Quidditch

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A la mañana siguiente, Bella no podía contra su conciencia, le pesaba el hecho de que le bajaran puntos a Hermione por algo que ella no hizo.

Así que, después de desayunar, fue a buscar a la profesora McGolnagall, encontrándola en la sala de profesores. Se tomó su tiempo para explicarle y, al concluir, el peso que sentía sobre su cuerpo la dejó en paz.

—Y por eso Hermione mintió anoche —concluyó, mirando hacia abajo.

La profesora la miraba con una expresión severa.

—Me sorprende esto de ustedes, señorita Price —dijo la profesora McGonagall—. Aunque... no, no debería —sonrió, haciendo que Bela subiera la mirada hacia ella—. Tienes la misma actitud correcta y honesta de tu madre. Tu madre era una gran Hufflepuff y ahora veo por qué los Hufflepuffs y los Ravenclaws te querían tener en sus casas.

Bella sonrió y recordó el interés que mostraban ambas casas cuando Bella estaba a punto de ponerse el sobrero seleccionador.

—Se ganado diez puntos, Price.

—Profesora —atajó Bella—, quiero que sepa que no he hecho esto con el fin de obtener puntos.

—Pero los ha conseguido por sus buenas acciones.

Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío. Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía de acero congelado. Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha.

Por las ventanas de arriba veían a Hagrid descongelando las escobas en el campo de quidditch, enfundado en un enorme abrigo de piel de topo, guantes de pelo de conejo y enormes botas de piel de castor.

Iba a comenzar la temporada de quidditch. Aquel sábado, Harry jugaría su primer partido, después de semanas de entrenamiento: Gryffindor contra Slytherin. Si Gryffindor ganaba, pasarían a ser segundos en el campeonato de las casas.

Casi nadie había visto jugar a Harry solo Bella, porque Wood había decidido que sería su arma secreta. Bella y Harry también debían mantenerlo en secreto. Pero la noticia de que iba a jugar como buscador se había filtrado.

Era realmente una suerte que Harry tuviera a Bella y a Hermione como amigas. No sabía cómo habría terminado todos sus deberes sin la ayuda de ellas, con todo el entrenamiento de quidditch que Wood le exigía. La niña también le había prestado Quidditch a través de los tiempos, que resultó ser un libro muy interesante.

Bella que lo leía de vez en vez, cuando Harry no lo utilizaba, se enteró de que había setecientas formas de cometer una falta y de que todas se habían consignado durante los Mundiales de 1473; que los buscadores eran habitualmente los jugadores más pequeños y veloces, y que los accidentes más graves les sucedían a ellos; que, aunque la gente no moría jugando al quidditch, se sabía de árbitros que habían desaparecido, para reaparecer meses después en el desierto del Sahara.

Hermione se había vuelto un poco más flexible en lo que se refería a quebrantar las reglas, desde que Bella, Harry y Ron la salvaron del monstruo, y era mucho más agradable. El día anterior al primer partido de Harry los cuatro estaban fuera, en el patio helado, durante un recreo, y Hermione había hecho aparecer un brillante fuego azul, que podían llevar con ellos, en un frasco de mermelada.

Bella estaba mirando a Harry, en tanto éste hablaba animadamente con Ron.

—Te gusta, ¿verdad? —dijo de repente una vocecita a su lado.

Bella miró a Hermione, que la veía con una sonrisa apenada.

—¿Cómo? —preguntó Bella, extrañándose.

Bella Price y La Piedra Filosofal©Where stories live. Discover now