La Reina de Hierro

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No solemos recordar con total claridad situaciones de nuestra infancia,aunque Altror recordaba perfectamente el día en el que sus padres fallecieron.

Era Primavera y él estaba entusiasmado por poder presenciar por primera vez el gran banquete que se celebraría en su castillo. Su pueblo llevaba en una horrible guerra por años,tanto que superaban sus fiestas de cumpleaños,peleaban contra fuerzas que aparentaban nunca cansarse de derramar sangre inocente,en campos que antes solía estar llenos de flores de todos los colores. En épocas como la Primavera Altror solía ir a esos campos y disfrutar de varios días en el campo.

Él tenía la ilusión de ver esos campos otra vez,oler el perfume que emanaba y poder sentir la brisa en sus cabellos.Pero la guerra avanzó y cubrió sus campos de horrores.

Estaba bajando las escaleras puede que demasiado rápido para el gusto de su gobernanta. Lo único que le importaba era poder bajar rápido al banquete.
Corrió mientras sentía como la temperatura de la dulce primavera provocaba algo de calor en sus mejillas.

Al llegar a la puerta del estudio de guerra de su padre, tocó la puerta. No se atrevería a abrirla sin tocar sabiendo perfectamente las consecuencias de eso. Había probado más de una vez las fuerza de su padre.

No tardaron mucho en abrir la puerta de madera, larga y oscura,tenía dibujos preciosos que represaban diversas guerras.La habitación era oscura, tenía paredes negras llenas de mapas y otros dibujos que Altror no entendía.Dentro estaban varios hombre com armaduras con pinturas muy llamativas. El color rojo y un olor a hierro destacaban en la habitación.

No reconoció a todos los hombres pero el mano derecha de su padre estaba allí. A él si le reconoció, nunca olvidaría que una vez le regaló un soldado de madera con el que Altror jugaba siempre que no tenía otro juego más divertido.Estaba de pie al lado de la alta silla de hierro que solía albergar a su padre durante horas.Una silla robusta,negra con detalles de hierro.

Altror entró a la habitación buscando esos ojos cansados y azules de su padre. Nada.

Todos los ojos estaban posados en el, lo sintió.

Sintió cómo se volvía cada vez más pequeño mientras se acercaba a la larga mesa de madera que ocupa gran parte de la habitación. Una habitación que él solía llamar " la habitación de los gritos". De allí salían miles de gritos siempre que Altror tenía la valentía suficiente para pasar delante.

El mano derecha de su padre, tenía un nombre complicado y Altror no se recordaba de cómo se pronunciaba entonces evitó su nombre cuando dijo:

- Podrías usted decirme donde se encuentra mi padre? - Dijo mirando fijamente al hombre de nombre difícil que lo miraba fijamente con la cara pintada. Sus ojos verdes miraban fijamente a Altror.

Había algo nuevo en sus ojos,algo que nunca había visto antes,aunque no era la primera vez que lo veía pintado. Era una pintura roja intensa,el color de las rosas en la misma Primavera.

Ese respiro profundamente, todo lo que dijo después de ese suspiro fue difícil de entender. Altror oyó mientras que sentía como su corazón volvía poco a poco a su ritmo normal después de la carrera por las escaleras.

Altror entendió que aquellas pinturas no eran obras de arte creadas por grandes artistas.
Como muchas que estaban puestas en las paredes de su casa. El solía disfrutar del arte de pintar a todos ratos, su institutriz le enseñaba cómo proyectar todos sus imágenes a las largas telas blancas. Era lo que más disfrutaba hacer,aunque su padre solía decir que pintar no le serviría de nada cuando se tuviera que sentar en la silla fea.

Altror salió corriendo y no paró hasta llegar a las largas puestas de madera que eran tan altas como árboles.Estaban cerradas aunque el banquete iba a situarse allí y el banquete era todo lo que él quería hacia mucho tiempo.Delante de las puertas estaban un par de guardias serios que se pusieron de rodillas al ver a Altror,lo que le resultó de lo más raro. Les hubiera preguntado el porqué lo habría hecho si no estuviera tan nervioso.

Estampó las manos contra las puertas que no se abrieron,lo volvió a hacer hasta que los hombres de la habitación aparecieron a sus espaldas,estaban cansados y eso se veía mejor con las luces de los pasillos. Altror miró al hombre de nombre difícil y le suplicó con la mirada. Todos los demás hombres evitaron mirarlo. El hombre le hizo una señal con la cabeza a los guardias. Esos abrieron la puerta evitando mirar dentro.

Arte.

Cada persona tiene un concepto de belleza diferente pero aquello lo era sin sombra de dudas.
Su padre estaba sentado y su madre a su lado y había muchas otras personas, el banquete se había celebrado sin el,fue lo primero que pensó. Eso le molestó mucho. Vio cómo el color rojo pintaba las paredes con todo tipos de formas y trazos. La corona llena de rubíes y piedras preciosas reposaba en la cabeza de su padre. Pensaba mucho,Altror lo sabía pero no lo suficiente para hacer que su padre no pudiera levantar la cabeza y mirarlo.

Altror lloró, allí mismo. Lagrimas y más lagrimas se deslizaron por su suave rostro. Su pelo rubio que le llegaba por las orejas, su madre solía recordarle que tenía que cortárselo pero ella no tenía tiempo para eso.Se pasaba los días mirando un espejo viejo y llorando.

El hombre de nombre difícil se acercó a Altror por detrás se agachó a su lado y le dijo en el oído:

- Se ha acabado,pero haremos que lo paguen.- dijo tan cerca de Altror que le produjeron cosquillas en las orejas.

Altror supo que no volvería a oír gritos saliendo del pasillo del estudio de su padre.

Siguió llorando cuando el señor de nombre difícil se levantó y le sujeto en brazos. Para llevarlo lejos de allí.

Altror lloró cuando se despidió de su nueva pintura favorita. Como cuando lloró cuando la vio. Era lo más bello que había visto, miles de tonos y colores que encajaban a la perfección. Siluetas tiradas por los suelos y brillantes espadas por todas partes. La comida seguía perfectamente puesta sobre las mesas y algunos platos estaban tirados por los suelos haciendo que la pintura tuviera un quiebre de construcción digno de aplausos.

Soñó con esa pintura todas las noches de su vida.

Y en sus sueños más bonitos la pintaba el mismo.