Capítulo 4

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Damon fue recuperando la consciencia poco a poco, primero las sensaciones y después el control de su cuerpo. Estaba tumbado en un lugar extraño, con paredes de madera, una cama cómoda y un ambiente acogedor que no reconoció. Olía a humo y a algo más, algo que le relajaba cuando debería estar alerta. Trató de incorporarse para ver mejor, pero un ramalazo de dolor le recorrió el cuerpo subiendo desde la pierna y le devolvió a su posición original.

Apretó los dientes para contener el dolor, por un lado agradecido de sentirlo y por el otro preocupado por ello. No recordaba casi nada de cómo había llegado a ese lugar, pero sí se acordaba de que alguien había tratado de matarle. Por lo que sabía, su salvador podía estar compinchado con el asesino.

«Elena». El nombre acudió a su mente como una bocanada de aire fresco. Y en ese momento sintió que no estaba solo. Las voces llegaban amortiguadas a través de la única puerta de la habitación, que estaba cerrada.

—No tendrías que haberle traído —El hombre que hablaba parecía furioso a pesar de que contenía el tono para que no fuese demasiado alto. Se notaba en la tensión en ella, capaz de cortar el aire igual que una hoja recién afilada.

—Sabía que dirías eso —contestó una voz femenina, más calmada. No parecía estar intimidada por su interlocutor.

Damon la reconoció como la de la persona que la había salvado. Se incorporó un poco en el jergón, con mucho cuidado de no mover la pierna y de no hacer ningún movimiento brusco. Aguzó el oído y se concentró en la conversación, que continuaba ajenos a que el joven había despertado.

—Lo sabías, —dijo el hombre—, lo sabías pero le has traído.

—¿Qué querías que hiciera? ¿Dejar qué se muriera en el bosque? Porque eso es lo que hubiera pasado si no le hubiese encontrado. Ya estaba medio muerto.

El príncipe se estremeció por la crudeza con que hablaba de él, confirmando lo que él mismo sabía.

—Tú no me has educado así —terminó de decir la chica, a lo que le siguió un gruñido como respuesta y luego silencio—. Padre, estaba en nuestra parte del bosque —ahora sonó más dubitativa y a Damon le pareció notar que hacía más énfasis en la palabra nuestra—. La barrera le dejó pasar, tiene que significar algo, —hizo una pausa—, ¿no?

—No lo sé, Elena, no lo sé. Ese chico nos va a traer problemas. —Bajó tanto la voz en la última frase que Damon no estuvo seguro de haber escuchado bien.

La conversación concluyó así, sin que Damon llegara a hacerse una idea mejor de donde estaba o quienes le tenían. Se tumbó de nuevo y cerró los ojos para hacerse el dormido cuando le pareció, por los ruidos que escuchaba, que alguien venía.

Poco después, la puerta crujió al abrirse y le siguió un ruido de pisadas. Damon se mantuvo en silencio. Trató de respirar a lo que a él le parecía un ritmo normal, incluso cuando notó un aroma refrescante que antes no estaba. Lo reconoció como uno que ya había olido antes, en el bosque, cuando pensaba que iba a morir. Debía ser la chica que le había salvado. Elena. Saboreó despacio el nombre en su mente, con mil y una preguntas que no se atrevía a pronunciar en voz alta.

Los pasos se acercaron hasta donde estaba tumbado. Unas manos hábiles le quitaron a Damon la sábana que le cubría. El joven no pudo evitar un estremecimiento cuando el aire de la habitación, mucho más fresco que su cuerpo, le tocó la piel. Las manos comenzaron a tocarle con suavidad, revisando las heridas sin apenas hacerle daño hasta que llegó a la pierna.

Cuando le tocó ahí el dolor fue mucho más intenso. Se le escapó un gemido y temió haberse descubierto.

—Perdón —se disculpó una voz femenina, por lo que el príncipe pudo confirmar sus sospechas. Por cómo siguió hablando y lo leve y atento que se volvió su toque, Damon supo que seguía pensando que dormía—. Sssh, tranquilo. Ssshhh. Ya está, ya está. Te vas a poner bien —repitió mientras le curaba.

Behind Blue Eyes [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora