Capítulo II

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Oyó a Ryo y Ohara gritar desde la entrada de la vivienda. Se dirigió hasta allí apresurada a ver qué sucedía, mientras secaba sus manos en el delantal que tenía. 

Al salir, descubrió el motivo, por el cual terminó sonriendo. Kyojuro Rengoku acababa de llegar.

Los menores estaban agarrados de los brazos flexionados del chico de cabellos rubios con mechones rojos, sin tocar el suelo y los tres riendo. El cazador de demonios giraba lentamente, haciendo que sus hermanos le repitieran una y otra vez que lo habían extrañado. Aquella era una forma de saludarse que tenían.

—¡_____! ¡Hola!— exclamó sonriente al verla a unos metros de ellos.

Bajó a los niños y despeinó un poco sus pelos, así ir a donde estaba la muchacha.

—Hola, Kyojuro— devolvió el saludo mientras ladeaba ligeramente su cabeza.

Los más pequeños llegaron y se abrazaron a las piernas del pilar, tironeando un poco de su pantalón hacia los costados para llamar su atención. Al lograrlo, él bajó la vista a ellos, apoyando sus manos sobre sus cabezas.

—Queremos ser cazadores de demonios como tú, Rengoku— mencionó Ryo, haciendo un puchero como su hermano.

—Chicos, justo hablamos de ésto anoche y les dije que no— se cruzó de brazos, evitando sonar como la malvada en aquella historia.

Kyojuro la vio un momento para volver a ellos, así volverles a sonreír.

—En un futuro veremos si siguen queriendo serlo. Tal vez sea temporal— mencionó con una sonrisa a la par en que cerraba sus ojos, intentando calmar a la muchacha con lo que dijo, lo cual apenas logró.

—Bien, ya dejen de molestarlo. Vayan y sigan jugando.

Habló cuando vio que sus hermanos se separaban de Rengoku algo molestos con lo que dijo, hasta que vieron que al abrir sus ojos, guiñó uno, haciendo que volvieran a sonreír y salieran corriendo a continuar jugando con los juguetes occidentales que le habían traído los mayores la tarde anterior.

 —Desean con todo ser cazadores y usuarios de la respiración de la flama— soltó un pequeño suspiro mientras negaba apenas, escuchando como el recién llegado reía por eso.

—Nunca creí ser influencia para ellos.

Por su grata sonrisa, no pudo evitar imitarla a su manera. Lo invitó a pasar, luego de también haber saludado a Akina que cargaba en su espalda a la niña de tres años, intentándola hacer dormir un rato ya que por la noche poco descansó.

—¿Y cómo has estado?

Interrogó mientras se dirigía a preparar algo de té para tomar mientras conversaban.

—Bien, no he tenido muchas cosas que hacer estos días, pero todo realmente bien. No podía esperar más para poder venir a visitarte— comentó, siguiéndola.

—Que bueno saberlo— sonrió, colocando agua para calentar y quitarse el delantal —, y yo también te extrañé bastante. Y no sabes cuánto todos los demás— dijo con algo de gracia, haciendo que el apellidado Rengoku riera.

—¿Pero tú me has extrañado más, cierto?— prrguntó asomándose un poco por uno de sus hombros, sin borrar la mueca positiva de sus labios.

—¿Qué respuesta esperas recibir?— respondió con otra pregunta, viéndolo por el rabillo del ojo.

—Un sí.

—Estás en lo correcto— soltó una risita al oírlo festejar.

—¿Y tú cómo has estado, _____?

23 ABRAZOS |Kyojuro Rengoku y tú|Onde histórias criam vida. Descubra agora