Kiraz

Alp Bolat

Los personajes pertenecen a la serie Sen Çal Kapımı, la idea de esta historia es mía y sí, si la leyeron en otro fandom también es mía.

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10

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Esperé toda la mañana la llamada de mi abuelo, estábamos en el mismo edificio pero me conformaba con una simple llamada telefónica. Llevaba una semana trabajando independientemente, tenía proyectos que revisar y aceptar, traté de concentrarme lo que más pude sin tratar de mirar la hora cada cinco minutos.

Tocaron a la puerta y como ordené hacer si era importante, mi secretaria entró.

—El señor Bolat—informó Belut dejando entrar a mi abuelo impecablemente vestido—. ¿Necesita algo?

—No por el momento —respondí—. Gracias.

Ella cerró la puerta y miré a mi abuelo esperando, él tomó asiento en la silla de cuero frente al escritorio y me observó.

—No me hagas esto, no he podido trabajar pensando en cómo fue todo.

—¿Por qué estás tan preocupado? —inquirió seguro de sí mismo.

—¿Entonces todo fue bien? —necesitaba que me lo dijera.

—Alexander y Mehmet cuarenta años —me informó, suspiré de alivio al escucharlo—. Selin treinta, Figen veinte por otros delitos y Balca diez —pasé mis manos por mi cara por esta increíble noticia—. No hubo posibilidad de fianza ni siquiera para Balca—se levantó de la silla y caminó hacia mí, palmeó mi espalda—. Te dije que no dejaría a ninguno de ellos libre.

Me levanté y le di un abrazo, él se preocupó de los abogados y de pagar todo lo que fuera necesario para dejar a esa gente en prisión. Le estaba infinitamente agradecido.

—Gracias —murmuré sobre su hombro.

—Lo que sea por ti, hijo —replicó dándome unas últimas palmadas en mi espalda—. De acuerdo, deberías llamar a tu esposa y darle las buenas noticias.

—Iré a la hora de almuerzo a casa.

—Bien, llamaré a tu madre, esa mujer no me ha dejado tranquilo en toda la mañana —reí porque mamá era así.

Me volví a sentar cuando mi abuelo se fue, no podía creer que al fin podríamos volver a la normalidad, me aliviaba saber que mis tres grandes amores estaban a salvo ahora, lo que más me alegraba de esas personas encerradas era que Eda estaría tranquila y se sentiría segura de poder salir a la calle con nuestros hijos. Intenté esconder mis preocupaciones de ella, pero me mataba verla todos los días en casa sin tener ganas de salir, me enojaba que Selin le haya quitado esa seguridad, pero nada se comparaba al miedo y horror de mis chicas llevadas lejos por tanto tiempo.

Me sentí morir, me sentí culpable.

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Entré a casa directamente a la cocina donde sabía que estaban, Alp dormía en su silla mecedora mientras Eda servía el almuerzo de Kiraz, mi pequeña me vio llegar y se bajó rápidamente de su silla y corrió a mis brazos.

—Baba! —la cargué dándole un abrazo—. Te estábamos esperando.

Besé su mejilla varias veces y volví a dejarla en su silla frente a su plato de comida, me acerqué a Eda quien se veía hermosa en esos jeans y blusa negra.

—Hoşgeldiniz —saludó besándome unos segundos—. ¿Cómo te ha ido?

—Bien, feliz de que sea viernes —la besé de nuevo—. Yo me sirvo.