos.

<<No Bianca, no seas tóxica que él no es tu novio>> Me regaño, pero los celos son un sentimiento que te carcome por dentro y te obligan a hacer cosas que no debes.

Salgo al balcón y contesto.

—Más te vale que tengas una buena escusa para no contestarme en todo el fin de semana—escupe la víbora del otro lado del teléfono.

—Hola Patricia—me limito a decir y todo queda en silencio.

—¿¡Qué haces con el teléfono de Emiliano!?—grita—¡pasamelo ahora!

—Esta durmiendo como un bebé—digo con tranquilidad —no ha dormido bien estas últimas noches—alardeo sin control. La escucho resoplar.

—Entonces ya caíste en su cama—se burla—pobre Bianquita, ¿de verdad crees que eres diferente al resto de nosotras?—no contesto y ella continúa —eres tan ingenua y estúpida.

—Te aseguro que somos mucho más que simples amigos con beneficios—le digo y me digo a misma. La escucho reír y quiero entrar por el teléfono para tirarle todos los dientes.

—Sí, eres más estúpida de lo que pensé.

—Di lo que quieras, pero ¿con quien esta ahora? Cada vez que ve tu número en el identificador de su teléfono desvía la llamada, siempre estaré primero que tú grabatelo en la cabeza—grito y cuelgo.

No debí contestar ese maldito teléfono,  entró y lo coloco donde estaba, no sé porque dije esas cosas, si estoy muy consciente de que lo mío con Emiliano no va a pasar de hoy. Me desvisto y entro en la ducha.

Escucho a Emiliano entrar al baño y salto. Asomo la cabeza por la cortina de la ducha.

—¿Qué haces aquí?——pregunto sorprendida.

—Voy a cepillarme los dientes—señala el cepillo lleno de pasta dental.

—¿No puedes esperar que termine?— Soy demasiado mañosa cuando uso el baño, me gusta mi privacidad, Elenna le encantaba entrar al baño y hacer pis mientras yo me bañaba, ¡lo odiaba!

—¿Por qué? ¿te da miedo que te vea desnuda?—dice con malicia.

—No me gusta que me vean bañarme—admito incomoda. Escupe y se limpia la cara. Solo tiene el bóxer puesto, y se ve extremadamente sexy.

—Se me antoja bañarme—informa y niego con la cabeza.

—No te atrevas—advierto y se dibuja en sus labios una sonrisa traviesa, se acerca a la ducha y corre la cortina en un movimiento.—¡Emiliano!—grito y me tapo con la mano.

—¿Por qué te averguenzas? Anoche no te daba vergüenza que besara cada parte de tu cuerpo —se mete bajo el agua conmigo y siento como mis mejillas arden.

—La luz estaba apagada—admito en un hilo de voz.

—Yo amo tu cuerpo, no quiero que te avergüences conmigo—me besa el cuello y mis piernas se vuelven gelatina—¿Te enjabono?—asiento automáticamente con la cabeza.

Me enjanoba la espalda y me acaricia con suavidad, luego me pone bajo el agua, lo beso en los labios con ternura, me toma del cuello y me aparta.

—Solo vine a bañarte—dice y lo miro extrañada—nos acabamos los gorritos— informa y suelto a reír a carcajadas.

Déjame EnseñarteWhere stories live. Discover now