★ CAPÍTULO 25

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Jacob Záitsev

Las últimas horas han sido cruciales para responderle a Adela por mi error, Abby siempre ha sido mi responsabilidad y lo único que debía de hacer era cuidar de ella, pero no sé en qué momento, pudo violar la seguridad de la casa.

No debí quitarle seguridad, pero ella quería tener una vida normal, quería espacio para ella, por esa razón la lleve a un vecindario, donde podría relacionarse con otros seres humanos, y tal vez llegar a tener aquella oportunidad que le quitaron sus padres, pero cuando me pidió que le quitara la seguridad, no podía hacerlo por completo, pero si dejarle algunos.

Tres hombres la custodiaban día y noche, y aun no me explico cómo salió de ahí, sin que nadie la viera, las preguntas bombardean mi cabeza, pero lo único que puedo hacer ahora es buscar respuestas y ayudar a Adela.

Ella siempre ha pensado que su hermana es la que está rota, la que hay que proteger, la inofensiva, pero en estos últimos años con ella, me he dado cuenta que Abby ha asumido, sus heridas con valentía, ella ha logrado dejar el pasado y curar sus heridas, su corazón es como el de una niña con deseos de amar y no de odiar, todo lo contrario a Adela.

Adela nunca ha asumido su pasado, le gusta recordar el daño que le iniciaron, la venganza la esta consumiendo. El odio la ha convertido en el peligro que representa y su un día olvidara su venganza, simplemente no sería ella.

Ella sabe que le he jurado lealtad y lo que diga es lo que yo hare, siempre y cuando no la afecte a ella misma, y eso es lo que está sucediendo ahora y por esa razón necesito intervenir.

Siempre había creído que la única que podía destruir a Adela Gólubev es Abby Gólubev, pero ahora más que nunca soy consciente de que la única armas más peligrosa capaz de acabar con Adela, es nada más y nada menos, que ella misma.

El odio transforma a las personas, ellas creen que se hacen más fuertes y que con el evitan que les hagan daño, pero la realidad es que el odio no las salva, el odio te autodestruye, hasta que lo único que quede de ti, sean los recuerdos de quien pudiste llegar a ser.

— ¿Cuánto falta? —inquiero a uno de mis hombres dentro del avión.

Hace unas horas fue la llamada que tuve con ella, si es cierto que no le revele las verdaderas razones de porque estoy en Sudáfrica, pero es algo que tendré que aclarar con ella cuando la vea.

—En una hora llegamos. —replica

—Bien, ¿Alguna novedad sobre el GPS?

—Ninguna, a estas alturas dudo que sigan en Sudáfrica, la señal se ha vuelto apagar, pero al final del día no es la única razón por la que vamos... ¿Le dijiste?

—No, y cuando se entere las cosas se podrán aun peor.

— ¿No le tienes miedo a que te mate?

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