Tae Tae

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A pesar de tener su sueño cerca, los días pasaban y pasaban para Bel, pero nada iba tan diferente como se esperaría. Las ansias por extender sus alas y salir a conocer el mundo, a veces, podían más que ella. Sentía como si la monotonía se hubiese estancado sobre ella; entre el trabajo, los estudios, los jueves de tarta de limón y las pocas conversaciones con su mejor amigo Tae. Él era su persona preferida en el mundo. Mejoraba sus días de manera automática, en las pocas ocasiones que podían quedar para verse.

Tae no disponía de mucho tiempo libre. Su trabajo en el teatro local como actor, cantante y asistente del director y compositor, lo mantenían muy ocupado. Aunque su carrera apenas despegaba y aun no era muy reconocido, Bel estaba muy segura de que pronto su mejor amigo llegaría alto y alcanzaría todos sus sueños.

Para Bel, Tae era la persona más talentosa que había conocido en la vida, y lo apoyaría hasta el final. A pesar, de que a veces su mejor amigo se comportara como un tonto...

—¡Beeeeel! ¡Beeeeeel! —Tae entró en la cafetería justo a la hora del cierre. Cuando Bel debía apurarse a limpiar su área de trabajo, antes de irse, y dejar los recipientes de azúcar, sal y pimienta listos para usarse al día siguiente—. ¡Tarada, ven! Vamos, que se hace tarde. Rápido... ¡Rápidoooo!

Bel miró a Tae desde atrás de la barra que dividía el área de la cocina, y se avergonzó frente a sus compañeros que murmuraban y se reían de la actitud bulliciosa de Tae, mientras terminaban con sus labores.

—Tae, ándate afuera y espérame ahí, por favor —le pidió entre dientes, con los ojos bien abiertos y las mejillas sonrojadas—. Ya casi termino.

—¡No, no, no, no, no! —el castaño se acercó a la barra con sus manos en posición de plegaria—. Tenemos que irnos ya.

—Dame dos minutos.

—¡Es de vida o muerte!

—¡Kim Taehyung...! —le advirtió.

—Ok, ok... Pero apúrate.

En cuanto Tae salió de la cafetería, Bel terminó de rellenar los contendores de especias, se quitó el delantal y lo lanzó en su casillero a la vez que azotó la puerta del mismo y salió corriendo a la calle, sin despedirse de nadie. Tampoco es que el ambiente laboral fuese tan bueno como para tener consideraciones con sus compañeros.

Bel notó que Tae no estaba esperándola fuera de la cafetería como le pidió. En cambio, un coche lujoso y, por lo tanto, sospechoso, llamó su atención; en ese pequeño pueblo en que vivían, la gente no solía comprar ese tipo de autos.

Estaba estacionado en la acera de enfrente. Tenía las luces intermitentes encendidas y las ventanillas polarizadas arriba. El coche giró en su dirección y se detuvo a unos pocos pasos más adelante de donde ella permanecía parada. Cuando Bel se dio cuenta de que la persona en el vehículo, tenía intenciones de dar marcha atrás, cruzó la calle, entró en una tienda de conveniencia y se escondió detrás de una máquina para preparar café, junto a la entrada. Dejó pasar alrededor de un minuto hasta que decidió asomarse por el ventanal de la tienda hacia la acera de enfrente. El conductor del auto había bajado las ventanillas, pero la penumbra del interior no le permitía ver su cara. Se debatía entre dar por hecho que se estaba comportando paranoica, o que en realidad el conductor del coche era un psicópata buscando una presa fácil, cuando sintió un aliento cálido detrás de su cabeza. La inercia la hizo girar y soltar un puñetazo en la nariz de la persona tras ella.

—¡Aigooo~! ¡Bruta! —chilló una voz aguda, pero a la vez masculina.

—Pero... ¡¿qué?! ¡Tae! Me diste un susto de muerte, ¡estúpido!

—¡¿Que yo qué?! —sujetó su nariz con ambas manos y parpadeó muchas veces. Sus ojos lagrimeaban mucho—. Tú, acabas de destrozar una de mis mejores herramientas de trabajo.

—Lo tienes merecido por asustarme así... A ver, déjame verte.

Bel le revisó la nariz con cuidado de no lastimarlo más, pero uno de sus dedos tocó la parte más sensible del golpe, sin intención.

—¡Eres una salvaje! —Tae le alejó las manos de su cara de un manotazo.

—¡Ush! No te pasó nada.

—Queda solo una hora para se estrene mi única oportunidad de tener éxito por primera vez en mi vida, y tu vienes y me jodes la nariz como la mayor boba que eres —sollozó, la tomó de la manga de su suéter y la arrastró por el pasillo de las galletas y los pastelitos—. Ahora, como castigo vas a pagar todas mis municiones anti pánico escénico.

Bel puso los ojos en blanco, pero se resignó,

—Ajam... ¿Por qué no me esperaste afuera de la cafetería como te pedí? —le recordó, mientras veía el montón de barras de chocolates, pastelitos rellenos de crema y gomitas, que Tae iba tomando de los diferentes estantes—. Un psicópata casi me secuestra.

—¡¿Qué?! —el castaño se giró a verla con el ceño fruncido. Pero a los dos segundos, soltó una carcajada—. ¿Qué loco se atrevería a secuestrarte? A ti, seguro que te devuelven a los diez minutos, te piden disculpas de rodillas y te pagan con tal de aceptes que no van a llevarte.

—Ya, mejor cállate...

Bel le arrebató las cosas que llevaba entre los brazos y se dirigió a la caja registradora, con Tae doblándose de risa, caminando tras ella. Pagó la comida chatarra y se la entregó en una bolsa de plástico, de mala manera

—Vámonos. ¿Qué no tenías prisa, payaso?

—Depende... ¿Ya te controlaste o a él también lo vas a golpear?

—¿Él? ¿Quién?

Tae sonrió con picardía y empujó a Bel por los hombros hasta la salida de la tienda.

—Ya verás.

✨ borahae ✨

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borahae

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Masita de limón🍋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora