Capítulo 5: Little Death

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(Un mes después-Agosto)

Harry estaba sentado en su despacho de la mansión Peverell cuando vio por el rabillo del ojo a Hedwig entrar por la ventana. Dejó su pluma y se relajó en su silla mientras esperaba que se posara sobre ella, posada en su escritorio. Una sonrisa se filtró en sus labios al recordar la oleada que amenazó con caer sobre él aquel día cuando entró en la casa de las fieras y la vio allí. En su línea temporal original, ella había sido su primer y único familiar. Entonces era demasiado joven y estaba consumido por los planes del director como para darse cuenta de lo importante que era el vínculo con un familiar, y tanto él como su magia nunca se habían curado del todo después de que ella le fuera arrancada tan cruelmente.

No sabía qué le había llevado a entrar en la casa de fieras aquel día. Faltaba casi un año para que la recogiera y no creía que ella estuviera allí todavía, pero tenía la esperanza. Por alguna razón, verla allí, posada en su jaula, viva y parpadeando con sus grandes e inteligentes ojos amarillos, le ayudó a aceptar su situación. Realmente estaba de vuelta en el tiempo y atrapado aquí porque no conocía ningún hechizo que pudiera llevarle al futuro. Además, aunque volviera a su tiempo, había cambiado demasiado en su primer día aquí al matar a su tío como para saber a qué tipo de futuro iba a volver. Sinceramente, se estaba divirtiendo demasiado como para pensar en volver.

Había estado vigilando de cerca las idas y venidas del director tanto desde sus bóvedas como desde el mundo mágico. También había sido útil para sí mismo, invirtiendo el poco dinero que le quedaba en sus antiguas bóvedas en negocios que sabía a ciencia cierta que despegarían en el futuro tanto en el mundo mágico como en el muggle. Ironclaw se había sorprendido especialmente cuando le pidieron que comprara grandes acciones en el mundo muggle, aunque Harry empezaba a sospechar que lo que le sorprendía no era que invirtiera en empresas muggles, sino la confianza con la que lo hacía.

Un ligero siseo le alertó de la presencia de su otro familiar en su despacho. Había comprado a Zilvinas en la casa de fieras cuando entró a comprar a Hedwig. Casi había completado su compra cuando vio a la serpiente en el fondo de la jaula, con unos ojos misteriosos que le recordaban mucho a los suyos, observándole. Cuando tenía al tendero encima, el hombre ni siquiera sabía que estaba allí. Más extraño aún, había visto cómo la serpiente se dirigía hacia él alrededor del mostrador y se enroscaba en su brazo, posando su cabeza en la clavícula de Harry, y el tendero seguía sin ver nada. Lo había catalogado como una habilidad de la serpiente y lo había dejado. Un familiar gratuito por el que no tenía que pagar. Hedwig se había molestado un poco por no tenerlo para ella sola, pero tras un contexto de miradas entre ellos, habían llegado a una especie de acuerdo del que él estaba al tanto.

Se había sorprendido aún más cuando llegaron a casa y la serpiente había empezado a crecer. Le recordaba bastante a Harry el Basilisco de la Cámara de los secretos. Cuando le dijo esto a la serpiente, harry pudo ocultar la sonrisa que se le filtró al ver la emoción que mostraba la serpiente al conocer al antiguo basilisco. Haciendo una nota mental para visitar a la serpiente antes de que el horrocrux diario pusiera sus garras en la pobre criatura, prometió presentarlos. Zilvinas le había explicado más tarde que tenía la capacidad de cambiar de tamaño para adaptarse mejor a su entorno y, puesto que éste iba a ser su hogar, no veía la necesidad de ocultar su verdadera forma. Al principio, había pensado que la serpiente era una Occamy, pero su coloración no era la adecuada, así que lo descartó. Harry aún podía percibir que la serpiente ocultaba algo, pero no iba a forzarle a nada. Su magia ya se había vinculado así que no podían hacerse ningún tipo de daño.

Sacudiendo la cabeza, sus ojos se dirigieron a la carta que colgaba de la pata de Hedwig mientras el fuego se encendía automáticamente para calentar a la gran serpiente. Como la mayoría de las cartas que recibía estos días, ésta tenía el sello de Gringotts. Su ceño se frunció cuando abrió el sobre y cayeron dos cartas: una con el sello real y la otra con la firma de Ironclaw.

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