XXI

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Capítulo 21
Bomba dorada


La nieve caía como enormes pompones de algodón desde el cielo. Nunca había visto copos tan grandes. Era el clima usual del reino Azgar, el reino del hielo. Como estaba cerca de Rusia, el país donde habían visto por última vez a Krishna, lo usábamos como base principal para nuestra operación. Kaleb, Rayna, yo, y los cien hummons sin reino que había contratado.

Alrededor del mundo, las tropas de los cinco reinos aliados estaban desplegadas y ocultas. Listas para neutralizar los ataques sorpresas de las fuerzas de Krishna, o para atacarlos directamente cuando encontraban una de sus bases.

Krishna estaba utilizando a los humanos comunes y corrientes, además de hummons. Buscaba formas bastante creativas de introducir chips en sus cuerpos. Por ejemplo, filtrarlos en los sueros de los hospitales cuando les administraban cualquier medicamento a los pacientes. O, incluso, había descubierto la manera de hacerlo mediante bebidas gaseosas (esas cosas nunca traen nada bueno, estaba confirmado).

Los conflictos internacionales subían sus escalas; Rusia y China estaban generando la tercera guerra mundial contra el resto de los países potencias, y todo gracias a que las fuerzas tecnológicas de Krishna los manipulaban cerebralmente. Creaban caos, y nuestra sospecha era que cuando el caos estuviera en su punto máximo, revelarían la existencia de los hummons, para terminar de colapsar todo. 

Krishna y su gente quedarían como los buenos, y nosotros como los enemigos. Así controlarían al mundo en su totalidad. Los humanos quedarían como unos meros sirvientes de la "raza superior".

Además de todo eso, Theo no me hablaba. Mantenía a sus agentes muy cerca de mí. Yo no daba ni un paso sin que él supiera, pero no me había dicho ni hola desde que la reina aprobó mi plan descabellado con los sin reino.

Genial.

―Amor, ¿cómo quieres proceder? ¿Por la mañana o en la madrugada? ―Escuché una voz lejana.

―Rubia sorda, ¿escuchas o tienes sucios los oídos? ―Rayna me dio un golpecito la nuca.

―No me llames amor ―gruñí por lo bajo. Agité la cabeza y subí mis ojos hacia Kaleb, Rayna y el jefe asesino de los sin reino, Volkov. ―Por la madrugada. ―Tragué saliva―. Tenemos que asegurarnos de que todas las tropas ataquen a los soldados de Krishna al mismo tiempo, para...

―Dispersar sus fuerzas y proceder con nuestro plan secreto, lo sé, querida mía ―completó Kaleb―. Aunque gozo de una maravillosa cara llena de juventud, no nací ayer, tú eres la aprendiz. ―Me sonrió de oreja a oreja.

Rayna emitió un ruido de desagrado.

―Sí, co-como sea. ―Mis dientes castañearon―. ¿Cuántos malditos grados hay en es-este lugar? ―Miré hacia un termómetro en la pared de la sala dónde estábamos reunidos. ¡Menos treinta!

Cielos. Ni las seis capas de ropa térmica me salvaban.

―Demoleremos la base rusa de laboratorios de Krishna. Además del plan secreto, de destruir todos los chips y zonas de control posibles, cortas cabezas, sacarles las tripas a quien se nos cruce, y darles los corazones a los malditos cerdos, ¿algún otro requerimiento, princesa? ―preguntó Volkov, pestañeando falsamente inocente.

―Me gusta este tipo ―comentó Rayna, apuntándolo con su dedo pulgar.

―No maten a los humanos. Están bajo efectos de Satanás.

El jefe me hizo una reverencia exagerada.

 ―Como usted ordene, alteza.

Rodeé los ojos.

Princesa de sangreWhere stories live. Discover now