El Método Raquel

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APOLO HIDALGO

Parecía que tumbarme en la cama a pensar se había convertido en uno de mis pasatiempos habituales. Pocas veces había estado tan confuso, normalmente le daba pocas vueltas a las cosas y me conformaba con lo que había, pero con Thebe todo era diferente. Cada pequeña cosa que hacía se quedaba en mi cabeza durante días, si a eso le sumamos que todos los miembros de mi familia toman más enserio a las piedras que a mi... El resultado es la misma mierda de siempre, lidiar sólo con mis pensamientos.

-¿Apolo? -bueno... sólo o con Claudia- se ve desde aquí el humo que sale de tu cabeza, ¿qué te pasa ahora?

¿Qué crees que me pasa?

-Lo mismo de siempre -no hice el esfuerzo de incorporarme, pues sabía que Claudia vendría a tumbarse a mi lado. Y así fue.

-Creía que la cita había ido bien.

-¡Y fue bien! -esta vez sí que me incorporé- es que ya no estoy seguro de si fue una cita o sólo un paseo...

-Te besó en la mejilla.

-A su amigo Joshua también le besa en la mejilla -suspiré- igual le gusta él y no tengo nada que hacer.

-La capacidad que tienes para liarte la cabeza es de otro mundo, lo digo enserio. -el cabello rojo de Claudia se esparció por la almohada.

-No lo hago aposta, si pudiese evitar esa clase de pensamientos de verdad que lo hacía -jugué con mis manos, hablar de esas cosas me ponían nervioso, más incluso que pensarlas.

-¿Y qué es lo que lleva a tu cabeza a pensar en esas cosas?

-Esa pregunta a sonado muy a psicóloga.

-Es que soy tu psicóloga.

-¿Tienes el título de psicóloga? -eso era nuevo.- No lo sabía.

-No soy psicóloga, Apolo -se incorporó también, quedando sentada en el borde de la cama- pero te escucho cuando nadie más lo hace e intento entenderte cuando nadie más te entiende, es parecido, la amistad es eso.

-Ser psicólogo no es sólo eso, pero está bien, puede que algo de razón tengas -me levanté de la cama, el colchón se había vuelto incómodo de repente.- me cuesta concentrarme en cualquier otra cosa que no sea ella ¡y eso me confunde más!¡Nunca me había pasado!

-Ya lo sé, siempre dices lo mismo. -mordí el interior de mi mejilla, esa charla con Claudia no estaba siendo precisamente agradable.

-No siempre digo... -el sonido del timbre cortó la frase. Vi eso como una excusa para escapar de mi cuarto, que de un momento a otro se iba haciendo más pequeño- ya abro yo -sin dar tiempo a que Claudia se levantase, corrí al jardín dispuesto a abrir la puerta.
Al salir al exterior pude tomar una gran bocanada de aire, no había sido consciente del calor que tenía hasta que salí fuera. Avancé hacia la puerta de entrada a la finca a paso lento.

-¿Raquel? -Raquel estaba parada frente a la puerta de entrada de la casa con la misma ropa con la que había ido al instituto esa mañana. La castaña levantó la vista del suelo cuando me escuchó- ¿Qué estás haciendo aquí?

-He venido a traerte esto -me mostró lo que llevaba en las manos, mi sudadera blanca. Alcé ambas cejas en un gesto de sorpresa, había pasado el día tan metido en mis pensamientos que no me había dado cuenta de cuándo se me cayó al suelo.

-Vaya, gracias -tomé la prenda de ropa- no sabía que se me había caído. Pasa, no te quedes ahí -me hice a un lado, dejando que Raquel entrase en la casa.

La conduje hasta el comedor donde, como siempre, no había nadie.
Dejé la sudadera sobre una de las sillas y puse frente a ella un vaso con un refresco, no veía la necesidad de pedírselo a Claudia si yo tenía pies y manos.

-La verdad es que sólo venía a traerte la sudadera, pero gracias por el refresco -dio un sorbo al vaso mientras miraba alrededor, sabía que buscaba a mi hermano, pero ella no lo diría en alto.

