11. Mentirosa

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Dos semanas fueron y vinieron desde que terminé mis larguísimas vacaciones allá en las paradisiacas playas de Máncora. Vacaciones inesperadas, pero nada comparado con lo que viví por la dulce culpa de Juliette. Todavía recuerdo lo rico que sentí cada vez que sus manos me tocaban todo el cuerpo, sus labios chupándome el cuello y esas maquiavélicas cosquillas que causaba su voz al susurrarme en el oído...

La sangre se me incendia con solo pensar en ella. Ser deseada es algo tan intenso y excitante que ahora no entiendo por qué me tardé tanto en experimentarlo. Claro, las cosas son distintas con Juliette: para ella no soy un trozo de carne. Estoy convencida de que me aprecia y quiere lo suficiente. No soy solo una tentadora chica virgen de la cual puede disfrutar, y luego olvidar. Tampoco es que me interese mucho el hecho de ser virgen. Al menos para mí es una estupidez la importancia de ser o no virgen. Algunas y muchos se desesperan por ese hecho. Perder la virginidad no te hace una puta, ni ser virgen te da el título de ángel.

Sin embargo, si con alguien quiero que sea mi primera vez es con Juliette. Ni siquiera pasa por mi mente la posibilidad de acostarme la primera vez con Cony. Nos llevamos muy bien y todo ese rollo, pero no despierta en mí esas lenguas de fuego con las que Juliette me tiene empapada desde la noche en la cual nos conocimos.

Esa decisión se torna algo irónica debido a que casi a diario converse por chat con Cony, pero rara vez lo haga con Juliette desde que volví a Lima. He desnudado parte de mi vida con la alemana, al igual que ella conmigo, pero no llego a sentir ese grado de intimidad que sí tengo con Juliette. Incluso, si alguna vez tuviese que hablar sobre mi par de intentos fallidos de suicidio, lo haría con la desconocida a la que jamás le he visto el rostro. Hay cosas que no se pueden explicar con palabras porque simplemente lo sientes y listo. Eso me sucede con Juliette. Quizá solo me estoy enamorado como una adolescente idiota de la persona equivocada, y me estoy volviendo -como cantaría Shakira- ciega, sordomuda, torpe, traste y testaruda. Aunque todo el universo me dijera que Juliette es peligrosa y que debo de alejarme, yo no les haría caso. Y no porque sea necia -como la típica chica promedio de cualquier historia o película que se enamora del chico peligroso- sino porque no tengo nada que perder.

Yo soy la peligrosa. Cuando ya lo has perdido todo, la vida se te hace demasiado fácil. Vivir al filo del mañana es tan delicioso. Mi escapatoria de los problema será un último tercer intento que no fallará. Así que quiero arriesgarme con Juliette porque si no fuese por ella, yo seguiría siendo la misma chica ensimismada en sus pensamientos, sin ninguna motivo por despertar del letargo impuesto por el destino.

Aunque hay un problema con eso. No puedo cambiar tan de golpe de una día al otro. Bueno, no sin un excelente motivo. El consejo de Juliette me cayó como anillo al dedo. Conseguirme un supuesto pretendiente justificaría mis sonrisas diarias, el tiempo que paso chateando en el celular y las irrefrenables ganas que tengo para salir de casa. Dado que mis padres tenían la tonta idea de que me gusta Sasha, no vi mejor oportunidad que esa: hacerles creer que el hijo de los Herrera me anda enamorando. Aunque tampoco es tan mentira. Mimi y Noa me confirmaron que Sasha no hace nada más que hablar sobre mí desde que nos conocimos. No me sorprende, ya que siempre he sabido que soy demasiado guapa e irresistible para la mayoría de las personas. Al menos, él no se comporta como un idiota que solo me quiere follar -o quizá sabe disimular muy bien-. Lo cierto es que por ahora me servirá como excusa para mis futuras salidas con Juliette. La extraño, puede que demasiado, pero ella fue enfática en que las cosas se deben de hacer con detenimiento, analizando cada paso que vas a dar y no por el primer impulso que cruce por tu mente.

No lo sé. Esa forma de ser que tiene se me hace impropia de una veinteañera. Ella habla casi desde su propia experiencia o eso creo. ¿Tendrá 30 o 40 y tantos años? Lo dudo. No la habré visto, pero he tocado con mis labios cada milímetro de su rostro... tan suave y terso como piel de bebé. Y la manicure que nunca falta en sus manos me hacen pensar que se cuida bastante en caso sea una "señora". Curiosidad, curiosidad... Maldita curiosidad. Infinitas posibilidades de saciarla, pero no me da la gana de hacerlo.

La Chica EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora