Capítulo 3

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—Y por más que me guste estar aquí, así contigo… —musita, acariciando mi espalda con una mano mientras que la otra colocaba un mechón de mí cabello suelto detrás de mí oreja—. Tenemos que salir, la gente comenzara a preguntarse en donde estas.

Aunque él pudiese tener toda la razón, no quería salir de aquí en este preciso momento. Quería quedarme aquí, donde podíamos estar tranquilamente, sin la necesidad de fingir que no sentíamos nada el uno por el otro. Aquí, solos, en la intimidad de la casita del embarcadero, podíamos sencillamente dejarnos ir.

Con mi mano, recorro su mejilla con lentitud.

—Sal tú primero —murmura, tomando mi mano con la suya—. La gente notara tu ausencia más rápido que la mía —añade y dejo un corto beso el dorso—. Yo iré un segundo más tarde.

—De acuerdo. —me levanto de su regazo y él se levanta luego.

—Ese primer baile es mío, recuérdalo —musita, guiñándome un ojo seguido de esa sonrisa pícara y juguetona—. Ahora vamos, ve —se inclina levemente hasta quedar cerca de mis labios—. Te amo.

—Yo también te amo —su colonia vuelve a llegarme con fuerza, recordándome lo exquisito que era.

Me besa de nuevo antes de que bajásemos las escaleras tomados de la mano. Luego, nos separamos al salir. Mis padres esperaban en la mesa en la que siempre se sentaban. Por suerte, Ted aún no había llegado. Desde la distancia, observo como Josh llega hasta su mesa y toma asiento al lado de una despampanante mujer de rubios cabellos, quien, para mi opinión, lleva un antifaz muy extravagante y exagerado para su rostro. Un pequeño brote de celos borbotea dentro de mí al ver como ella le sonríe y se muestra coqueta. Iba a matar al responsable de la re-organización de los puestos.

Tenía que disimular el hecho de que no me importaba aun cuando la sangre me hirviera por dentro.

—Cariño, ¿todo bien? —volteo hacia mamá, quien me mira con atención y me doy cuenta de que tenía el ceño fruncido. Su antifaz, hecho en tonos dorados, es una pieza única. Regalo de papá, por supuesto.

—Sí, sí, es solo que siento que deje algo en casa —miento. No podía decirle que quería arrancarle el cabello a la idiota que coqueteaba con mi novio.

—Bueno, seguramente no es nada importante —papá, quien se encontraba de pie al lado de mamá, rodea su cuerpo con uno de sus brazos.

Aun después de todo tiempo que llevaban juntos seguían comportándose como dos adolescentes recién enamorados. Esperaba, confiaba, en que Josh y yo llegásemos a ser como papá y mamá.

—Hola, lamentamos la demora, Lily no lograba conciliar el sueño.

Ted, de la mano de Amanda, aparece de la nada. Amanda lucia despampanante con su vestido azul oscuro. Tenía el escote palabra de honor y el largo del vestido estaba hecho en capas, dando un asombroso efecto al caminar. Su antifaz plomo hacia que sus ojos se vieran más azules que de costumbre. Justo como ocurría con Ted y su antifaz negro.

—No te preocupes cariño, aún no hemos empezado —musita mamá, acercándose a ambos para estrechar a Ted entre sus brazos. Luego, abrazo a Amanda con cariño.

—Hola Phoebe —saludo Amanda, acercándose para abrazarme.

—Hola Amy —saludo, devolviéndole el abrazo—. Teddy —musito, sintiendo una pequeña opresión en el estómago al no saber si mis saludos serían devueltos como estaba acostumbrada. Mis nervios se calmaron a medida de que una sonrisa nacía en los labios de Ted y se acercaba hacia mí, para estrecharme con fuerza entre sus brazos.

—Hola Fifi —musita, depositando un corto beso en mi frente.

Supongo que él tampoco quiere que nuestra familia note lo incomodo que hemos estado últimamente. Al separarnos, recorro con la mirada a todos los presentes y papá nos observa intensamente con esa mirada inquisidora. La que te da cuando algo no lo convence del todo y siento como mi estómago se contrae nuevamente.

Las Sombras de mi PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora