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Un viernes por la noche puede sonar fantástico, las clases terminan, el trabajo termina, todo termina.

Un viernes por la tarde significa el inicio de unas mini vacaciones, es un lapso de tiempo más corto, pero mejor.

Así que sí, todo mundo adora los viernes por la tarde, todos menos Phuwin, un antipático oficinista que siempre se queja de su patética vida, pero nunca hace nada por mejorarla.

Es normal para Phuwin ver cómo cada viernes todos en el trabajo apresuran sus manos y el trabajo atrasado de unos cuatro meses lo hacen en quince minutos solo para salir más temprano e ir a morir en algún bar de mala muerte de alguna calle dónde se venden sustancias sospechosas de dudosa procedencia.

Le parece increíble ver cómo toda esa bola de asalariados provocan una estampida frente a las puertas de sus empleos.

Sí él fuera un asalariado normal y promedio, seguramente ya se encontraría comiendo barbacoa mientras bebía cerveza con los amigos que probablemente tendría.

Pero no, él solo es el chico que usa los viernes para tomarse su tiempo y hacer que su trabajo sea excelente, pues es un poco ambicioso y busca un ascenso.

Entonces, Phuwin no entiende que es tan asombroso de los viernes, es un día cualquiera, es decir, empiezas temprano como en un lunes, tienes tanto trabajo como en un jueves, te gritan por olvidar las carpetas como en un martes y tal vez tires accidentalmente el café sobre el tipo que podría despedirte como en un miércoles.

Nada especial.

Además, se le hace demaciado tortuoso anhelar tanto un día para después ver y ser conciente de como ese día se va como agua entre las manos mientras el alcohol recorre tu sangre en cantidades mortales.

Y después, después tienes que empezar de nuevo, tus vacaciones no duran más que dos días y una noche, dónde si no cuidas tu tracero, probablemente terminarían encontrándote en alguna habitación que no es tuya en lo absoluto.

Los días son peligrosos, pero más los viernes por la noche, con cualquier sustancia o bebida, podrías estar visitando a Lucifer.

Así que sí, es verdad que para Phuwin los viernes sólo son un día más en el extenso calendario.

Es por eso que justo ahora se encuentra dentro de su oficina dándole los últimos retoques al archivo y lo guarda en Drive, en sus archivos de la computadora que usa en el empleo, en su laptop, en su celular y en la nube que maneja la compañía de su teléfono.

Él es un tipo responsable y cuidadoso, porque hombre prevenido vale por tres.

Guarda sus cosas en el portafolios que suele usar, también se quita los lentes y los pone en un lugar seguro, no quiere volver a gastar su salario en un nuevo par.

Mira su teléfono, las diez cuarenta y siete.

No tiene nada que hacer y personalmente considera que es temprano.

Se toma su tiempo para salir de la oficina, en el camino se encuentra con la única persona a la que usualmente le dirige un saludo pero que considera es su mejor amiga, Prim.

De repente piensa que sería buena idea invitarla a comer, ya que la última vez, ella le invito unas papitas.

-¡Hey, chico de las gafas!- grita la chica adelantadose a sus pensamientos -¡Invítame ramen!

Phuwin ríe por el curioso apodo, pues desde que la chica le conoció maldiciendo a sus torpes pies por hacerlo caer provocando la desgracia de sus lentes, le bautizo así.

-De acuerdo- accede sonriendo -Pero solo si tú pagas el bus.

Prim asiente con una gran sonrisa, ambos salen de la empresa y caminan por las ajetreadas calles, no saben a dónde ir, solo saben que más adelante se encontrarán con el novio de Prim, Phuwin supone que él les recomendara algún buen lugar.

lights ; 𝗽𝗼𝗻𝗱𝗽𝗵𝘂𝘄𝗶𝗻Where stories live. Discover now