Parte 5

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—Así que simplemente he aceptado —soltó un largo suspiro dejándose caer en la cama, no recordaba ser tan idiota más que aquella vez en la que decidió hacer lo que Kagome quería después de un buen revolcón, aunque no lo fue si no pudo tocar el cuerpo de la mujer.

No recordaba ser tentado de esa manera, y no habría momento en el día que se dejara de quejar por aquella situación—. Soy un imbécil.

Murmuró con lentitud, su cabeza cayó hacia atrás en el sofá y recordó la última vez que se había dejado seducir por una mujer, seguramente la última había sido Kagura.

Incluso sus nombres combinaban.

Todo el tiempo se paseaba de un lado hacia otro en la oficina de su padre, de unos pocos años mayor que él y con el cuerpo más deseable que siempre reconocería. Le gustaba que Kagura lo tratase como un hombre mayor, y así fue hasta que se dio cuenta que ella sólo buscaba una oportunidad de crecimiento con su padre.

Eso no importó durante un tiempo, amaba cómo se movía, su habla era sofisticada y sensual cuando pronunciaba lo que gustaba que le hiciera y por supuesto que no escatimaba en los deseos de aquella mujer. Tiempo después de que su padre se enterase de la situación no despidió a la mujer, pero prohibió a Sesshomaru a volver a la empresa y tuvo que hacer su propio camino en otra.

Ahora agradecía ese deslave, pues todo lo que ahora poseía era debido a uno de sus muchos tropiezos con diferentes mujeres. Aunque de vez en cuando seguían viéndose, ya no era tan emocionante como cuando tenía 20 años.

— ¿Piensas en mí? —los pensamientos del albino se vieron interrumpidos por la joven de cabello azabache que le miraba sonriente, ella se acercó a besar su frente y volvió a hablar—. Tengo hambre y me gustaría ir a comprar un poco de ropa, ¿vamos?

—No me parece correcto que yo te lleve a comprar ropa si lo que quiero es quitártela —reclamó mientras sostenía su antebrazo para acercarle a su rostro. Kagome besó la comisura de sus labios y sonrió asintiendo.

—Por eso puedes ir conmigo, tal vez te deje elegir la que me quites luego.

—Vale, vale, comprendo, estamos jugando —ella asintió y observó cada músculo de su cuerpo esforzarse por no tirarse al hombre que se encontraba frente suyo.

Él era un hombre encantador, y muy guapo, pero cuando se trataba de sentimientos no era el mejor, es por ello por lo que para le fue tan sencillo pedirle que fueran amigos de una noche.

De una noche, tras noche, y tras noche.

Después de todo, se iría la siguiente semana y no tendría que verle la cara más, aunque sí deseaba fuera otra cosa lo que viera.

El de cabellos albinos la condujo hacia el auto pocos minutos después, le abrió la puerta del acompañante y esperó a que ella entrara para subirse también.

—No sabía que al jugar podía tener privilegios.

—No son privilegios —bufó el hombre—. Mi padre no crió a un bruto.

—Oh disculpa, creí que sí —la ignoró el rato entero en el que estuvo platicando de todo y casi nada, incluso cuando comenzó a cantar sus únicos pensamientos eran que las cogidas que se dieran de ahora en adelante no fueran tan malas como su canto.

De reojo la miró bailar, reírse de lo que ella misma decía e incluso pelear con él por querer saber si iba por buen camino. En todos los sentidos.

Por unos segundos deseó que el centro comercial más cercano estuviera a menos de una hora y si todo aquello fue en tan poco lapso, no quiso imaginar más. No recordaba que el viaje a su casa la última vez que estuvieron en un auto a solas fuera tan aburrido.

—De acuerdo, entonces, ¿a dónde vamos primero? ¿Lencería?

—Desearía así fuera, pero tengo que ver unos viejos amigos, si no te importa —comentó arreglando su atuendo, un vestido que a Sesshomaru le pareció muy corto, con tenis blancos y coleta alta, y de pronto todo pensamiento se borró al imaginarla saltar sobre él—. Ojos arriba grandulón, si quieres acompañarnos estará genial, pero si no, espérame en la tienda de lencería más cercana.

Vaciló al escucharla, pero una de sus reglas era que si pasaba mucho tiempo ahí sentado luego las mujeres se asustarían por verlo precisamente ahí sentado por mucho tiempo.

Negó agradeciendo la invitación y se retiró sin decir una cosa más. No quería inmiscuirse en problemas de gente como ellos, sus amigos seguramente serían igual o incluso más fastidiosos que ella.

De pronto se sintió herido, le había traído con tretas, no era una treta en realidad, pero le molestaba saber que después de todo su ego inflado no estaría dañado ese día.

Kagome le miró caminar con andante superior y sólo logró soltar una risueña sonrisa, de niño era igual de rígido que de adulto, y no podía imaginarse la vanidad tan grande con la que tenía que cargar todo el tiempo.

Sin alguna otra opción más que dejar de ver a su mastodonte favorito caminó hacia el área de comida y encontró a sus amigos discutiendo en una mesa.

— ¡Kagome! —escuchó a su amiga que enseguida fue a lanzarse hacia su cuello para poder abrazarla—. Llevo mucho tiempo esperándote, ¿dónde estabas?

—Se refiere a que llevamos horas sentados aquí, ¿dónde estabas?

La chica sonrió con torpeza, y abrazó también a su amigo.

—Lo siento, me he perdido en el transcurso del día, y he tenido que jugar un poco con la condición de que me trajeran.

—Así que al final aceptaste —Sango la reprendió con la mirada—. Habíamos quedado en no meterte en los pantalones de Sesshomaru Taisho.

—Lo siento, me he metido y bien adentro —lloriqueó la mujer, Miroku frunció el ceño—. Bueno, aún no tan adentro, pero es divertido y muy satisfactorio.

—No quiero saberlo —el hombre elevó las manos fingiendo disgusto.

— ¿Es tan fantástico?

—Y mi novia me traiciona.

Kagome sonrió. Sí que era fantástico y no quería imaginar cuántas mujeres le dieron esa experiencia de ser tan inigualable.

Caminaron hacia el área de comida para seguir platicando.

Sesshomaru continuó caminando sin rumbo y no tenía interés alguno en parar para ver a alguna mujer, u otro interés del que todavía no descubría. Paró en un asiento que era parte de una fuente, se recostó sin ninguna otra intención más que esperar a la mujer.

"No tenía interés alguno en parar para ver a alguna mujer", específicamente a ninguna otra mujer más que a Kagome. Sólo dos días, y estaba en su mente una vez más. Maldecía a su padre por recordarle que ella había sido parte de sus tristes deseos de niño y parte de la adolescencia. No podía negar lo hermosa que era, y que siempre fue. Adorable y torpe movía algo dentro de sí mismo.

—Entonces simplemente te lo estás comiendo —Sango dejó su comida para cruzar los brazos y volver a reprocharla—. Estamos de acuerdo que el niño de papi te rechazó.

—Lo sé, lo sé —apretó los labios intentando cambiar el tema, removió el arroz de su comida con el tenedor y contempló el brócoli—. Fuera del tema de que no me amaba en mi niñez, es buena persona... Bueno, es buen amante.

Dijo finalmente.

—Buen amante o no, ni se te ocurra volver a enamorarte de él —Miroku sólo las miraba al comer, con Sango regañando a su amiga y la chica que sólo acataba las reglas, ni siquiera se molestaba en comentar algo, después de todo aquella mirada que ya conocía en su amiga pronto estaría a los pies del hombre que le había robado sueños de niña.

Tentado a tocar.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin