Mis fantasmas:

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Kimberly

El dolor de perder a un familiar es lo más triste que le puede pasar a alguien, sólo las personas que pasan por ello pueden entender de lo que hablo. La muerte de alguien querido nos deja con un vacío por dentro que a primera instancia pensamos que nunca nos podremos recuperar, así que cometemos errores. Como los cometí yo.

Cuando mi hermano murió me fundi en una depresión de la cual no quería salir, me sentía cómoda en donde estaba, me perdí totalmente. Deje de respetar a mis padres, con tan sólo quince años salía de mi casa y no aparecía hasta el día siguiente, y así fue como descubrí un mundo de drogas, fiestas desenfrenadas y donde perdí mi virginidad con un chico al que ni conocía y el cual me violó. Pero como estaba borracha hasta arriba, no fue hasta dos días después que me di cuenta de que ya no era Virgen.

Ese día lloré tanto que mis ojos se hincharon deformando mi rostro, luego me recupere siguiendo con mi vida alegre pero esta vez follandome a todos los tíos que se me insinuaba. En una de las tantas salidas probé la cocaína, me gustó tanto que todas las noche me ponía pérdida inhalando los polvos. Hasta que un tiempo después no sólo la consumía en las noches sino que todo el maldito día.

Por meses me mantuve consumiéndola, no para de hacerlo, no quería hacerlo. Así me sentía viva, podía ver a mi hermano vivo, sentir su presencia. Pronto mi cuerpo empezó a sentir cambios, estaba perdiendo peso, mi rostro se veía débil y cansado, no parecía una adolescente de quince años.

La primera en enterarse de mi adicción fue mi madre, se enfrentó a mi y hasta me golpeó varias veces pero yo no razonaba. Ella me encerraba en el cuarto pero yo me escapaba por la ventana del baño que daba a la parte trasera de la mansión, para luego saltarme las cercas y salir de juerga, la cual siempre terminaba en callejones sucios drogada y con algún vagabundo manoseándome. Meses después Isabella también se enteró pero con esa si que reaccione peor, le di una bofetada y luego ella me devolvió el gesto pero más fuerte, por lo que sólo salí de su casa y me separe un buen tiempo de ella.

Hasta que un año después una situación nos hizo juntarnos más que nunca. Después de ese episodio empecé en rehabilitación, un año más separada de mi amiga pero ella siempre que se podía me hiba haber junto con mi familia menos mi mamá, ella estaba igual de deprimida y conmigo lo llevaba mal porque yo me parecía mucho a mi hermano.

Luego de superar esa etapa en mi vida decidí convertirme en la persona feliz, fuerte y llena de vida que soy hoy... Bueno, ahora no es que este muy feliz que digamos, todos mis miedos volvieron no cuando vi a mi hermano vivo, sino cuando lo mire a los ojos y me di cuenta de que no era el mismo Kevin que conocía.

Sentada en sucio suelo de la celda, con las pierna pegadas a mi pecho y mi cara metida entre las rodillas lloraba y recordaba por toda la mierda que pasé por un cabrón que ni se merecía un puto entierro.

—Caramelito, ¿estás bien? —me pregunta Tyler poniendo la mano en mi espalda para llamar mi atención por lo que alzó la cabeza.

—¿Te parece que estoy bien? —le respondo de mala forma.

—Quería saber como te sentías, no tienes porque hablarme así, solo quiero ayudarte.

—¡Pues no lo hagas! —le grito —, no necesito de tu puta ayuda de mierda y de tu maldita compasión así que sal de mi lado y cállate la boca.

A medida de que la última palabra deja mis labios me doy cuenta de el error que he cometido. Los ojos verdes del chico castaño que esta delante de mi denotan tristeza por unas fracciones de segundos que rápido desaparece para volver a la frialdad de siempre al timpo que se aleja de mi. Vuelve a sentarse en una de las esquina de la estancia mirando a la nada con la mirada perdida y su mandíbula apretada.

Tres Amigas y Cuatro Idiotas✓ Where stories live. Discover now