Capítulo 25: El joven en la pared

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"Y pronto conoció el nombre de aquel chico: Era Sa'e Yang".

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Fue muy lamentable que el regalo de bienvenida que Chu Si le dio a Jiang Qi fuera una huella de zapato en la cara.

Afortunadamente, antes que el niño aterrizara, Jiang Qi repentinamente recordó que traía una pulsera previamente de partir en este viaje. En el último segundo, activó la función antigravedad incrustado en el objeto, que amortiguó el impacto por un momento, evitando que no tuviera que encontrarse con personas mientras la mitad de su rostro estaba hinchado.

Conocerse de esa manera fue desagradable, al menos Chu Si pensó que era un milagro que Jiang Qi no le devolviera el golpe. En el orfanato, si pisaban la cara de alguien, ya sea a propósito o no, definitivamente serían recompensados sin piedad.

Por eso Chu Si se puso de pie suspirando justo cuando aterrizó, retrocediendo instintivamente hacia la pared y mirando alertamente al contrario.

—¿Y ahora estás asustado? ¿Por qué no lo estabas cuando pisaste mi rostro hace rato? —Jiang Qi espetó, quitándose los trozos de hielo de su cara.

En aquel tiempo, Chu Si era muy pequeño y parecía un gato salvaje con todo su pelaje erizado. La forma en que veía a alguien no era ni en lo más mínimo intimidante, y eso hizo reír a Jiang Qi.

—Deja de mirarme —comentó el adulto—. ¿No temes que se te caigan los ojos? Eh, eres gracioso, niño.

Muchos años después, cada vez que el joven recordaba la reacción de Jiang Qi de aquella noche, sentía que ese hombre se enfermó de la cabeza, pues lo habían pisado y todavía pensaba que era divertido.

El Chu Si de ocho años se sorprendió aún más por ello. Nunca imaginó que recibiría ese tipo de comentario posteriormente de aplastar a alguien con su zapato, y por un segundo estuvo inseguro y desconcertado.

Cuando finalmente volvió a sus sentidos, ya lo habían alzado y cargado mientras que la otra parte caminaba por la esquina del callejón.

Incluso a esa edad, Jiang Qi se burló con cada paso que dio.

—¿No deberías agradecerme? —bromeó con el niño.

Chu Si—: ...

Nadie nunca le enseñó que debía agradecer a alguien después de pisarle la cara.

—Si no fuera por mí que te atrapé —agregó Jiang Qi—, te hubieras convertido en pedazos de sandía en el instante en que impactaras contra el suelo.

Chu Si lo pensó y sintió que esa persona trataba de intimidarlo.

Antes nunca había hablado con alguien y solamente tenía tres emociones hacia los seres vivos: desconfianza, odio e indiferencia.

Miró rígidamente a Jiang Qi durante mucho tiempo, pero no tenía la intención de abrir la boca. Cuando giraron en la intersección, el niño se dio cuenta que se dirigían hacia la entrada del orfanato; Chu Si luchó tanto por liberarse que casi pateó al contrario por segunda ocasión.

Más tarde, para proteger la otra mitad de su propio rostro, Jiang Qi cambió la ruta a último segundo, llevando a Chu Si a su habitación de hotel en la Ciudad Xixi.


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A la primera hora del día, Jiang Qi atrapó somnoliento a Chu Si, quien intentaba escapar por el techo por segunda vez.

—Esta azotea tiene más de ciento setenta pisos —Lo tranquilizó—. Si realmente caes desde aquí, tendré que despegarte del suelo con una pala y eso sería feo.

Cielo NegroWhere stories live. Discover now