Capítulo único

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El Infierno era un lugar de sufrimiento eterno; aquello era de conocimiento general para cualquier ser humano

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El Infierno era un lugar de sufrimiento eterno; aquello era de conocimiento general para cualquier ser humano. Era un lugar para pagar por tus errores, revivir culpas, infringir dolor a tu alma hasta que el tiempo se detuviera y tu existencia se deshaga en la nada misma.

Sin embargo, cualquier alma humana podría confirmarlo; su sufrimiento era un rasguño a comparación del corte que sangraba sin detenerse en el corazón de aquel Demonio.

Cada cierto tiempo indeterminable —pues a veces podrían pasar siglos sin escuchar aquella sinfonía, así como también podría ser algo diario— el sonido de las cuerdas del violín resonaba en cada rincón de ese estado de oscuridad eterna.

Nadie conocía la apariencia del dueño del violín acongojado, incluso los mismos Demonios olvidaron cómo se veía el Demonio de las Artes.

Su nombre era TaeHyung.

TaeHyung nació como un Demonio de las Artes, cultivando su talento para la tortura en etéreas sinfonías que romperían hasta la persona más inquebrantable, pues traería a flote los recuerdos más dolorosos que poseía el alma que lo escuchara.

Al principio, estaba conforme con su habilidad, pues los Demonios de las Artes eran poco comunes y uno de ellos nacía solo una vez desde las llamas del abismo cada más de cien mil años. No obstante, la aparición de un solo ser es capaz de cambiar por completo la perspectiva de nuestra vida, y lo que al principio fue una bendición, se convirtió en la verdadera ruina a su existencia.

Un día, un alma llegó al Infierno luego de fallecer por una sobredosis de narcóticos, y fue encargada a TaeHyung para infundir el dolor más fuerte de su vida por el resto de su existencia.

Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando esta alma no reaccionó en lo absoluto como esperaba, y su única respuesta fue:

—Nunca había escuchado una sinfonía tan exquisita para el oído. Si tuviera un piano conmigo, definitivamente te haría un acompañamiento.

TaeHyung estaba aturdido, curioso y emocionado al mismo tiempo. Nunca tuvo a alguien que tocara con él, ¿qué se sentiría?

Con ese pensamiento en mente, la próxima vez que visitó a aquella alma llevó un piano consigo. Esta elevó ambas cejas sin pronunciar un solo sonido, antes de colocar sus dedos sobre los teclas y se dispuso a empezar a tocar una vez el Demonio lo hizo.

TaeHyung estaba extasiado.

Las notas del piano sonaban suave y delicadamente junto al violín, resaltando el sonido que emitían sus cuerdas y dándole la chispa que faltaba en sus ojos blancos.

Por primera vez en mil años, TaeHyung sintió felicidad.

Y fue adicto a aquella compañía.

Se deleitó cada día al tocar su pieza característica con su perfecta compañía, el sonido se escuchó por cada rincón del Infierno, y las almas que podían escuchar creyeron que finalmente se encontraban en el paraíso ante tan etéreo sonido.

Pero un lugar de oscuridad y dolor absoluto no podía contener ningún ápice de gozo.

El Señor de aquel pozo de las tinieblas, cansado una situación que pronto escaparía de sus manos y llegaría a oídos de los terrenales y celestiales, decidió tomar cartas firmes en el asunto.

Mandó a buscar aquella alma que fue la causante del problema, y luego de darle un vistazo desaprobatorio, colocó su mano sobre el punto vital de aquella entidad y se disipó en apenas un suspiro. No dejó rastro atrás que pudiera demostrar que una vez existió.

Cuando TaeHyung regresó a su encuentro habitual, otra alma había tomado su lugar. Estaba desconcertado; ¿qué sucedió? Buscó en cada rincón del Infierno, pero nunca apareció.

Fijó en su tristeza tocar su sinfonía para llamar a su entidad compañera, esperando que algún día volviera, y pudieran tocar juntos una vez más.

Por ello, cada alma que ingresaba al Infierno, sentía compasión por aquella sinfonía de los lamentos de un Demonio triste, porque ni siquiera el acto de mayor divinidad sería capaz de acabar con el dolor que se clavaba como mil cuchillas en el corazón negro de TaeHyung.

Por ello, cada alma que ingresaba al Infierno, sentía compasión por aquella sinfonía de los lamentos de un Demonio triste, porque ni siquiera el acto de mayor divinidad sería capaz de acabar con el dolor que se clavaba como mil cuchillas en el cor...

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Un arranque de inspiración mal escrito que estoy republicando meramente porque me gusta la portada y no quiero que esté oculta. La convertiría en premade de no ser porque ya no tengo la versión editable TwT

La sinfonía de los lamentos de un Demonio triste Where stories live. Discover now