AUSENCIA.

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Ok.

Está bien.

Yo sé que el dealer estudia en el Orange, pero Turner no sabe que yo sé que él sabe quién es el dealer.

Es confuso.

Miré con cara de asombro a Turner, simulando que desconocía totalmente aquello que me confesaba.

A mí me gusta tentar mi suerte, ¿ok? Tengo que seguir escarbando.

-Entiendo -hago una pausa-. Pero, ¿conoces su nombre? Quiero... Ehm... ¿Podrías decirme quién es? -pedí.

Como si fuera poco, me puse nervioso al preguntarle porque es parte de mi actuación -cof, cof-, no es como que aún me intimide Turner y me cause un poco de miedo que reaccione mal.

-¿Para qué quieres saber, Creed? -soltó, mirándome con indiferencia.

-Solo quiero saber, eso es todo -respondí con tranquilidad-. Viejo, si no quieres decirme, no importa- presioné con disimulo.

Tras eso, hubo un momento de silencio. No sabría decir cuánto tiempo fue, tal vez unos minutos. Lo cierto del caso es que Turner se giró a verme, abrió la boca para decirme algo y la cerró nuevamente, luego siguió contemplando el atardecer.

-Es peligroso -soltó.

¿Peligroso? ¿Por qué?

Si él dice que es peligroso, entonces realmente debe serlo. La pregunta es ¿por qué?

Indiferentemente de su advertencia, decidí insistir.

-Ok, entiendo. Es peligroso -confirmé-. Pero, ¿me podrías explicar la razón? Y si es peligroso, ¿por qué lo sabes?, quiero decir, conoces al dealer, ¿no?

Turner no se inmutó, más bien, siguió embelesado con el atardecer frente a sí, suspirando. Luego, se giró lentamente hacia mí.

-¿Siempre preguntas tantas preguntas?, ¿por qué las haces?, ¿qué quieres tener que ver con él? -rebatió, algo irritado-. Spencer, amigo, las drogas no son buenas. Olvida eso.

Quiso evadir el tema.

Recuerden: insistente.

-Solo quiero saber.

-¡Y yo quiero un jodido Subway! -me cortó-. ¡Todos queremos algo! Siempre queremos, no importa la situación. Queremos paz; queremos caos; queremos poder; queremos ser invisibles, pasar inadvertidos. Lo peor del caso es que siempre queremos, no importa si tenemos. ¿Está mal? Somos avariciosos por naturaleza.

Se cayó y giró su cuerpo lentamente, quedando de perfil ante mí. Era un bonito atardecer, por eso comprendo el deseo que sintió por apreciarlo. Sorprendentemente para mí, sus palabras fueron muy sabias, tanto así que me sonó a cualquier persona en todo Yorkshire, excepto él.

Dejé que observara cómo se ocultaba el sol por un breve momento, haciéndome hundir en el silencio de mis pensamientos, aun analizando sus palabras de hace solo segundos.

Insistente.

-Qué sabio -suspiré-. Muy lindo y todo. Sí -dije, sarcásticamente -, pero, ¿me dirás el nombre o qué?

Turner exhaló con fuerza y se impulsó con agilidad hacia delante, quedando de pie, caminando hasta colocarse frente a mí.

-Si quieres saber, ve mañana al salón de música a última hora. No faltes -dijo, con calma y en tono serio.

Asentí.

Está bien, Turner, no me digas justo ahora. Más te vale que sea en serio.

Antes de poder continuar arrojando preguntas, rápidamente Cameron y Arthur se aproximaron a nosotros, ambos con un trozo de papel en la mano. Arthur llevaba la manga izquierda de su sudadera arremangada hasta el codo, dejando a la vista una serie de números escritos con marcador rosa.

-¡Adivinen quiénes son unos expertos ligando chicas! -exclamó Cameron, antes de frenar en seco junto a nosotros, reflejando emoción en su rostro.

-No es necesario que respondan, ya se deben imaginar de quiénes se trata -alardeó Arthur.

