Capítulo 12

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Con los brazos entrecruzados sobre su pecho, Louis Benne se movía nervioso sobre el árido terreno del norte, haciendo elevar con sus bruscos movimientos nubes de polvo que ensuciaba su hasta entonces impecable vestimenta. Hacía veinte años que no pisaba aquella parte de la isla. Veinte años... ¡Joder! ¡La mitad de su vida! ¿Tanto tiempo? Si aquello parecía haber ocurrido ayer. Vívidos recuerdos, recuerdos dolorosos de la última noche con vida de Tadeo llegaban a él. El sonido del disparo surcando el aire, el repentino gusto a sangre invadiendo su boca.

La sensación de que una parte de él se había quedado allí anclada, en el viejo motel abandonado de Sandy Shores.

Alzó su mirada hacia el horizonte, hacia aquella carretera que se extendía ante sus verdes ojos y suspiró.

Luego de una hora de viaje en autobús, había llegado desde Rockford Hills antes de que el cálido sol primaveral se hallara en su punto más bajo. Casi una semana atrás había acordado con Chris en ir a visitarle y pasear juntos por el norte. Beber algo y compartir un tiempo de calidad como amigos. Ambos lo necesitaban. Respirar nuevos aires y despejar sus mentes de los problemas laborales y sentimentales que les atañían.

Esa tarde de junio sería la primera vez que ambos se verían fuera del café, el pequeño refugio que habían aprendido a construir, esas cuatro paredes testigos de largas horas de charlas, risas y vivencias. Collins le había dicho que lo esperara a la salida de la comisaría así al terminar su turno podrían irse juntos en su coche. Pero Louis, tal vez por timidez o porque no deseaba importunar a las personas que allí trabajaban, había decidido aguardar cruzando la calzada, rodeado de matorrales y algún que otro animal salvaje que corría libremente por la zona.

***

- Realizo mi 10-10. Buen servicio, chicos- anunció por radio antes de apagarla y guardarla junto al resto de sus pertenencias en el locker.

Se vistió casual, jean y camisa de manga corta floreada. Sin disimulo, olfateó una de sus axilas y frunció el gesto antes de encaminarse nuevamente a su casillero para echarse un poco más de desodorante. Era una salida casual de amigos, pero eso no justificaba que fuera por ahí oliendo a mofeta aplastada.

Tras fichar su salida de servicio en recepción, caminó a paso ligero fuera de comisaría. Le costó un par de segundos dar con el pelirrojo quien, tímido, esperaba a un par de metros de la entrada.

- ¡Joder, Louis, que pensé que me habías dejado plantado!- le gritó, acercándose a él con un suave trote.

- ¡Pero qué dices! -rio el italiano acomodando unos rizos que rebeldes se escapaban de la improvisada coleta que se había hecho- Llegué hace unos cuantos minutos, pero preferí esperarte aquí. Por allí hay mucha gente y la verdad es que no quería molestar... Eh... ¿Cómo estás? -inquirió sin saber si acercarse a él, estrechar su mano o darle una palmada sobre su hombro. A unos metros de ellos los cadetes y oficiales de la LSSD miraban en su dirección, y lo que menos quería era incomodar al rubio con cualquier acercamiento que pudiese ser malinterpretado por el resto.

- De puta madre- observó con gracia cómo el italiano se quedaba estático en su sitio, observando por encima de su hombro al resto de sus compañeros-. ¡Hala, venga, dame un abrazo! Que hace mucho que no nos vemos.

Antes de que pudiera arrepentirse, lo estrechó entre sus brazos, dejando una fraternal palmada sobre su espalda.

Una vez deshicieron el abrazo, Louis se alejó un poco de él, fijándose por primera en su rostro y en la indumentaria que llevaba.

- Te ves... bien. Ese estilo te queda. Me gusta -musitó con una sonrisa.

- Ah, esto. Es mi look veraniego, ¿sabes? Como para sentir que estoy en las Maldivas y no aquí- bromeó-. Anda, vamos a por mi coche y a tomar algo, que me muero de sed.

Cazador de SantosWhere stories live. Discover now