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 —Manu, perdonáme. Anteayer en el bautizo...No hice nada, no fui capaz de defenderte mi amor...—se excusaba. Terminando de darle los besos en el cuello que le debía de la fiesta, cuando se intentaron amar en la casita.

—No importa...Seba no importa, ya pasó, ya pasó—consolaba el chileno herido, recibiendo al amante cobarde y traicionero entre sus brazos.

Manuel debía regresar a su país nuevamente y Sebastián no podía evitar su partida. En ese cuarto de hotel, después del trabajo del supervisor, iban a terminar su asunto pendiente.

—Yo te amo, no sólo te quiero para garchar ¿Entendes? Te amo, te amo—repetía abrazándolo con fuerza.

¿Podía creerle? Manuel se estaba cayendo de aquella plácida nube de amor, sintiendo el vértigo de la realidad, dándose cuenta de que podría resbalar al vacío. Quizás su relación con el rubio no tenía futuro, quizás se convertiría en la número diecisiete de su nefasta colección de amores fallidos.

—Mi vida... ¿Me permites demostrarte cuanto te amo?— Sebastián preguntó tomando su mano y guiándolo a la cama.

Manuel no respondió, sólo sintió lastima por los dos. Sintió lástima de Sebastián, pues el rubio parecía no entender el problema. Con su gran inteligencia no era capaz de comprender la diferencia entre el amor y la complacencia.

Sintió lástima por sí mismo. El hombre que devoraba tiburones empresariales no era más que un pequeño krill cuando se trataba de amor. Estaba tan enamorado que se dejaba humillar y menospreciar sólo para sentir la piel vibrante de su amado.

Entonces, hicieron el amor en ese cuarto pagado, en un ajeno hotel. La culpa de Sebastián y la decepción de Manuel se evaporaban al calor del sexo. En una experiencia fantástica, ambos se entregaban completamente, ambos exploraban cada tacto como si fuese el primero y a la vez el último.

—Te~...amo~—exhalo el chileno, desfalleciendo en su orgasmo.

《Te amo aunque sea el segundo, aunque no me des mi lugar. Te amo más que mi propio orgullo, más que a cualquier atisbo de dignidad. Simplemente te amo》Pensó exhausto y sudoroso, recuperándose en el pecho de Sebastián, escondiéndose en sus pectorales como un niño bajo las sábanas. Tapando la realidad como si ésta fuese a desaparecer por el simple hecho de no querer verla.

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Habían pasado unos días desde que Manuel regresó a su país. Cierta melancolía le hacía mirar por la ventana de su habitación para suspirar de amor y resignación.

Era el amante, una caricatura, el chiste recurrente de un mal humorista, el patas negras inmoral y destructor de hogares. Podía soportar las burlas y prejuicios, ya tenía la suficiente autoestima para ello. El problema inquietante y silencioso era Luciano, más concretamente sus posibles reacciones. Manuel no sabía de los golpes que recibía su amante "ocasionalmente" pero aquella voz agresiva que escuchó desde su escondite y el miedo con el que respondió Sebastián elevó la sospecha.

《No me compro esa imagen del matrimonio feliz y perfecto que dices tener con Luciano. El weón te pega, ¿No es así? Estoy seguro que ese moretón en el brazo te lo hizo él. Vi cómo trata de controlarte, como te pellizca cuando algo le molesta.》recordó aquella vez que lo encaró en su departamento, la primera vez que hicieron el amor, y se dió cuenta que Sebastián no respondió a esa pregunta, si no que la evadió agresivamente.

El silencio otorga y los silencios de su amante gritaban por ayuda.

Tenía que ponerse aún más proactivo con respecto a la situación, ya no podía esperar que Sebastián reaccionara. Veía, con mucho pesar, que su amado rubio ya no era ese chico orgulloso y decidido, los traumas de su vida le habían vuelto un hombre más temeroso y reservado. Entonces era su misión, como amigo y novio secreto, sacarlo de ese matrimonio.

El mejor de mis errores [UruChi +18]Where stories live. Discover now