-Bueno, tómalo como una compensación, esa es mi sudadera favorita y no quiero perderla.

Aunque me comprarían 20 más si lo hago...

-Ya... -asintió con la cabeza.

Ahora parece que ninguna chica está cómoda en mi presencia... supongo que me lo he buscado solito comportándome así.

-Oye, Apolo -dejó el vaso sobre la mesa de madera del comedor- ¿puedo usar el baño?

-Claro, la primera puerta nada más salir -Raquel salió del comedor dando pequeños saltitos, yo simplemente la observaba salir de la sala.

-¿Esa era Thebe? -el salto que di fue digno de las Olimpiadas. Claudia rio al otro lado del comedor, se acomodó su delantal blanco acercándose a mi a paso ligero.

-¡Claudia!¡Qué susto, joder! -el corazón me iba tan rápido que parecía que se me iba a salir del pecho.

-¿Es Thebe o no? -dijo ignorando por completo el hecho de que casi me da un infarto.

-¡No! -me senté en la silla que tenía a mi lado- lamentablemente no lo es, es Raquel, la vecina

-La chica de Ares -murmuró para si misma- Oye, voy a preguntarte algo.

-Dime

-¿Has pensado en decirle a Thebe lo que sientes?

¿¡TE HAS VUELTO LOCA, CLAUDIA!?

-Por supuesto que no lo he pensado, no quiero arriesgarme -negué con la cabeza horrorizado.

-¿A qué no quieres arriesgarte exactamente? -los ojos de Claudia miraban directamente a los míos, cosa que me imponía y me frustraba al mismo tiempo. Suspiré dando un leve golpe en la mesa.

-No sé, que me tome por loco, ¿cómo reaccionarías tú si un chico que conoces desde hace más o menos un mes coge y se te declara?

-Pues... no sé, nunca me ha pasado -se encogió de hombros.

-Ponte en situación-me aclaré la garganta- Thebe, quería decirte que me gustas mucho y que no puedo evitar pensar continuamente en ti, a veces me da miedo porque todo, absolutamente todo me recuerda a ti -me crucé de brazos. Claudia me observaba con una sonrisa divertida- no te rías que no tiene gracia.

-Un poquito sí que tiene, admítelo -y con la escandalosa risa de Claudia, una pequeña sonrisa de dibujó en mi rostro.

THEBE GRIFFIN
-¿Qué hora es?

-Las cuatro y media.

-Raquel está tardando mucho

-¡Deja que actúe!

-Creía que iba a ser más rápida -Joshua me lanzó un cojín a la cara.
Tras comer la pizza ambos fuimos a casa de Joshua, sus padres no estaban y no tenía pinta de que fueran a volver pronto, por lo que decidimos quedarnos ahí a esperar noticias de Raquel y de Apolo.

-Ha pasado sólo media hora, impaciente -volteé en la cama dando , sin querer, una patada a la mesita de noche de Joshua. Un pequeño bote de pastillas cayó de esta.- mierda -me levanté para cogerlo.

Por suerte no se ha abierto.

-Dámelas -la bordería en el tono de mi amigo me empujó a leer la etiqueta. Bromazepam. Ansiolíticos.

-¿Qué es esto, Hutcherson? -murmuré sin despegar la vista del pequeño botecito blanco.

-No es nada -la vibración de mi teléfono hizo que Joshua lo tomase entre las manos- es Raquel -justo cuando pronunció la última palabra se me olvidaron las pastillas. Dejé el bote dónde estaba antes de caerse y me acerqué a mi amigo que, por alguna razón, se había quedado completamente blanco.

-¿Qué dice? -al igual que Joshua, también me quedé de piedra a leer el mensaje de Raquel.
Me esperaba cualquier cosa menos eso.

-A Apolo le gustas

𝗧𝗵𝗲𝗯𝗲 || Apolo HidalgoOnde as histórias ganham vida. Descobre agora