De la limerencia y otras dolencias...

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- Perdona si te hago llorar ~🎶 -

Kenneth miraba ofuscado a su mejor amigo, ese dulce muchachito de pecas que ahora lo estaba sacando de quicio.

- Perdona si te hago sufrir ~ 🎶 - Continuaba cantando Nash ignorando a Kenneth.

- ¡Nash! ¡No te hagas pendejo! ¿Dónde está mi celular? -

- Pero es que no está en mis manos, pero es que no está en mis manos ~🎶 -

Kenneth estaba conteniendo los deseos de golpearlo, y estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano. - ¡Nash dame mi teléfono! -

- NO TE AFEEEERREEEEES ~ YA NO TE AFERRES. A UN IMPOSIBLE, YA NO TE HAGAS... NI ME HAGAS MAS DAÑO, YA NO ~🎶 -

El niño de cabellos oscuros golpeó su propia frente contra el asiento del autobús escolar un par de veces. Era eso o querer golpear a Nash, y no quería llegar a ese punto. - ¿Lo perdiste? ¿Verdad? -

- Tú bien sabes que no fue mi culpa ~🎶 -

- ¡Deja de cantar y ponte serio! -

- Tú te fuiste sin decirme nada ~ 🎶 -

- ¡Fui por mi mochila, supuse que cuidarlas mi teléfono! -

- ¡No te aferres ~! Ya no te aferres ~🎶 -

- ¡Quiero mi teléfono de vuelta! -

- A un imposible ~ 🎶 -

Kenneth tomó su mochila, metió la cabeza en ella para ocultar un grito de frustración. Seguramente Nash olvidó el teléfono de Kenneth en la escuela. Tendría que esperar a mañana para recuperarlo, sabía que el auxiliar de limpieza de la escuela solía encontrar teléfonos y otros aparatos y los dejaba en la oficina d ela directora para quien fuese el dueño pasara por él al día siguiente. Pero pasar la tarde y una noche sin su preciado celular lo tenía molesto, peor aún la actitud burlona de Nash.

- Perdón Kenny. Yo paso por el mañana, y si no, te lo pagaré - Respondió apenado el pequeño de pecas.

- ¿No podías decir eso desde el principio? ¿Tenías que cantar esa cancioncita de viejitas? -

- Shi, es un clásico -

Faltaban dos cuadras para llegar a la calle donde vivía el muchacho de cabellera clara. Kenneth seguía muy extrañado de la actitud de su amigo. Él no era así de descuidado, menos burlón, estaba actuando extraño, casi como si fuera olvidado a propósito. De la nada apoyó su cabeza sobre el hombro de su amigo. Kenneth no se negó, pero si era algo extraño.

- Perdón Kenny. No sé qué me pasó, yo no soy así -

- Está bien, sé que no eres así. Y eso me preocupa ¿Qué ocurre Nash? -

Nash solo guardó silencio, aún apoyado  en su amigo. Tomó su mochila, sacó su propio celular y se lo pasó a Kenneth.

- Ten el mío mientras. Mañana recuperaré el tuyo, nos vemos mañana Kenny - Nash bajó del bus sin darle tiempo de responder. Había algo diferente en esa sonrisa de despedida de Nash, era apagada... era falsa.

El niño de pecas entró en silencio a su casa. Acarició la cabecera de la perrita que apareció a saludar, saludó a su familia y subió a su habitación en silencio. Se tumbó boca abajo sobre su cama sin molestarse de prender la luz, a pesar de que no agradaba la oscuridad. Estaba algo deprimido, podía engañar a los demás, pero no a si mismo.
Estaba preocupado y algo triste. Sabía que había hecho mal las cosas, más no se explicaba la razón.

Esa mañana todo iba bien. Un día de clases normal, recreo normal, almuerzo normal, pero cuando fue por el pasillo rumbo a su salón una chica lo detuvo. Amablemente lo saludó, le preguntó si era muy amigo de Kenneth. Obviamente Nash orgulloso respondió que eran los mejores amigos del mundo, todo bien hasta que ella le pidió el número del azabache.

Sentido de Pertenencia III: Linaje ContaminadoWhere stories live. Discover now