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Querido diario:

Jongin me invitó a una fiesta en su casa. No quería ir, pero mamá insistió en que lo hiciera.

Al principio todo iba bien, hacía buen clima y la noche parecía prometedora. Pero apenas llegué a la fiesta, me di cuenta que no debí haber ido allí.

Seguramente Minho también pensó lo mismo en cuanto me vio. Sus ojos se abrieron sorprendidos en el instante en que su mirada se cruzó con la mía. Y sí, fue solo por un instante. Porque estaba con ella, y si estaba con ella no tenía que mirarme. Era un pecado que lo hiciera.

Aunque, siendo honesto, desearía que nuestras miradas nunca se hubieran encontrado.

Desearía nunca haberme perdido en sus ojos de la manera en la que lo hice. Quizás así dolería un poco menos.

Solo un poco.

𝚊𝚞𝚐𝚞𝚜𝚝Onde histórias criam vida. Descubra agora