Epílogo

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Owen apaga la televisión. Tantas noticias de la guerra en Ucrania le recuerdan a Chloé. Como la echa de menos...
Alguien llama al timbre y tarda poco en contestar.
-¿Quién es? -pregunta.
-Baja -es una voz femenina, algo grave.
-Pero... ¿quién es?
-Baja, por favor.
Owen se pone unos vaqueros y una camisa blanca. Va descalzo.
Cuando llega a la puerta, se encuentra un paquete en el suelo que recita 'Owen'. Lo coge y sube a su loft.
Se sienta en el sofá (justamente, donde besó por primera vez a Chloé) y coloca la caja frente a él, examinándola.
Va a la cocina, coge uno de esos cuchillos puntiagudos que no sirven para untar mantequilla (ese nombre les había puesto) y desgarra el celofán oscuro que lo envuelve.
Lo primero que encuentra es una notita en la que pone: 'Dentro de media hora vengo a visitarte y hablamos'.
Es ella.
Chloé.

Empieza a leer todas las cartas que le había escrito.
Y llora.
Los hombres también lloran.

Entonces cuando termina, alguien llama a la puerta.
-¿Me abres?
Las temblorosas manos del chico ceden.
Y en un minuto llaman a la puerta.
-¿Chloé?
Pero no es ella.
Es la madre de ella.
-¿M-margot?
-Hablemos.
Entonces Margot se lo explica todo. Por qué al final decidió quedarse con su marido y el porqué su hija le entregó todas las cartas. Cómo tuvo que cruzar la frontera con Polonia para escapar tras la muerte de su marido por una bomba.
-¿Y C-chloé?
-Los rebeldes hicieron explotar el avión pensando que en él viajaban tres representantes del gobierno.
-¿Y Chloé no... sobrevivió?
Margot se acerca a Owen mientras los ojos de ambos revelan lágrimas que resbalan por sus rosadas mejillas.
-Ella te quería... fue capaz de hacer cualquier cosa por escribirte tan solo una carta...

* * *

Una hora después, tras haber llorado mucho más y tras haber recordado todos los momentos que ha vivido a su lado, Owen se sienta en su cama y piensa.
Tengo que hacer que Chloé reciba respuesta. Tengo que hacerlo.
Owen coge un papel en blanco y empieza a escribir, sin tachones, todo a la primera. Deja escapar todo lo que su alma necesita que libere.

"Mi querida Chloé;

No donde debes estar, pero seguro que en un lugar mejor que antes. Cuando tu madre ha venido a decirme todo vuestro final... me he sentido pequeño. Pequeño porque no cómo voy a poder vivir sin tu amor, y eso me hace sentir desprotegido.
Te escribo estos últimos párrafos mordiendo mi mano izquierda mientras lloro. Te quería, y no te he olvidado en este mes y medio que has pasado en ese infierno.
Cuando la profesora Arlandis preguntó si alguien se presentaba voluntario para ser el destinatario de algún alumno de periodismo, fui el primero en presentarme. Me gustaste desde la primera vez que te vi, muchísimo antes de que escribieras tu primera carta.
Tus iris grisáceos y esa sonrisa tan bonita que tenías (aunque tus dientes no fueran perfectos, un colmillo lo tenias mas grande que el otro, pero que más da, estaba enamorado y para mi eso no importaba) hicieron que quisiera conocerte.
Y le pedí a la profesora Arlandis que me pusiera contigo, y le di millones de gracias.
Así es como te conocí, Chloé.
Repitiria millones de veces nuestra historia.
Pero no la historia que nos separó, sino NUESTRA historia.

Por siempre tuyo,
Owen."

Owen lee las lineas tres veces, cuatro, cinco, y se las aprende de memoria. Aun llora.
Se dirige a la azotea y se coloca encima de la ancha cornisa.
Saca su mechero.
Y prende el papel.
Ve como se enciende con una abrasadora luz.
Luz que esconde lágrimas, amor, añoranza y esperanza.
Esperanza por si algun día ella lee esas líneas.

Y cuando está a punto de quemarse el dedo, suelta el papel dejando que la brisa se lo lleve mientras dice:

Siempre tuya,
Chloé.

Always yours, Chloé.  [Terminada]Where stories live. Discover now