Mamá latina parte 4

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#corto #steverogers #tonystark #Stony #peterparker #superfamily #MamáLatina

Una resaca de los mil demonios fue la única compañía de Peter en cuanto regresó a casa. Oleadas de vómito y una sensación de mareo. Era todo lo que podía describir, además de que veía doble y todo le daba vueltas. Sin embargo, sintió que la cabeza le dolía más cuando le pegaron tal cachetada que su mejilla quedó marcada. Miró al autor de ese hecho. Steve estaba frente a él, mirándolo tan enfurecido que parecía un toro bravo, casi con humo saliéndole por las narices.

Enojado, comentó: —¡Chinga tu madre!

—¡La tuya en vinagre, mamaguevo coñoesumadre! —fue la respuesta de Steve, que le pegó otra cachetada que casi lo dejaba chimuelo. —¡Vuelve a levantarme la voz y es a chanclazos que te voy a caer! ¿Qué es lo que te has creído? ¿Que puedes llegar a la hora que te dé tu maldita gana? ¡Yo ni siquiera te di permiso para salir!

Tony sólo miraba, sin intervenir. Sabía que si lo hacía estaría en problemas con su esposo por mucho tiempo, pero su hijo estaba siendo regañado por su culpa. Él incitó a Peter a que saliera pese a que Steve dijo que no podía.

Armándose de valor, habló. —Cariño, no es su culpa. —tan sólo escucharlo, tanto su marido como su hijo lo miraron. Suspiró. —Es mía. —ante estas palabras, notó cómo Steve tensaba los hombros y sus manos se cerraban formando puños. —Yo lo cubrí para que saliera.

Un silencio incómodo estuvo en el aire por largos minutos.

Steve habló con voz ronca. —Tienes tres segundos para correr. —tronó los dedos y el cuello, como clara advertencia de que venían problemas y, por supuesto, golpes.

Cuando se sacó la chancla, Tony supo que lo decía en serio y se apresuró a huir de ahí. Su esposo tenía mejor puntería que su madre.

—¡Nos vemos luego, Pete! —chilló corriendo lo más rápido que sus cortas piernas le permitieron. La chancla voló detrás de él, pegándole un zape trifásico en la espalda.

Peter no se salvó. Steve se sacó la otra chancla para posicionarlo con el culo hacia arriba. Esas marcas le recordarían el resto de su vida no volver a hacer tal huevada.

—¡Te. Dije. Que. No. Salieras. Mamaguevo! —entre insultos y chanclazos proporcionados a sus pobres nalgas, Peter lloriqueaba. —¡Yo te voy a dar una buena razón para llorar, azaroso! —nuevamente un chanclazo. Comparado con este, los anteriores parecían caricias.

—¡Ama, ya, por fa! ¡No lo vuelvo a hacer! —apenas se le podía entender lo que decía. —¡Mami, por favor!

Steve estuvo a punto de soltarle otro chanclazo pero se detuvo, sintiéndose mal de repente por haber golpeado a su tesoro. Peter lo miraba con los ojos aguados y se aferró a él, abrazándolo.

—Yo me aseguraré de que no lo vuelvas a hacer. —comentó revolviéndole el cabello. —Porque estás castigado hasta que cumplas los 18.  Y te tocan los quehaceres la próxima semana. —anunció como si nada.

—¿Dos años de castigo? Pero mamá...—se quejó el pequeño castaño.

—Sigue reclamando y estarás castigado hasta los 40, nojoda. Aparte, ¿crees que tengo que hacerlo yo todo en esta casa o qué? ¡Ni tú ni tu padre ayudan, par de zánganos! Sáquese, sáquese. —intentó quitárselo de encima.

Peter, como la pequeña sanguijuela que era, siguió aferrado a él hasta que fue lanzado al piso.

—¡Te dije que me soltaras, chingadamadre! ¡Mueve tu culo, vete a tu cuarto!

—¡Sí, mamá! —gritó levantándose rápidamente para obedecer la orden.

No quería más problemas y estaba seguro que no se metería en otro.

¿O tal vez sí?

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