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CAPÍTULO 22
El origen de todo


Las fuerzas de Krishna estaban dispersándose y debilitándose. Una tras otra fuimos descubriendo y destruyendo las bases durante los días siguientes. 

Todo aquello dejaba grandes líos políticos con los humanos. Frente a esto, los hummons (los reyes y Consejos) tenían que intervenir sigilosamente para amortiguar la tensión, sobre todo cuando ya había humanos que profesaban sobre "los extraterrestres que están entre nosotros".

Siempre aparecían nuevos ataques, nuevos países en líos. Parecía que Krishna tuviera un mundo subterráneo de cucaracha asquerosa donde se escondía. Pero algo era claro: sus movimientos estratégicos eran cada vez más desesperados y frágiles. Incluso ya habíamos obtenido patrones, y con eso pudimos frustrar muchos ataques antes de que ocurrieran.

Un día miércoles de octubre, caminé temprano por las heladas calles de la ciudad de Azgar, el reino de hielo. Había acabado el desayuno y tenía un poco de tiempo para analizar ciertas cosas antes de la próxima reunión online con mi abuela, Arturo Jatar, y varios miembros del Consejo de diferentes reinos.

La capital de Azgar era imponente. Enormes edificios con puntas de lo que parecía hielo se alzaban en las calles. Todo parecía relucir en frío y escarcha. Sus habitantes llevaban ropa de moda con pieles (esperaba que falsas) y botas térmicas. Parecían publicidad a una marca invernal de lujo.

Sus calles, amplias y heladas, estaban bien cuidadas. El lugar era hermoso, pintoresco y muy organizado. Había muchísima actividad comercial, pese a estar bastante al norte del globo terráqueo. Estaban bien desarrollados. 

Fui dándome cuenta de que era un reino estricto con sus leyes y costumbres, y algo machista, puesto que era normal que un hombre tuviera relación con más de una mujer, pero no al revés.

Y por otro lado...

No había vuelto a hablar con Theo. Lo veía a lo lejos, entrenando o comiendo, o cuando alguna situación era demasiado peligrosa, y yo no estaba pensando bien en los riesgos... Ahí aparecía como un todopoderoso sexi a protegerme, y a echarle puteadas a Kaleb, Rayna o los hummons sin reino.

El escuadrón a cargo de Theo, "el gran agente Jatar", como le llamaban todos, era uno de los más respetados de Atanea. Junto con el de Max Bourne. Aparecían siempre en el momento que más se les necesitaba, y hacían quedar a todos como uno lentos, inútiles y debiluchos. Ahora eran más famosos que nunca entre los reinos, y se lo merecían.

En algún momento de esa mañana, me imaginé a varias adolescentes de los reinos teniendo un crush con Theo, con pósteres de su torso desnudo pegado en el techo de su habitación. Yo tendría tenido un poster de él medio desnudo en mi casa si no lo conociera, asi que era probable. Rayna me miró raro y pensó que había enloquecido de verdad cuando tuve un ataque de risa sin razón aparente.

Esa mañana tomé un camino diferente al usual. Cuando pasé por un pequeño parque nevado de la fortaleza real de Azgar, un muro en el que parecía estar escrita una historia llamó mi atención lo suficiente como para detenerme a leer. Estaba cubierto de trazos, dibujos y símbolos. Uno de ellos era el escudo de Atanea.

Ladeé la cabeza, intentando entender la historia, aunque sea a través de los dibujos, pero el idioma Azgariano no era lo mío. Era alguna variante del ruso, y aunque me detuve largos minutos a observar los símbolos, no pude formular nada coherente, más que reconocer el apellido de mi familia materna ―"Relish"― por ahí mezclado.

―¿No te parece grandiosamente interesante? 

Di un brinco por esa voz profunda y propagadora que me asaltó desde la espalda.

Princesa de sangreWhere stories live. Discover now