Ni siquiera podía comenzar a describir cuán tensa era la situación que teníamos. Mientras miraba fijamente al hombre dormido acurrucado con el maldito gato más grande que había visto nunca, sabía que esta era una tensión que no desaparecería.
— ¿Qué ocurre?
La pregunta que me hicieron fue simple, pero no había una respuesta simple.
—Mi objetivo es mi compañero.
— ¡Jódeme! —Yoongi se quebró.
—Ni por una apuesta, —respondí sin dudar.
Éramos amigos, más o menos, no amigos con beneficios. Nunca.
Lo que sea.
— ¡Joder!, —dijo Yoongi de nuevo—. Este es un contrato abierto. Si no lo eliminas, alguien más lo hará.
Gruñí cuando mis garras salieron, destrozando los extremos de mis guantes.
Maldición. Me gustaban esos guantes.
—Descubre quién está detrás del contrato, —dije, frustrado. Sabía que Yoongi recibía sus órdenes de alguna parte—. Quiero saber por qué lo quieren muerto.
—Veré lo que puedo hacer.
—Haz más que eso. —Colgué sin decir otra palabra. Yoongi lo haría o no lo haría. Y mientras era una preocupación mía, encontrar a mi compañero superaba casi cualquier cosa en el universo.
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Mi compañero.
Ese era un concepto con el que me había entretenido. La gente como yo no tenía compañeros, y sin embargo yo lo estaba mirando ahora mismo.
¿Cómo diablos había sucedido esto?
Estaba perfectamente contento con la forma en que mi vida iba. No tenía muchos amigos simplemente porque un hombre en mi negocio no hacía amigos. Estaba bien con eso.
También estaba bien con el hecho de que estaba solo en el mundo. No tenía familia con la que hablar. Oh, claro, la mujer que me había dado a luz estaba en algún lugar del mundo, pero las panteras no estaban en lo maternal. Ellas daban a luz, pero en el momento en que sus hijos eran lo suficientemente mayores como para sobrevivir por su cuenta, se habían ido. Apenas recordaba a mi madre.
