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VENUS DISPARÓ LA flecha hacia la pareja de amigos, el amor ya estaba naciendo en ellos y ella sólo les dio el empujón final. Miró enternecida como él chico la besaba lentamente para luego confesarle su amor. Antes de que algo se aclarará, la chica fue llevada dejándolo con una mano en sus labios y una sonrisa. Soltó un suspiro viéndolo, lo que más quería en el mundo era un amor real y bonito. Que alguien la ame sin la necesidad de disparar una flecha.
—¿Enamorada, Venus? —rodó los ojos con una pequeña sonrisa antes de girarse hacia la ya muy conocida voz.
—Enamorada del amor, querido Jackie.
Él rodó los ojos al escuchar el sobrenombre, pero había un atisbo de sonrisa en sus labios.
—Interesante enamoramiento tienes, amor —dijo balaceándose en su dirección. Una sensación cálida se instaló en su pecho al escuchar el apodo que usaba solamente para ella.
—Se podría decir que no es el único que tengo —habló con voz suave mientras ambos se acercaban de manera juguetona.
Siempre coqueteaban, pero ambos sabían que era sólo de juego. Era divertido pero sus sentimientos estaban cambiando de manera drástica y Venus no sabía por qué.
—¿Ya terminaron, tortolos?
Miró a Conejo salir de entre las sombras y sus mejillas se colocaron de un tono más rojo de lo habitual. Dio unos pasos hacia atrás para separarse de Jack lo más discreta posible. Nunca le gustó que vieran mientras coqueteaba con alguien, siempre la tachaban de aprovechadora e intentaban inculparla de arrojar una flecha hacia ellos. Algo que nunca había hecho, no se aprovecharía de su don de esa manera. Y menos para conseguir algo tan puro como lo es el amor.
—Conejo, que oportuno —ella notó una pizca de frustración en las palabras de Jack..
Para hacer su trabajo bien tenía que prestar atención a cada detalle. Mirar bien sus ojos para ver a través de su alma, eso fue algo que siempre amo, mirar su alma y ver la pureza en sus sentimientos.
Una corazonada la hizo girar hacia el sur, así se guiaba ella, por su instinto. Siempre la llevaban a parejas con brillos sin igual al mirarse. Todas las parejas se amaban al comienzo de la relación, pero a veces había algo que desviaba ese amor por mucho tiempo y terminaba de romperlo. Y eso la dañaba, si muchas parejas rompían a la vez ella se debilitaba considerablemente. Y si dejaban de creer en el amor ella podía morir.
—Bueno; fue un placer verlos, pero tengo una parejita que juntar —dijo haciendo una reverencia antes ellos de manera divertida.
Antes de poder emprender su camino un escalofrío le recorrió y sus piernas se doblaron, unos brazos la tomaron antes de llegar al suelo. Sin separarse saco su medidor personal, el cual mide a las personas en el mundo que creen en el amor, por ende, en ella; este disminuía de manera considerablemente a una rápida velocidad.
