Capítulo 37

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En la noche después del delicioso banquete, Lyra y sus amigos se fueron a la sala común pero más tarde el profesor Dumbledore mandó a que los estudiantes de Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin que volvieran al Gran Comedor.

Nadie entendía nada, salvo Lyra que por lo que oyó a su hermano sobre que Sirius Black entró al castillo.

Con un movimiento de la varita, Dumbledore envió volando las largas mesas hacia las paredes del Gran Comedor. Con otro movimiento, el suelo quedó cubierto con cientos de mullidos sacos de dormir.

—Felices sueños —dijo el profesor Dumbledore, cerrando la puerta.

Lyra se metió en su saco de dormir, dispuesta a descansar pero Draco se acomodó a su lado ya que Blaise lo estaba molestando por su pésima salida con Pansy.

—¿Tan malo ha sido? —inquirió Lyra riéndose.

—Es horrible, Jamie —gruñó Draco—. Ya no volveré a invitarla.

—Eres todo un rompecorazones.

—¿Entonces para qué la invitaste? —cuestionó Theo y chasqueó la lengua. Aunque a Lyra le pareció que sabía muy bien por qué—. Te dije que vinieras conmigo y con Blaise pero como no me hiciste caso...

—O sea que tengo que hacerte caso todas tus intuiciones, ¿no? —dijo Draco.

—Nunca me equivoco —afirmó Theo orgulloso sí mismo.

—¡Voy a apagar las luces ya! —gritó Percy—. Quiero que todo el mundo esté metido en el saco y callado.

—¡Buenas noches, Percy! —gritó Lyra con diversión y se ganó un sonrojo de él.

Todas las velas se apagaron a la vez. La única luz venía de los fantasmas de color de plata, que se movían por todas partes, hablando con gravedad con los prefectos, y del techo encantado, tan cuajado de estrellas como el mismo cielo exterior.

Durante los días que siguieron, en el colegio no se habló de otra cosa que de Sirius Black. Las especulaciones acerca de cómo había logrado penetrar en el castillo fueron cada vez más fantásticas; Hannah Abbott, de Hufflepuff, se pasó la mayor parte de la clase de Herbología contando que Black podía transformarse en un arbusto florido.

El tiempo empeoró conforme se acercaba el primer partido de quidditch. Flint, el capitán de quidditch de Slytherin, canceló el primer partido contra Gryffindor poniendo la excusa de que su buscador aun tenía el brazo lesionado.

—¿Por qué no me lo has contado, Draco? Yo podría reemplazar tu lugar en el partido —se ofreció Lyra.

—No lo había pensado —reconoció Draco—. Nunca te vi interesada en formar parte del equipo y menos de ser buscadora.

—¿Y si hablamos con Flint?

—Podemos intentarlo solo porque quiero ver como juegas en contra de Potter por la snitch —justificó Draco.

Fueron al Gran Comedor y encontraron a Flint hablando con el resto de su equipo, entre ellos estaba Adrián. Tal como había dicho a Draco, Lyra se ofreció con una gran sonrisa forzada en su rostro a remplazar en su lugar y pudo ver que esa idea no era lo que le gustaba Flint.

Después de un silencio incómodo, Flint rechazó la idea por lo que dejó a Lyra indignada ya que solo porque no era tan fuerte como los demás.

—Yo creo que estás exagerando, Flint —intervino Adrián frunciendo el entrecejo—. Además, estamos hablando de una Potter.

—¿Y?

—Pues que los Potter tienen una habilidad con el Quidditch, es una gran ventaja.

—No jugaremos en el primer partido y tampoco va a remplazar a Malfoy —aclaró Flint.

—Ojalá te besen un dementor por machista —gruñó Lyra y se marchó.

Llegó a su clase de Defensas Contra las Artes Oscuras, abrió la puerta y se sentó en la primera fila aun furiosa.

Poco a poco la clase se iba llenando y Lyra se preguntaba si su padrino iba a dar la clase por la luna llena. Theo y Blaise se sentaron en la segunda fila mientras murmuraban. Entretanto, Draco se dejó caer en su silla y miró a Lyra.

—Olvídate de lo que te ha dicho Flint, es un idiota —susurró.

—No entiendo como es capitán cuando a otros lo merecen.

—¿Cómo quiénes?

—Adrián Pucey, ¿verdad, Lyra? —habló Blaise con intención de molestar a Draco.

Y lo logró.

—No seas chismoso, Blaise —lo reprendió Theo mirando a Draco y a Lyra a modo de disculpa.

Draco puso los ojos en blanco e ignoró a los tres muchachos pero Lyra no quería verlo de mal humor así que le acarició su mano.

—Silencio todos —comenzó una voz fría que Lyra no tardó en reconocer, era Snape—. Sacad vuestros libros y abrid la página 394.

—¿Y el profesor Lupin? —preguntó Daphne Greengras.

—No se encuentra bien para dar clase hoy —dijo Snape con una sonrisa
contrahecha.

Lyra abrió la página que el profesor Snape ordenó y apretó sus puños cuando vio que trataba de hombres lobos.

—Hoy veremos hombres lobos... ¿Quién de vosotros puede decirme cómo podemos distinguir entre el hombre lobo y el lobo auténtico?

Todos se quedaron en completo silencio.

—Señorita Potter, ¿nos lo puede decir?

Lyra miró de reojo a sus compañeros que esperaban a que explicase y suspiró. Solo rogaba a que nadie se diera cuenta de las indirectas del profesor Snape pero ella quería ganar unos puntos para su casa.

—¿No sabe distinguir entre el hombre lobo y el lobo auténtico? —insistió Snape y eso le sacó de sus casillas.

—Un hombre lobo tienen la capacidad de transformarse en un lobo en apariencia y naturaleza, al haber sido mordidas por un hombre lobo en su forma de lobo en el momento de la luna llena. El hombre lobo se transforma bajo la influencia de la luna llena.

—Bien, veinte puntos para Slytherin.

Cuando el timbre sonó por fin, Snape los retuvo:

—Escribieréis una redacción de dos pergaminos sobre las maneras de reconocer y matar a un hombre lobo. Para el lunes por la mañana.

GREEN EYES | D.M Where stories live. Discover now