Turner y yo reímos un poco.

-Por favor, no me digan que se los dieron por lástima -dije, con sorna.

Arthur y Cameron se quedaron con cara de «cállate», esperando que Turner y yo nos dejáramos de reír.

-Por lo menos pudimos conseguir el número de alguien, Picasso -exclama Arthur, refiriéndose a Kate.

Ouch.

Mi diversión se esfuma más rápido de lo que se disipa el humo tras una calada del cigarrillo. Mientras, todos estallan en carcajadas.

-¡Eso fue bueno, viejo! -exclamó Turner, chocando su palma contra la de Arthur.

-¿Por qué se ríe Cameron? Él ni siquiera está en nuestra clase -me quejé, buscando una forma de arruinar el momento.

-Pues, Arthur me contó que -hizo un gesto de falso dolor- se burló de tu obra. Agreguemos algo: la chica es la que te gusta.

Fulminé a Arthur con la mirada.

Al llegar a casa, lo primero que hice fue ducharme, ya que estaba empapado en sudor, con el cabello pegado a la frente. La ropa que utilicé para jugar quedó más sucia que un cachorro luego de fugarse, así que la arrojé en la lavadora.

Ya en mi cuarto, estando vestido y con el estómago lleno a causa del delicioso pastel de carne hecho por Scarlet, procedí a echarme sobre la cama para tratar de descansar. Como era de esperar, los párpados, que ya me pesaban, se me cerraron lentamente y con el pasar de los segundos, fui adentrándome en un estado de inconsciencia cada vez mayor, a la vez que me veían recuerdos del día de hoy: Kate se ofreció para ayudarme, la señora Jepsen también... Luego el partido con los...

-¿Quiere que la ayude, señora? -digo, extendiendo mi mano hasta la señora de bata color púrpura y cabello castaño.

-¡Por supuesto!

Se gira lentamente y toma mi mano. De repente, de la nada, el cielo se tornó oscuro, al igual que todo a nuestro alrededor.

Esa sonrisa tan amenazante, capaz de atemorizar incluso al más valiente de todos.

Cuando terminó de estrechar mi mano, el intenso color negro fue cambiando su tonalidad hasta alcanzar un rojo vivo.

¿Cómo es que pudo hacer eso?

¿Cómo nos encontrábamos en aquél lugar que parecía lleno de llamas?

Mejor aún: ¿qué es éste lugar?, ¿por qué hay llamas a nuestro alrededor?

Se aleja un poco de mí, sonriendo.

Con voz sonora e imponente, exclamó:

-¡Hasta que por fin logro encontrarte, Amadeo! -dijo, alzando sus brazos.

¿Cómo me llamó?

-Debe estar confundida. Verá usted.

-Oh, Amadeo, no digas estupideces -me hizo callar-. Tanto tiempo que esperé este momento, el de nuestro encuentro, y tú, ¿piensas que me he confundido? ¿Yo? ¿Un inteligente demonio? -expresó, disgustada.

-¿Un demonio? -tragué saliva -. No es un chiste, ¿o sí? -dudé.

-¿Acaso piensas que estos son juegos, Amadeo? -habló, ofendida.

-Le repito que no soy Amadeo.

Las imágenes pasaron velozmente tras terminar de pronunciar esas palabras. Primero, unos ojos que parecían incendiarse, como si ardieran lentamente en una hoguera. Después, un cadáver, pero me parecía familiar y no lograba distinguir de quién. Se nubló la imagen y luego desapareció. Por último, un libro similar a uno que poseía, abriéndose en alguna página, dejando salir una pequeña figura alada, con un par de cuernos pequeños en la cabeza. Lo sorprendente de esta figura es que parecía humana. Y susurraba. ¿Qué susurraba? ¿Qué susurraba...?

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Al fin estoy de regreso. Sé que estaban esperando una actualización, así que aquí tienen. Espero que no me odien:).

Spencer.Where stories live. Discover now