Amantes del bosque

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Érase una vez, en un reino muy, muy lejano, una hermosa y joven llamada Svetlana. Ella tenía un cabello dorado al que le gustaba mucho adornar con flores rojas. Era amable, ingeniosa y amada por casi todos en el reino. Ella no era solo una chica como cualquier otra en el mundo, pues ella era la Tsarevna (*) del reino.

Svetlana vivía en un gran palacio con muchas cúpulas doradas y tenía todo lo que quería, excepto una cosa: aventuras.

Se dice que una noche, decidió huir de su habitación en la torre más alta. Ella anudó unas mantas y las usó como cuerda bajar hacia el jardín.

Caminó por el jardín y notó que algo se movía entre los arbustos de arándanos. Ella se acercó a las plantas y vio a un chico de su edad. Su nombre era Dmitri. Él no tenía casa para vivir ni comida. Estaba robando bayas, pero también robó la atención de la princesa.

Comenzaron a hablar todas las noches y una amistad creció entre ellos. Ella comenzó a añadir bayas a los adornos de su cabello, como muestra de aprecio hacia él.

Pasaron las semanas y ambos se enamoraron. Ella solía escaparse del jardín con él y regresar antes del amanecer.

Si bien Dmitri no tenía mucho, tenía un lugar feliz: un pequeño bosque de alerces. Conforme pasaba el tiempo, este se convirtió en el lugar feliz de ambos.

Una noche, el zar descubrió que la habitación de su hija estaba vacía y que faltaban muchos arándanos en el jardín. Entonces, llamó a los guardias reales para que persiguieran al ladrón.

—¡Encuéntrenlo y acaben con él!—Les dijo el monarca a los guardias y ellos salieron a buscarlo.

En la mañana, Svetlana y Dmitri estaban jugando con los pájaros en el bosque.

—Quiero estar aquí para siempre. La naturaleza es mi lugar —dijo Svetlana a su amado.

—Y quiero ser tuyo para siempre. Mi lugar está contigo —le respondió él.

Los guardias encontraron a ambos muchachos en el bosque y apuntaron hacia el chico con sus bayonetas. Ellos dispararon.

Lo que sucedió a continuación fue mágico. Ella abrazó fuertemente a su amante y recibió el disparo en su lugar. Él se convirtió en alerce y ella en una enredadera, rodeando sus ramas. Un manto de flores y bayas cubrió todo el lugar. 

 Hoy en día, las bayas de esta planta son famosas por su habilidad de curar, pero también lo son porque son imposibles de cultivar, pues solo crecen en el bosque, inseparables de su amado alerce...

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(*) Tsarevna: Palabra derivada de Zar (emperador), usada en Rusia para referirse a la hija de un emperador antes del siglo XVIII.

(*) Tsarevna: Palabra derivada de Zar (emperador), usada en Rusia para referirse a la hija de un emperador antes del siglo XVIII

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