Te gusta no? Imagina que...

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Veinte finos dedos, diez de cada una de las dos doncellas y cinco de cada una de sus manos. Ellos recorrían y jugaban entre las cedas y los listones de un vestido tan bordo como un vino guardado en una colección de mas de cincuenta años.

Cuando terminaron de cubrir tu cuerpo entre finas telas y bellos encajes los dedos viajaron hasta tu cabello para enredarlo, trenzarlo, torcerlo y peinarlo. Los adornos se llevaron la atención de la luna, dejando celosas a las estrellas; bellos rubíes que de las manos de un comerciante africano fueron finalmente a parar al rededor de tu cuello, los colgantes iban a la par de la gargantilla, una misma piedra partida en tres te decoraba esta noche. Estraces rojos se enredaban entre las finas cerdas de tu cabello y al caminar parecía que el mismo demonio lloro lagrimas de sangre sobre ti, era un belleza inigualable, la debilidad de la maldad... es esta una combinación peligrosa...

María Antonieta de Austria era una mujer que en la historia se la recordaría como un fino y caprichoso narciso, bella y extravagante como ella solo eran sus fiestas y este día es especial.

La noche de los amantes, una vez cada año la luna es bañada en una espesa luz roja consecuencia de un extraño fenómeno... fenómeno que Antonieta no dudo en dejar pasar.

Las piedras del suelo brillaban ligeramente húmedas bajo la tenue luz de los faroles. El carruaje estaba resplandeciente, dos caballos tan blancos como la nieve tiraban de el y un escolta guiaba su camino. Con adornos de oro, perlas de marfil y madera pulida; asientos de terciopelo y escalones de hierro. Este era un carruaje digno de transportarte.

Al arribar al Palacio de Versalles ataste una mascara a tu cara, por hoy nadie reconocería a nadie, y solo aquellas dos almas que la luna escogiese bailarían bajo su luz carmesí, sellando la alianza de la noche de los amantes.

Dentro del palacio los techos parecían tan altos como el mismo cielo y el piso recién pulido actuaba como un espejo para quien desviase su vista hacia abajo.

Las personas reían y tomaban de copas con bordes bañados en oro, María Antonieta se deslizaba entre sus invitados cotilleando y bromeando con la gente de alta clase, no era difícil reconocerla, la anfitriona era la única cuya identidad no se escondía detrás de una mascara.

La música clásica se mezclaba entre voces y el calor ce concentraba en la sala. Cuando un hombre calló repentinamente y su mirada se poso sobre ti, una mujer lo noto y volteo a verte, pronto un silencio pesado invadió el ambiente y miles de pares de ojos reflejaban el color de la sangre en su mirad. 

La música seguía sonando... decidiste que mejor seria salir de allí, rápidamente te escabulliste hacia los patios del palacio y el rumor de tu sombra viajo entre los labios de los invitados. 

Afuera el coro de los grillos reemplazó a los violines, violonchelos y al piano de cola, las flores de colores parecían los invitados y el viento generando un murmullo al rozar sus pétalos la charla que a lo lejos se escuchaba. 

Una circunferencia de pétalos y hojas rodeaba un suelo de mármol iluminado por los faroles a sus costados. En su centro diste vueltas y el vestido siguió tus compases, el baile de un vals con un compañero invisible. Con los ojos cerrados y una sonrisa en el rostro llego a tus oídos un carraspeo. De repente la burbuja se rompió y la sonrisa se esfumo, tus pies quedaron quietos y los destellos carmín que generaban los rubíes al moverse se apagaron.

Una esbelta figura enfundada en telas caras y dos mocasines del cuero mas extravagante fue lo que enfocaron tus ojos. Un joven de cabello revuelto y una sonrisa amable te contemplaba justo donde el mármol se mezclaba con el césped. 

No hicieron falta palabras únicamente sonrojos y miradas curiosas. Cuando él avanzo unos pasos y al quedar frente a ti extendió su mano, su voz pronuncio seis palabras enjauladas en dos signos de interrogación. 

- ¿Me concedería este baile Dama Roja? - 

Una pregunta atrapad entre sonrisas cómplices. 

- Por supuesto que si Caballero de la Noche -

Una risa broto entre ambos y al rozar sus dedos una electricidad recorrió sus cuerpos. Su mano izquierda en tu cintura y tu mano derecha en su hombro. 

Comenzaron lentamente a bailar una pieza en tres cuartos, un vals interpretado por grillos y el murmullo de los pétalos de las rosas mas rojas. 

Pronto la luna fue empapada por la sangre de dos corazones que latían en un mismo compas.

Y fue entonces que los rubíes volvieron a parpadear, las cedas volvieron a flotar y la burbuja te volvió a encerrar, mientras tanto un pacto silencioso se firmo entre esas dos almas que danzaron bajo el brillo de la luna roja.



Te gusta no? Imagina que.... (One shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora