꒰capítulo once꒱

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—¿Por qué estás tan nervioso? —pregunta con una sonrisa

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—¿Por qué estás tan nervioso? —pregunta con una sonrisa.

¿Por qué? Se atreve a preguntar por qué. ¡Se atreve! Con esa sonrisa, ese cabello, esos labios, con ese toque de hermosura que le caracteriza. Con su hermosos ojos y todo. Él se atreve a preguntarme por qué me pongo nervioso frente a la persona de la cual estoy enamorado.

No lo culpo. No lo sabe. No sabe que me vuelvo loco por decirle que, en realidad, quiero ser el único a quien mire.

Sé que puede parecer que me paso de los límites del tiempo, que lo puedo aburrir en cualquier momento y esas cosas. Pero mi cabeza no logra sincronizarse con mis labios; hablar me resulta imposible y eso termina siendo un espasmo ligero que se atraviesa por todo mi cuerpo. Me tiene mal.

—No lo sé.

Sí, lo sé.

Pero no te voy a decir que el hecho de verte sonreír tan cerca mío, me pone nervioso.

—¿Qué querías decirme, Sunghoon? —vuelve a preguntarme, ya con más interés.

Era un buen punto para empezar. Pero explicarle eso, me llevaría más tiempo. Sigo sin entender cómo es que a muchos se les hace fácil esto, es un maldito martirio día y noche, minutos y ¡lo odio! Odio sentirme tan débil ante una persona.

Es como si se filtrara en tu mente e, inevitablemente, pensaras en él como en la cantidad de estrellas en el cielo.

—Bueno... —suspiro.

Miro el cielo azulado, y pienso en las muchas cosas que hay en él a lo largo del día. Aves, estrellas, mariposas, insectos, personas. Y sé que solo intento distraerme con algo, porque verlo a los ojos significaría enamorarme un poco más.

Por otro lado, si llego a aburrirlo, se irá.

—Pasaron algunas cosas las últimas semanas, ¿no?

Es lo que he dicho. Intenté sonar tranquilo pero se quedó en eso, en un intento. Muriendo por dentro, casi deseando que la tierra me tragase, observo a Sunoo. Él no tiene la
vista fija en mí, sino en el cielo azul que nos cubre por encima.

Tan lindo.

Tan bello.

Tan él.

—¿Qué tipo de cosas?

Me he quedado incrédulo cuando le miro exactamente bien, y veo esa cara suya de gracia. Aunque quiero reírme, no sé si tomarmelo tan a pecho, o si es una broma, o si algo más sucede. Estoy confundido, mucho a decir verdad. Pero me aislo a sonreírle de
manera incómoda.

Lo ha notado, porque suelta una pequeña carcajada. Y regresa su vista al cielo.

—¿Hablas del dedal? —escucho su voz tersa, que me invade.

Ese beso... Joder. Fue lo mejor que me ha pasado en la vida.

—¿Del beso? —recalco—. Sí.

¡cállate!  ›  sungsunWhere stories live. Discover now