Sí, mi rey.

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Sí, mi rey.

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Daymin

 En el lugar más bonito del mundo, sobre la colina más grande, entre los montes más verdes y debajo del cielo más azul, se encuentra el reino de Seúl. En ese lugar habitan las mejores personas que alguna vez pudieses encontrar, los campesinos son nobles y trabajadores, las mujeres las más bellas que alguna vez hayas visto, los niños tan inocentes y soñadores, los viejos los más sabios y respetados del lugar, y la nobleza, ¡oh!, la dulce nobleza.

El reino de Seúl se caracteriza por tener los mejores nobles, de esos que no son superficiales ni corruptos, sino unos buenos y solidarios. Simplemente son los mejores, tan amables y amorosos con su pueblo, por algo se habían ganado el respeto, amor y adoración de todos.

— ¡Ji Yong, deja eso ya! Debes ayudarle a tu padre. —El joven se sobresaltó y dejó a un lado el lienzo improvisado de esa mañana.

—Sí, madre. —Reverenció y, después de acomodar bien sus ropajes, salió corriendo hacia las concurridas calles del pueblo, donde ya su padre le esperaba con la carreta llena de rosas. Sonrió a su padre y juntos se encaminaron colina arriba.

El pueblo de Seul siempre estaba muy activo, pero justo esa mañana, más que cualquiera otra, las personas corrían de un lado a otro, alistándolo todo para la tan esperada tarde. ¿La razón? Dentro de unas horas sería la coronación del príncipe Seung Hyun, quien pasaría a tomar la corona de su padre como rey.

Lamentablemente el rey había muerto unos meses atrás, por lo que el príncipe debía suplirle. Habían sido días tristes para todo el reino, por lo que esa mañana todos se mantenían lo más alegres posibles y así brindarle el apoyo a los nobles.

Ji Yong y su padre llegaron rápidamente al castillo, el señor Kwon entregó un pequeño papel a los guardias, quienes los dejaron pasar. El señor Kwon era el mejor jardinero de todo el reino de Seúl, por lo que los reyes siempre le pedían arreglos florales, justo como ese día, que llevaba toda una carreta llena de flores para la gran ceremonia de coronación.

Ji Yong no podía evitar mirarlo todo, el castillo era su lugar favorito en el reino y, aunque sólo había entrado un par de veces y por muy poco tiempo, le resultaba encantador. Era maravilloso, de ensueño.

—Buenos días, su alteza. —Saludó el padre de Ji Yong reverenciando, cosa que el menor imitó.

Era la reina, quien había tomado el gesto de salir a recibir las flores. Siempre lo hacía, a ella no le importaban mucho las clases sociales, era gentil con todo el mundo.

«Como una madre, la madre de todos. »

Ji Yong apenas y pudo esbozar una apenada sonrisa, siempre conseguía sentirse cohibido ante la belleza y porte de la reina, a pesar de que ésta siempre era tan gentil.

Mientras el señor Kwon terminaba la entrega, Ji Yong no perdió el tiempo, y siguió mirando, con la misma esperanza de siempre: Poder ver al príncipe Seung Hyun. Pero al no ver a nadie más se volvió a sentir decepcionado.

El príncipe Seung Hyun era la persona favorita de todo el pueblo, se decía que era la persona más dulce y encantadora de todas, tan solidario y muy apuesto. Ji Yong jamás lo había visto, ni una sola vez. Se decía que desde que era niño, el príncipe Seung Hyun solía escaparse del castillo y salía a caminar entre las personas del pueblo, obsequiándoles cosas, incluso después de que creciera siguió haciéndolo, sin discriminar a nadie.

Ji Yong se sentía la persona menos afortunada al nunca verle, además de que el príncipe solía acercarse más a las chicas, con las cuales es muy popular por su belleza. A veces Ji Yong deseaba ser una mujer, una muy linda y bella, para poder conocer al príncipe.

Sí, mi reyOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz