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Título: No en esa vida
Nº de palabras: 759
Advertencia: Ronmione. A.U. No magic.

 Aquella noche le había visto

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Aquella noche le había visto. Estaba más alto, y mucho más guapo que antes. La madurez le había sentado estupendamente, ensanchando sus hombros y remarcando sus facciones, mucho más cuadradas y definidas ahora. Eso por no hablar del traje de tres piezas gris junto a la camisa blanca, que se adhería a él como una segunda piel. Su hermoso pelo rubio estaba algo más largo de lo socialmente aceptado, pero quién no le perdonaría algo como eso al gran Draco Malfoy, quien podría haber decidido (si sus exquisitos modales y buen gusto no lo hubieran impedido) que la prenda más adecuada para un gran salón elegante durante una cena eran unos vaqueros oscuros, de esos que se había acostumbrado a usar cuando salía con ella. Estaba sentado junto a algunos de sus viejos amigos en una mesa de aquel restaurante, y ella decidió imitarle y pasar un buen rato con su acompañante, por lo que desvió sus ojos de aquella mesa, pretendiendo fingir no haber visto nada. Si hubiera tardado sólo cinco segundos más en apartar los ojos de allí, tal vez habría percibido cómo los ojos grises de Draco se oscurecían al distinguir su figura. Porque no había forma de que no la distinguiera.

Hermione sin embargo, se sentó en su mesa, con una muy débil sonrisa en la cara que el pelirrojo devolvió con más ganas. Ronald le extendió la carta, y mientras inspeccionaba la suya propia tomaba su mano sobre la mesa, apretándola con cariño y sonriendo cada vez que su dedo pulgar acariciaba la delicada alianza plateada que adornaba el índice derecho de la mujer de su vida. No todos los días se cumplían dos años de casados con el amor de tu vida. De hecho, Hermione sabía que nunca los cumpliría.

Quería a Ronald, por supuesto que lo hacía. Él era un hombre bueno, honesto y valiente. Se desvivía por su familia, y eso la incluía a ella. Si bien mientras eran jóvenes la había hecho sufrir, el mismo día en que comenzaron a salir había prometido que reemplazaría cada una de esas lágrimas con risas, y de cierta forma, lo había hecho.

Hermione comenzó a vagar la mirada por el restaurante, en un triste intento de distraerse y mantener su mente ocupada mientras que su marido iba al baño. Fue un error. Sus ojos grises se fijaron en los de ella, y sintió cómo su corazón se saltaba un latido, tal vez dos. Sintió cómo el mundo se detenía a su alrededor, cómo el tiempo dejaba de correr. Cómo en aquel momento, sólo por aquel instante, volvían a ser ellos dos.

Volvían a ser ellos dos los protagonistas de la escena anónima que nadie más observaba. Volvían a ser los protagonistas de aquella balada romántica que bailaban cada vez que una radio sonaba. Volvían a ser los enamorados que nunca habían dejado de ser. ¿En qué momento se habían torcido las cosas?

No lo sabía.

Simplemente, la vida se había encargado de alejarlos una y otra vez. Les había obligado a tomar distancia. Primero, cuando sus padres trasladaron su consulta, obligándola en el proceso a abandonar el instituto en el que se habían conocido. No hicieron caso, y siguieron intentándolo, hasta que la madre de él enfermó, lo que le hizo tomar distancia del resto del mundo. Después, ella había sido aceptada en la facultad que siempre había deseado, ocho años atrás. Ocho años hacía que se había mudado, en esa ocasión, fuera del país. Ocho años hacía que no le había vuelto a ver. Ocho años desde su última sonrisa real, su última carcajada. Ocho años desde la última vez que fue genuinamente feliz. Siete años y nueve meses desde la última lágrima. Siete años y nueve meses desde que aceptó que no importaba qué hicieran, no podían estar juntos, no en esa vida. Aquello era todo lo que obtendrían. Sus corazones se habían separado, habían tomado vidas distintas. Habían aprendido a conformarse.

A conformarse con una mirada. A conformarse con un recuerdo. Con esa maldita sensación que detenía el mundo y que a ambos les confirmaba que ese momento, les pertenecía a ellos. Que ese latido, era del otro. Que esas lágrimas que ambos luchaban por contener, eran por y para el otro. Que ellos mismos, eran del otro, aunque no pudieran estar juntos. Que el amor de su vida era el otro y que jamás podrían estar juntos. Volver a hacerse felices. Volver a sonreír. Volver a llorar. Nunca más.

No en esa vida, al menos.

Colección DramioneWhere stories live. Discover now