Capítulo 12

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Él se separa para depositar un tierno beso en mi frente y yo tengo que cerrar los ojos y soltar el aire contenido para recuperar el control de mi cuerpo.

—No lo sé, Oliver. No lo sé —respondo finalmente—. Tal vez los dos hemos cambiado.

—Puede ser —le noto sonreír contra mi frente—. O puede que ambos hayamos ignorado ciertos aspectos sobre nosotros mismos.

Una nueva oleada de valor se apodera de mi cuerpo y me separo de él—. Yo nunca he ignorado nada, Oliver. Habla por ti mismo.

—Tal vez tengas razón —una extraña sonrisa ensombrese su expresión—. Ahora mismo, comienzo a cuestionarme muchas cosas y a entender otras.

—Pues, bien por ti —incluso le doy palmaditas de ánimo en el hombro—. Aunque puede que cuando termines de abrir los ojos, sea demasiado tarde.

Mi instinto me grita que salga volando de allí, así que no tardo en hacerle caso. Observo alrededo en busca del pastel de fresas, pero ha desaparecido junto con el personal de la cocina.

Sintiendo el cuerpo entumecido y una extraña sensación hormigueo en las manos, salgo hacia el exterior. El sistema de agua automático riega el amplio jardín y la luz de la luna le da al paisaje un aspecto hipnótico. En esta parte de la ciudad no hay un viento fuerte como cuando corro en mi Ducati; es una brisa suave y embriagadora, como una caricia.

—Aquí estás —rápidamente identifico la voz de Decon, mi novio. Inconscientemente río; se escucha raro en mi mente—. Comenzaba a imaginar que te habías engullido el postre tú sola.

—No soy muy de postres —me encojo de hombros sin dejar de contemplar el espectáculo del jardín—. Excepto con el...

Mi voz se apaga repentinamente y dejo la frase en suspenso. Tomar helado es una adicción que solía hacer con Oliver y no estoy lista para compartirlo con Decon.

—¿El qué? —inquiere.

Niego con la cabeza repetidamente—. Nada. No me hagas caso.

Nos quedamos en silencio por unos cuantos minutos hasta que él decode romperlo—. El paisaje desde esta terraza se ve muy bonito.

—Así es —concuerdo—. Este solía ser mi lugar favorito cuando vivía con mis padres.

—Tienes buen gusto. Solo mira el pedazo de partido que haz conseguido —añade en tono jocoso y ambos comenzamos a reír.

—Simplemente no puedes evitarlo, ¿cierto? —inquiero con el mismo tono divertido—. Por algo te llaman el lord implacable.

El silencio vuelve a establecerse entre nosotros. Aunque es un silencio cómodo.

—Tu cuñado no me quiere —comenta de buenas a primeras.

«Dime algo nuevo, compañero»

—Es un poco borde con los desconocidos —salto en su defensa involuntariamente.

—Nos conocemos hace dos semanas y le he ayudado a ganar un caso —insiste—. No le gusto, y no te molestes en justificarle —adivina mis intensiones—, el sentimiento es mutuo —me quedo de piedra frente a él—. Es él, ¿cierto? —su pregunta se escucha como una afirmación—. El hombre por el que suspirabas en la universidad —ni siquiera lo confirmo, no es necesario. Decon entiende al vuelo y resopla—. Hay cierta tensión entre vosotros. ¿Tuvistéis algo?

Muevo la cabeza de lado a lado con demasiado ahínco—. Nunca, jamás —le tomo de las manos—. Tú me atraes, Decon, mucho y también siento un cariño especial por ti...

—No me tomes por tonto, Lysa.

—No lo hago —insisto—. Estoy diciendo la verdad. No estropees esto, por favor. Me siento muy bien contigo —paseo mis manos de las suyas hasta sus hombros—. Quiero estar contigo, solo contigo.

El Precio del AmorWhere stories live. Discover now