CAPÍTULO VEINTICUATRO

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Aquella noticia fue como un cubetazo de agua fría para Victoria. El juicio se adelantaría y la fecha escogida sería dentro de veinticuatro horas. Parecía que la vida realmente se estaba ensañando con ella, dándole golpe tras golpe como lo hace un boxeador con su pera de boxeo.

V: ¿Por qué? - fué lo único que atinó a preguntar con la escasa voz de la que disponía en es momento.

O: Montes me acaba de llamar, al parecer a pesar de nuestra denuncia, Enrique logró salir libre bajo fianza alegando que él es el padre de Mariana y que actuó de manera desesperada puesto que tú no le permites ver a los niños. El fiscal de turno, amigo íntimo de Enrique, le asignó una multa cuantiosa y le otorgó su libertad. Ahora él exige adelantar el juicio por la tenencia de Mariana.

V: ¿Sólo Mariana?

O: Así es, Enrique solo está interesado en obtener la patria potestad de la pequeña Mariana.

V: ¿Pero por qué? ¿Por qué la quiere solo a ella? - preguntó aferrándose a los antebrazos de su marido -

O: No lo sé. Quizás porque Mariana es la más pequeña de los tres - respondía tratando de mantener un tono de voz calmo mientras colocaba tiernamente mechones de cabello detrás de una de las orejas femeninas - Ella es la que más necesita de tí, de tus cuidados, de tu amor. Enrique está dejando ver sus cartas, su venganza ha iniciado.

V: Tengo miedo Octavio - la ansiedad se veía claramente reflejada en sus hermosos ojos cetrinos que en esos momentos brillaban producto de las lágrimas que se acumulaban en ellos - Yo me muero si me quitan a mi niña, me muero Octavio.

Ella se lanzó contra el pecho de su marido buscando protección, buscando calor. Su intuición femenina le dejaba saber que una tormenta muy fuerte se avecinaba, algo muy oscuro se cernía sobre ellos.

Octavio la recibió, la acunó contra su pecho. Le permitió desahogarse, dejó que sus miedos y angustias fluyan a modo de lágrimas. Él también estaba preocupado, más no lo daba a notar, en esos momentos sabía que debía mantenerse fuerte por ella.

Ahí estaban ambos, de pie en medio de su alcoba abrazados, corazón con corazón. Ella se aferraba a él como si de un escudo se trataba y él trazaba tiernas caricias en su espalda en un intento de consolarla.

Poco a poco sintió como su respiración empezaba a calmarse. Las lágrimas parecían ceder. Creyó que era el momento oportuno para hablar y no dudó en hacerlo.

O: No debes temer bonita. Te prometo que estaré a tu lado. Lucharé contigo para que no nos arrebaten a Mariana.

Ella vió la sinceridad que reflejaba su mirada, y supo una vez más que él no la abandonaría.

O: ¿Por qué no aprovechas estos minutos y tomas una ducha relajante? No tardan en subirnos el desayuno. Tenemos que estar en el despacho de Montes en un par de horas. Quiere darnos indicaciones para el juicio.

Victoria asintió, le dió un beso tierno en los labios y se encaminó hacia el cuarto de baño.

Octavio la siguió con la mirada hasta que se perdió en aquella pieza. Soltó un suspiro como queriendo soltar la angustia que también lo embargaba a él. Su mirada cambió de rumbo hacia uno de las mesas de luz que decoraban la habitación, justo dónde se hallaba la foto de Ana Cristina y se acercó.

Tomó entre sus manos aquel retrato e hizo una plegaria en silencio implorándole que no los desampare. Sintió que sus fuerzas lo abandonaban, por unos instantes pensó que flaquearía. Se sentó en la cama y justo en ese instante una de sus piernas rozó con un objeto un tanto desconocido para él.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIOWhere stories live. Discover now