07|El renacer de la hierba|

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Llegué a la plaza de mercado en cuanto salí del concejo de hechicería. Debía comprar la comida para Desmond y de paso podía hablar con el padre de Ludovic para descubrir a profundidad lo que había pasado como para que lo encerraran en la celda.

Compré unas cuantas cosas con las monedas que me quedaban, no eran muchas considerando que las ninfas se llevaron cien de mis monedas bajo tierra así que compré lo que pude y esperaba que fuera suficiente hasta que pudiera llevar a Arthur con el rey y recibir el dinero y a la ninfa que curaría a Desmond.

Me acerqué más al centro de los puestos y entonces encontré al padre de Ludovic. Su barba se veía poblada pero bien cuidada y sus ojos azules iguales a los de Ludovic estaban buscando una forma de negociar de la mejor manera con un hechicero que tenía intenciones de comprar unos vegetales traídos del lado este. En cuanto llegué, Carlo vendió los vegetales y se deshizo del hechicero para poder saludarme.

—Parece que han pasado años desde que no te veo —comentó Carlo.

—Es porque sí han pasado años, no has asistido a ninguna reunión del concejo hace como tres años.

Carlo se rascó la nuca un tanto apenado.

—He estado lidiando con el tema de aprovechar la eterna primavera de las ninfas antes de que a ellas les dé por hacer que nieve en cualquier momento para mantener el equilibrio —dijo y tomó una bolsa donde empacó unos pimientos y unas manzanas—. ¿Qué haces por aquí en mi puesto?

—Quería preguntarle por Ludovic.

Carlo se detuvo con la manzana en una mano. Se quedó pensativo por unos segundos hasta que se encogió de hombros y terminó de empacar la bolsa para luego entregármela.

—Quieres ir a verlo, me imagino.

—Sí —respondí.

—Está en las celdas del lado oscuro, más allá del bosque con las iluminaciones de hechicería, cerca de la montaña.

—¿Cuándo se lo llevaron?

—Ayer por la tarde entraron en casa y descubrieron la sangre de ninfa escondida entre sus cosas. Le dije que no se metiera en eso pero él no me escuchó.

Hice una mueca y negué con la cabeza en cuanto me volvió a extender la bolsa.

—Carlo, ya tengo comida suficiente y no tengo más dinero para pagarle.

—Descuida. Sé que irás a visitar a Ludovic así que llévale unas manzanas y quédate con el resto. —Tomó mi mano para forzarme a recibir la bolsa y yo tuve que aceptarla—. Ten cuidado con los traficantes del lado oscuro, son peligrosos.

—Lo tendré.

Emprendí nuevamente mi camino hacia el lado oscuro, ese camino que yo no quería volver a tomar en siglos ya que con cada paso que daba podía volver a ver a la ninfa rogando por ayuda y el sonido de su cuello... eso me causaba un gran escalofrío del solo volver a escucharlo reproducirse en mis oídos.

Llegué al lado oscuro y las ramas secas empezaron a quebrarse bajo mis pies cuando caminaba. La penumbra me acogió y me tuve que guiar por las gotas de magia que guindaban de los árboles. La luz azul me llevó hacia adentro y poco a poco pude sentir que me acercaba más a ese lugar donde negocié la sangre de la ninfa con el traficante. Con suerte él no estaría allí debido a que estaban llevando a varios hechiceros involucrados en ese comercio y no podía arriesgarse a estar a poco de distancia del concejo. Sin embargo, no había suerte para mí ese día.

El traficante de la cicatriz se encontraba apoyado en un árbol charlando con un hombre, asumí que tal vez le compraba o vendía de la sangre de ninfa así que aproveché la distracción para cubrir mi rostro con la capa pero en cuanto di un paso adelante una rama seca crujió bajo mi pie dejándome en evidencia.

Cristales benditos: el elegido de las bestias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora