C14 || EXTRA +18

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El aire arremolina mi pelo de una forma salvaje, animal, como la mirada del chico que se cierne ante mí. Respiro hondo cuando las emociones que abarca mi cuerpo no son las sanas de cada día que lo veo entrar en la escuela o aparecer en el parque. Esto es diferente, algo en su estado más crudo. Algo que me abarca desde esa noche en vela.

Contengo la respiración cuando sus largos dedos alejan mis cortas hebras sangre de mi boca y luego se queda en ella. Prendido con los ojos en mis labios gruesos, los acaricia con los dedos enviando corrientes eléctricas directo a mi epicentro. ¿En qué piensa cuando aprieta sus labios en una dura linea?

—Rojita. —El sonido gutural me hace agua y creo siento un riachuelo bajar por mis muslos.

—¿Qué? —Me sale en una exhalación.

Cierro los ojos ante el contacto de sus yemas en mi rostro.

—Estoy pensando cosas que no serán suaves —dice mientras acerca sus labios a mi oído, sin perder el contacto piel con piel—. Te doy la oportunidad de irte ahora mismo.

Mis ojos se abren con miedo, el corazón se me acelera y lo empujo hacia atrás tomándolo por sorpresa. Él me ve.

—¿Quieres que me vaya? ¿Quieres que me aleje? ¿Para qué?

Aprieta sus puños.

—No quiero corromperte. —Golpea la baranda y se me acerca quedando muy cerca de mi rostro al punto de respirar su aire. Y gruñe, realmente me gruñe—. No, ¿sabes qué? Sí quiero corromperte, más que eso quiero romper esta boquita preciosa y vaciar mis putos hijos en tu garganta.

Él quiere lo que yo he estado buscando toda la noche. Quiere adentrar su órgano reproductor en mi garganta y eyacular dentro, quiere que me lo trague como si fuese leche caliente y mi entrepierna cosquillea con el pensamiento, las palabras y las... ¿ganas?

—Vete, rojita.

—Sácame. —Lo encaro entrecerrando más nuestro espacio.

Bien, puede que antes una mamada me resultara asquerosa darla, pero ahora es todo lo que pide mi garganta.

—Tú lo pediste.

Rodea mi cuerpo muy cerca, contemplando a su presa, estudiándola. Inhala el olor dulce de mi pelo antes de arrancarme un grito ahogado cuando golpea la parte posterior de mis rodilla postrándome sobre ellas en el suelo de hierro. Su cuerpo alto, fuerte e imponente se cierne frente a mí y me muerdo el labio viendo cómo desabrocha su cinturón mientras la luna nos observa y el aire enmascara mi respiración acelerada.

—La bondad es una cualidad que no se me permite —reflexiona mirándome desde su altura, entretanto despunta la pretina de su pantalón y se acomoda buscando el miembro semierecto que soba frente a mi cara—. Te doy oportunidades, te brindo lo que no le brindo a nadie y...

—No quiero tu bondad, no ahora —lo corto salivando por el maldito falo que se engruesa más ante mis palabras.

La punta brilla con el líquido preseminal junto a la oscuridad eterna de sus pupilas. Sin que pueda predecir mi próximo movimiento me acerco rápidamente lamiendo despacio la punta perlada. Un jadeo se escapa de su garganta dándome esa sensación de victoria que nunca antes había conocido.

Alcanza mi cuello con una mano, destellando ante mis ojos el antebrazo venoso. Las venas palpitan y luchan por salir de su piel, puedo imaginar la sangre hirviendo dentro, bombeando en cantidades hasta el órgano duro frente a mí. La mano en mi cuello ejerce presión, pero no la suficiente para cortarme el aire. Digamos que no estoy descubriendo amor hacia ningún fetiche, aún.

Suelta su miembro enredando sus dedos en el cabello naciente en la coronilla de mi cabeza y me la lleva hacia atrás hasta concretar el encuentro de nuestras miradas.

—Engulle —ordena, sin lugar a objeciones.

¿Quién podría objetar justo ahora?

Alcanzo la base con una mano y estoy dispuesta a seguir su orden, solo que la maldita curiosidad me abarca sin darme cavidad a dudas. Muevo mi mano sobre el falo erecto de arriba hacia abajo, los dedos no se tocan entre sí al envolverlo, pero no me detiene y sigo moviendo de arriba hacia abajo suave, como descubriendo el funcionamiento y tatuándome en el cerebro cada maldito paso. El gruñe erizándome la piel, el agarre en mi pelo se intensifica tanto que duele y el tirón hacia atrás no se hace esperar clavando su mirada en la mía.

—Dije. Engulle —enfoca cada palabra, severo.

Lo hago, pero antes paso la lengua por la punta. Dios, limpio y sale más, está muy mojado y duro y dentro de mí. Me folla la boca, porque esto no se parece en nada a yo tener el control. Es él quien mueve sus cadera entrando y sacando los grandes centímetros que parecen querer ahogarme tocando mi campanilla, a pesar de mantener unos cuantos afuera, esos en los que tengo mi mano enrollada.

Respiro mientras me penetra atrayendo una arcada.

—No respires mientras engulles —gruñe.

Intento alejarlo para toser, pero no se detiene. Entra y sale sin detenerse, jadeante y no me queda otra que hacerle caso a su recomendación manteniendo el aire para mí cada que se adentra en mi boca. No puedo evitarlo las náuseas se hacen presentes, los ojos que no dejan de mirar su rostro desprenden lágrimas y el único pensamientos que tengo es «¡Qué rico!». No sé quién inventó esto y tampoco entiendo como que te maltraten puede causarte tanto placer, solo sé que no quiero que pare, se me antoja su sabor salado en mi boca.

La punta de su gruesa bota negra choca contra mi sexo desencadenando un escalofrío profundo, la sensación se me antoja deliciosa y muevo mis caderas sobre el grueso material infligiéndome placer. No dejo de ondear las caderas estremeciéndome las piernas en tanto él no deja de arremeter contra mi boca.

—Eres una sucia. —Se ríe, agitado—. Mi pequeña rojita sucia.

No puedo hablar por obvias razones, pero si pudiera seguro le diría algo que lo hiciera enojar para que me azotara como en la peli esa que ví del cuarto rojo. Esperen, ¿eso lo he pensado yo?

Siento mis paredes comprimirse segundos antes de que mi cuerpo sea conquistado por la tensión de mis músculos y una ola de placer me adormezca el cerebro. Es fuerte y morbosa como todo lo que puedo ver ahora mismo. El aire me sigue golpeando sin éxitos en su tarea de encender mi cerebro y es solamente cuando un líquido caliente y viscoso se desplaza por mi boca que despierto de mi ensoñación.

El gruñido lo alcanzo a escuchar tras detenerse llevando su miembro lo más lejos que mi garganta le permite vaciándose en ella.

—Trágatela toda.

Medio me atoro y se aleja para permitiéndome pasarla. Su sabor salado y extraño se aloja en mi paladar, pero pierde importancia cuando se agacha quedando frente a frente y limpia la esquina de mi boca por donde se debe haber escapado un poco. Pasa su dedo sin perderse mi mirada, choque de verde y rojo, y mete el pulgar con el que me limpió en mi boca, lo chupo más de lo necesario solo por el hecho de ver como el negro se adueña de su mirada.

—Eres... —se queda en blanco observando mi rostro y veo... ¿fascinación? No lo sé con exactitud, pero eso me empuja a decir algo que jamás pensé yo tuviese oportunidad de decir.

Incluso el pertenecer es algo por lo que he luchado en contra.

—Tuya.

Asiente con una sonrisa.

—Mía.

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Capítulo dedicado a: joysglez

A veces me pregunto, ¿alguien leerá mis notas? JAJAJAA

Anécdota de este capítulo: Recuerdo que solamente había escrito la sinopsis y el primer capítulo del libro cuando de la nada surge una conversación con Joys sobre una mamada y ella me dice "luego dices que no sabes escribir erórica". Entonces, le digo "Voy a escribir una sobre los personajes de Oquedad" y al final esto fue lo que salió.

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OQUEDAD ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora